Desconfianza

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Tom Ryddle junior caminaba con parsimonia junto a su padre y aquellos hombres rumbo a la oficina del director, Severus Snape, con su habitual gesto adusto lo fulminaba con la mirada durante el trayecto, Sirius Black también lo miraba con recelo, el director tenía un semblante preocupado y todo aquello le parecía una tontería al muchacho, pero lo que verdaderamente lo incomodaba sin saber por qué era la expresión de decepción en el rostro de su padre normalmente afable y risueño. ¿Por qué aquella sensación tan desagradable cuando pensaba en su padre? Jamás había querido admitirlo y mucho menos en voz alta pero él admiraba a su padre y sentía que algo muy fuerte lo ataba a él, también sentía algo parecido cuando miraba alguna fotografía de su madre, aquella a la que ni siquiera había llegado a conocer.

Sin darse cuenta siquiera ya franqueaban el agujero por donde segundos antes había estado una enorme gárgola y ascendieron por una escalera de caracol. El muchacho le echó una mirada de desprecio a aquella ave que descansaba en su percha mientras se acicalaba las plumas con esmero. 

- Por favor tomen asiento - Solicitó el profesor Dumbledore señalando las sillas ubicadas frente a su escritorio.

Sirius y el señor Ryddle obedecieron, pero tanto Severus como Ryddle junior prefirieron permanecer de pie.

- Creo que sabes porque estás aquí Tom ¿No es así?

- Desde luego señor director - Respondió el muchacho tras un hondo suspiro.

- Es evidente que lo que ocurrió fue sumamente grave - Prosiguió el director descansando la barbilla sobre sus nudillos - Y aún cuando muchos opinan que debería expulsarte o incluso presentar cargos, siempre me ha gustado conceder segundas oportunidades.

- ¡Cuanta misericordia! - Expresó el chico inclinando ligeramente la cabeza (Dumbledore no pasó desapercibido cierto destello rojizo en aquellos ojos verdes)

- ¡Tom! - Exclamó su padre con aire de reproche - Deja la ironía a un lado.

- No es ironía padre, de veras quiero ensalzar la bondad del señor director - Respondió.

- Sólo quiero saber por qué lo hiciste - Continuó Dumbledore.

- Nos estábamos peleando y... lo acepto, me excedí.

- ¿Te excediste? - Repitió Sirius indignado - Hubiera considerado que te excediste si hubieses aplicado sólo más fuerza de la necesaria en un encantamiento de desarme o aturdimiento pero ¿Acaso no te das cuenta de que dejaste a Regulus sin huesos en la mitad de su cuerpo? No acostumbro a enseñar magia oscura.

- Yo tengo entendido que en ese colegio de Tesalia en Albania se aprende magia oscura pero a partir del cuarto año, y evidentemente ya que estás aquí no has podido aprender... ¿Dónde aprendiste ese encantamiento? - Inquirió Severus mirándolo con inquina.

- Por ahí - Respondió el muchacho sin mirarlo.

- ¿Por ahí dónde Tom? - Preguntó su padre casi con exasperación - ¡Por la barba de Merlín! Jamás en toda tu vida me has visto realizar encantamientos oscuros ni me verás en esos menesteres.

- En la escuela no sólo se aprende en las aulas - Fue la respuesta del chico - Se comentan cosas en los pasillos.

- Eso... es cierto - Aceptó Sirius recordando su época de estudiante en Hogwarts - Pero no por eso vas a poner en práctica los encantamientos peligrosos.

Severus le lanzó una escueta mirada mientras enarcaba una ceja.

- Hijo, quiero que me prometas, nos prometas que no volverás a hacer algo así.

Rose Eileen Snape y su tercera generaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora