Alex... Ya baja

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-Alex... Ya baja a desayunar cariño, se hará tarde y no querrás llegar tarde a tu primer día del curso de verano.

Entró aquel mensaje como si hubiesen martillado mi cabeza, sentía los ojos pesados y las almohadas sobre mi cabeza parecían quitarme el oxígeno que necesitaría en esa mañana de mierda.

- ¡YA! Sólo es un jodido curso de verano, nada más que eso Abue... Un jodido curso.

Susurre muy bajo ya asimilando mi dura realidad, me vería obligado a despertar de nuevo cada mañana hasta en las vacaciones de mi último año, cada día me preguntaba si eso en verdad lo extrañaría, todos decían que el último año era el mejor, pero al parecer en mi caso esa no ley de diversión no aplicaba para nada.

Tumbé las almohadas que parecían quitarme la vida y giré a tomar mi móvil, llevaba tres horas cargando, el pasar toda la noche en Tumblr desgastaba la corta vida de mi pobre celular, 6:30 AM y ningún mensaje de Antonia, detestaría empezar ese curso solo, en alguna esquina del salón; viendo como pasa la vida de los que parecen disfrutar más que nadie ese jodido ambiente de clase.

Caminé despacio; arrastraba mis pies para llegar al baño de mi habitación, tomé una ducha para luego salir a buscar qué usar. Baje por las escaleras y parecía estar en una casa abandonada, la señora del servicio no llegaba hasta las nueve cuando la gente normal empezaba su vida, además yo era de los pocos desafortunados que debían madrugar en vacaciones al parecer era yo el que no era normal, pero eso ya era más que claro.

Encontré a mi mamá con lo que parecía un café. Tacones altos, cuerpo delgado, tan elegante que nadie pensaría jamás que aquella mujer era la madre de dos hijos. Mi Abue ya estaba preparando algo para mí, mi madre acosaba de forma indiscreta mientras veía su reloj y atendía a las palabras de mi abuela quien con la parsimonia más grande del mundo meneaba de lado a lado unos huevos amarillos llenos de color esos que solo ella sabía hacer, así como también hacia que toda la comida que estuviese en sus manos se viera maravillosa.

- Alex cariño, sal con tu madre van cerca ¿O no es así?

- No mamá, voy tarde, yo le dejo dinero a Alex por si necesita ir en taxi, ya debo irme y no puedo esperar más.

Sacó de su bolso una larga billetera de un tono pastel con cremalleras doradas, dejó sobre la mesa tres billetes cuyo valor ni notó mientras agarraba de forma suave mi cabello para acercar sus labios rojos a mí, dejando un suave beso en mi cabeza mientras dejaba el café a medio tomar en la mesa.

Cuídate amor, no tardes mucho y llamas a la abuela Martha cuando salgas, hoy estaré ocupada y vendré hasta la noche.

No había terminado de hablar y ya había dejado en la mano de mi abuela un poco más de dinero mientras se alejaba a la gran puerta principal de vidrio, en poco escuchamos el arrancar de su camioneta y no supimos más de ella.

- Cada día más afanada- comentó mi abuela negando suave mientras servía en un plato de un blanco impresionante los huevos que eran para mi madre y para mí, los acercó con suavidad y sonrío mientras su mano se perdía en su bolso dejando el dinero, la isla de la cocina de color blanco contrastaba con el bolso negro de mi abuela y con los tonos metalizados y oscuros de la cocina, yo estaba en una silla de patas largas que me dejaba a la altura perfecta para poder estar cómodo-

- Debo irme Abue, creo que vendré tarde, voy a pasar la tarde con Antonia.

Tome un cubierto y en poco tome dos o tres bocados de aquellos huevos, quería huir de ahí antes de que mi abuela empezara con el interrogatorio, al nombrar a Antonia ya había visto esa sonrisa ladina que se formó su rostro, no quería romper su corazón y decirle que Antonia era y seria siempre tan solo una amiga.

