DIEZ

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Continuamos cenando en silencio, lo último que he dicho nos ha dejado a las dos pensativas. Tandara me observa con mirada tierna y abre la boca un par de veces para decir algo. Este silencio incómodo solo me hace sentir un vacío más grande: no sé quién es mi padre, mi madre me da por muerta, un androide necesita mi ayuda... Nunca imaginé que el Exterior fuese así, en la escuela ya nos advertían que era un lugar inhóspito, lleno de peligros y más cosas que comprometían la seguridad de los humanos. Concuerdo con lo segundo: el Exterior es peligroso, pero no me parece para nada un lugar inhóspito. No, el Exterior es un lugar hermoso por el cual valdría la pena luchar. ¿Valdría la pena? ¿Valdría la pena que millares de personas muriesen para recuperar lo que nos pertenece? No, todo aquello que implique la muerte de inocentes no vale la pena. Cuantas más vueltas le dé, más confundida me siento. ¿Es, en realidad, el Exterior tan peligroso? Le doy vueltas y vueltas al puré mientras esa pregunta hace eco en mi cerebro.

—Has perdido a alguien, ¿no es así? —la voz de Tandara hace salga de mi letargo mental. Pienso en mi madre: yo la he perdido a ella y ella me ha perdido a mí.

—No, yo no... Bueno, ya no sé qué pensar...

—Puedes explicármelo, te sentirás mejor —su voz dulce me hace recordar a mamá.

—Si se lo explico es posible que llame a las autoridades y que me hagan un interrogatorio muy extenso y yo no querría que... —cada palabra ha estado separada por un silencio incómodo que me hacía más difícil continuar. He callado de golpe, no sé cómo funcionan las autoridades aquí.

Mi mente se desvía un momento hacia el ladrón que me robó la mochila, ¿se habrá solucionado ya? Los marginados no suelen actuar así, normalmente no se dejan ver, actúan entre las sombras y lo máximo que hacen es llenar algunos viejos edificios de grafitis. Aquel marginado seguramente pertenecía a una secta más extremista, aun así, no comprendo su interés por mis pertenencias.

—No llamaré a las autoridades, pequeña, y menos con esta tormenta —la voz de la anciana me devuelve a la realidad—. ¡Uff, madre mía! Qué frío debe de hacer allí fuera, brrr —sus últimas frases me hacen sonreír tímidamente.

—Pues verá, es una historia larga. Pero tiene que creerme, ¿eh?

En realidad, no sé por qué confío en esta mujer, pero hay algo en su rostro que me dice que puedo fiarme de ella. Le explico toda la historia, que vengo de una ciudad de luz (como ella dice), que tuve un accidente. Áster me salvó, luego nos separamos y me encontré con Hyo. Me pidió ayuda, pero yo no podía confiar en él y me marché hacia aquí. También le explico lo de las ruinas y le enseño mi brazalete.

—Vaya, qué tecnología tan extraña —comenta—. Es como si alguien te ayudase metido en ese cacharro.

—Sí, me ha sido muy útil —contesto ligeramente divertida.

—Según me has explicado, el androide reparó tu brazalete ¿no? —Yo asiento—. ¿Por qué querría hacerte un regalo que te facilita tanto la vida si quiere hacerte daño?

Su pregunta me deja totalmente desconcertada.

—¿Qué? ¿Está de su lado? No puedo confiar en él, ¡es un dron! —chillo.

—No estoy del lado de nadie, joven. Pero tampoco soy como aquellos extremistas que piensan que la solución para todos nuestros problemas es cargarse a todas esas máquinas humanizadas. Creo que todo ser inteligente debería poder cambiar de parecer, aunque sea una máquina para la guerra. Dudo que el chiquillo quisiese hacerte daño.

—¿Chiquillo? Usted no lo ha visto, no será tan aterrador como los otros drones, pero es una máquina. En mi escuela me enseñaron que no se puede confiar en un dron. No puedo confiar en Hyo —exclamo algo indignada.

Humanidad Olvidada | Completa | HO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora