La princesa del viento

El rio

Vivir no es trabajo para los cobardes, pensó Oshido, mientras lavaba en las aguas del río la ropa de la pequeña que acababa de rescatar, debía estar muy cansada para haber dormido más de la mitad del camino. Tenia llagas y moretones por todo el cuerpo y tener la ropa sucia no ayudaría a sanar sus heridas. Cuando coloco la ropa entre las piedras calientes de la orilla, se permitió que sus músculos descansarán del arduo viaje y de imaginar el rostro de su hermana Mom le daba escalofríos, de seguro le gritaría que era un irresponsable por traer a una niña hasta ese lugar. Pero que más podría hacer, se hubiese muerto en aquel pozo negro, demasiado cruel para alguien como el. La pequeña aún dormía profundamente y mientras la miraba se pregunto que la había hecho sobrevivir de tal desolación, no es que dicho escenario fuera raro, el país tenía mucho tiempo en guerra y muchos pueblos habían sido reducidos a parajes desolados. Para no aplazar más el viaje, recogio lo poco que tenía con él y cargo en su espalda de nuevo a la pequeña, el viento era refrescante en esa época del año y las colinas de su pueblo natal ya se podían ver sin ningún problema. Estaba tan concentrado en sus recuerdos de la niñez que no escucho la carreta que estaba pisandole los talones, un viejo campesino y su hijo estaban a bordo y por la dirección que tomaban llegarían al pueblo antes que él. Así que decidió usar " contactos" y pedirles que ayudarán a un monje desvalido. El creyó firmemente que la única razón por la que lo había dejado subir era por la pequeña niña que aún dormía. -No sé porque la cargas monje, no despertará. Dijo el viejo granjero. -¿Como lo sabes buen hombre? Los dioses tiene muchos caminos, donde ella puede caminar. - Aún si despierta, a ¿donde la llevarás? Aquí no hay nadie que quiera una boca que alimentar. Oshido lo pensó con calma, el viejo tenía razón, donde en este mundo habría lugar para alguien como ella. Pero miro el cielo azul y las primeras casas a unos pasos. Y calmadamente respondió: Te lo he dicho, han muchos caminos y por ahora ya ha encontrado uno, mirando el ancho camino polvoriento.