La villa

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Si no hubiera visto el fuego alzarse sobre las pequeñas chozas de paja y madera desde la distancia, habría podido jurar que estaba nevando en pleno verano, Oshido Ame era un aprendiz de monje errante, que recientemente había partido de la ciudad de Hubei, le encantaba el vino y no poseía tierras. Al ser el menor hijo varón con tres hermanos por delante y una pequeña hermana, su única opción fue viajar a la ciudad imperial He-fei a suplicar un puesto en el templo de Hubei , para no morir de hambre. Hoy después de cinco años, volvía a su pueblo natal, una pequeña ciudad mercante donde vivía su hermana. Camino durante horas con la esperanza de encontrar una humilde casa de campesinos que se sintieran honrados de compartir un poco de arroz con el, pero al llegar a lo que le pareció la aldea más cercana desde que partió del templo, se encontró con fuego y sangre. Las llamas se habían extinguido hace horas y los animales carroñeros habían acudido a comerse los cadáveres que se congregaban en las calles. Había humo y ceniza por doquier y el silencio era tal que a Oshido le dieron nauseas. Entre las ruinas pudo ver trozos de las vidas de las personas, una vasija quebrada, unas azadones y demás pertenencias de otra vida. En el centro de la plaza, o lo que pudo haber sido había un pozo negro y carbonizado.  Oshido rebusco por las ruinas del pueblo buscando algo útil que usar para su viaje, pero lo único que encontró fue más carne quemada, cuando el cansancio comenzó a abordarlo, se fijo en el triste pozo, tal vez el agua se hubiera salvado de las llamas negras. Con la ultima esperanza de encontrar agua se asomo dentro de las ruinas negras, pero no encontró fue ceniza amontonado y un cuerpo de una niña pequeña, le entristecio la muerte de alguien tan pequeño, y se prometió rezar por su alma, cuando su vista se acostumbro a la penumbra del pozo, noto que la pequeña aun se movía, apremiante se dio a la tarea de sacarlo, lo cual en realidad no fue gran esfuerzo la niña estaba famélica y delgada, ademas no debía pasar de los cuatro años como mucho, estaba todo golpeada y llena de ceniza hasta la cabeza, entre sus manitas había un pedazo de tela rasgada y quemada con el símbolo del ejercito imperial

La princesa del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora