Capítulo 3

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La libertad de amar no es menos sagrada que la libertad de pensar.

Lacordaire (1802-1816)
Orador y pensador francés.

Cuando mamá salía me quedaba en la casa de los abuelos. Allí todo se hacía a mi gusto y podía quedarme mirando la tele o jugando a las cartas con la abuela. El abuelo me enseñaba a jugar ajedrez.
  Mamá al principio estaba siempre conmigo pero cuando cumplí seis años empezó a salir todos los sábados. Me llevaba hasta la casa de los abuelos y el domingo me iba a buscar. Pero un sábado hicimos al revés. Los abuelos pasarían por casa y mientras los esperábamos mamá empezó a arreglarse para salir.
Se pintaba frente al espejo y yo dibujaba en los azulejos empañados cuando le pregunté:
-¿A dónde vas?- creo que era la primera vez que se lo preguntaba porque ella se quedó muy sorprendida y dijo:
-Salgo...
-¿Con quién?- Seguí preguntando ya que me gustaba insistir con lo que a ella le molestaba.
-Con un amigo.
-¿Qué amigo?¿Cómo se llama?
-Martín.
-¿Dónde lo conociste?
-En el estudio. Es abogado como yo.
Después mamá me dijo que Martín era muy bueno y que un día lo iba a invitar a casa para que lo conociera. Me quedé callado. No sé si quería. Mamá se estaba pintando con mucho cuidado.
Antes de irme con los abuelos le dije que me dolía la panza y la dejé un poco preocupada. Más tarde llamó por teléfono para ver si yo había mejorado y no la quise atender. ¿Por qué no la atendí? Me encantaba hablar por teléfono con mamá desde la casa de los abuelos.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2017 ⏰

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