La decisión que cambiaría mi vida.

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Llegué a la estación de trenes. Era muy temprano aún, tanto que aun no amanecía del todo, y la mañana era fría, como cualquier mañana de invierno.

Iba a viajar sola, y nunca antes lo había hecho en un tren. La razón del viaje era porque visitaría a mis abuelos en el pueblo, llevaba tiempo de no verles.

La estación en donde me encontraba era amplia, pues era de la ciudad.

Caminé un poco para llegar a la taquilla para comprar mi pasaje.

Se encontraba un señor, y había una ventanilla. Antes de llegar a tocar el vidrio, el señor se levantó y se dirigió hacia la ventanilla.

- Buenos días, señorita. - El señor era de edad avanzada y con su ronca voz me dijo.

- Buen día, señor. - Le sonreí.

- ¿En qué puedo ayudarle, señorita?

- Quiero tomar un tren hacia Sautín, ¿Cuál debería tomar? ¿O cómo sé a cuál debo subir?- Reí vergonzosamente por no tener idea de nada. - Nunca he viajado en tren, lo siento.

- No se preocupe, señorita. Le explicaré, hay dos trenes que van a Sautín, ambos llegan a la misma hora. Puede tomar el que quiera.

- ¿Dos trenes? ¿Y por qué dos? - Pregunté. Siempre me gustó saber el porqué de las cosas. Así fueran simples o no.

- Verá, uno rodea por otros pueblos, y otro te lleva directo. Pero ambos llegan a donde mismo.

- Entiendo... ¿Y a qué hora llegan los trenes?

- Llegan en 20 minutos. Puede esperar aquí si desea. O puede tomar algo caliente en la cafetería de allá. - Apuntó hacia la cafetería.

Me pareció buena idea tomar un café caliente con el frío que esa mañana brindaba.

- Gracias, eso haré. - Le tendí una sonrisa, me giré y di unos pasos para ir a la cafetería, cuando recordé que debía comprar los boletos.

Regresé a donde me encontraba. El señor aún seguía cerca de la ventanilla.

-Por cierto, comparé el... - Tendió su mano con el boleto. - Vaya, gracias. - Le sonreí. Pagué el boleto y ahora sí, me fui.

En verdad era un día helado. Me alegró que hubiera una cafetería donde pudiera tomar algo caliente.

Empujé la puerta y sonaron las campanillas al moverse. Estaba caliente y acogedor. Dentro de ella te sentías cómoda.

Froté mis manos, las puse en mi boca y empecé a sacar vapor para calentarlas.

No tuve que esperar para que una señora de edad algo avanzada llegara y pidiera mi orden. Le pedí un chocolate caliente y un pedazo de tarta de vainilla. La señora se retiró.

Esperé un momento ahí parada. Volteé a ver las mesas para fijarme en cuál me sentaría. No había casi nadie, salvo una pareja y un chico solo.

- Aquí tiene. - Era la señora con mi chocolate y mi tarta, no había tardado más de 5 minutos.

- Gracias. - Le di el dinero y le sonreí.

Me pregunté si habría tardado más si le hubiese pedido un café, o una tarta de chocolate. Cosas simples que me gusta preguntarme.

Tomé las cosas y me senté en una mesa junto a la ventana. Tenía la vista para ver si el tren llegaba.

Empecé a darle vueltas al chocolate con la cuchara para que se enfriara un poco. Después de unos minutos, ya pude tomar el chocolate. Era delicioso y al pasar hasta mi estómago sentí una gran sensación.

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⏰ Última actualización: Mar 25, 2018 ⏰

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