Ya estando fuera de mi casa sentí el frio apoderarse de mi rosto y de mis manos, eche un vistazo y no había señal de Antonia, al parecer seria mi primer día solo, la mataría si no aparecía rápido. Caminé sin rumbo por aquella calle de pavimento mojado, las casas todas parecían estar clonadas: con el mismo jardín, el mismo buzón, lo único que variaba parecía ser el auto, detallaba la tercer casa en el camino y pude ver a Mateo por la ventana, estaba arreglado y parecía estar hablando por teléfono, me vio y yo lo vi pero en ese momento un auto negro de vidrios oscuros se acercó a mí, giré con una sonrisa, me era totalmente familiar, La ventana se bajó despacio y una hermosa voz femenina salió por aquella ranura, era ella haciendo uno de sus pobres bromas tontas.

- Hey... Súbete y chúpame la verga nenito- Comentó Antonia en un intento ridículo de engrosar su voz.

- Ya... Eres una idiota, sabes que si tuvieras verga no serias mi amiga, tal vez serias mi amante... Babosa- tomo la puerta y la abro entre risas -Pensé que no irías hoy, ya estaba imaginando mi día viendo a todos esos estúpidos primates mientras maquino una buena tortura para acabar contigo por abandonarme-

- Siempre tan tierno mi amor- Se inclinó besando mi mejilla mientras reía en un tono bajo -estás congelado, definitivamente te falta macho, qué harás cuando yo no esté, debes buscarte un novio, amigo mío.

En ese momento sentí un vacío indescriptible, miré por la ventana mientras ajustaba mi cinturón, sentí su mirada y ella tan solo suspiro, detestaba pensar que mi amiga de toda la vida me dejara, era la única persona que me conocía en verdad y ya en tan solo un semestre nuestras vidas tomarían rumbos distintos

- Ya sabes que te iras ¿verdad?

- Aún no es seguro... Pero sabes del traslado de mi padre, eso no se puede modificar, además no seas llorón, aún faltan casi siete meses para que deba irme.

-Hmn... Antu... No quiero hablar de eso, sabes que no sé qué haría sin ti, estúpida... Pero bueno eso es tema de otro momento, déjame no pensar en eso ¿sí?- Giré tomando su móvil mientras ella conducía, coloque mi pulgar en el lector y empecé a husmear en su teléfono

- ¿Sabes a quién vi hoy... Y parecía estar muy arreglado?

-Hmn... No sé. Déjame pensarlo, para quién puedes tener ojos aparte de mí, ah... ¿Christopher?

Mis mejillas ardieron en cuestión de segundos y sentí derretirme en ese asiento -Deja de ser idiota ¿sí? Vi a Mateo, el que vive cerca a mi casa, es más lo estaba viendo antes de que me recogieras, él es... Como raro no sé.

Antonia empezó a reír mientras conducía. Me conocía demasiado y sabia como hacerme avergonzar, ella era la única que sabía lo que sentía por Christopher y sí que lo sabía usar en mi contra.

-Bueno, es casi lo mismo ¿No? Ambos son imposibles para ti Ali, son heteros, y a los heterosexuales no les gustan los chicos, deberías dejar de pensar en chicos así y dejarme presentarte unos amigos míos ¿va?

-No me digas "Ali" sabes que lo detesto- entre a su WhatsApp mientras dejaba que el silencio le incomodara, sabía que detestaba ese "Ali" que usaba siempre que me quería ofender, me hacía sentir aniñado y yo no era así, detestaba lo extravagante de algunos homosexuales, su forma de hablar o tal vez el hecho de que quisieran ser niñas, ese no era mi estilo y ella lo sabía.

Antonia llevo su mano al radio y en poco colocó música, al fin algo interesante que no me mataría de aburrimiento y que cortaría el silencio tal vez mas frio que el del exterior, el día estaba húmedo, más que de costumbre. Veía el suelo y el camino que tomábamos para llegar a la cárcel de conocimiento, mi escuela, pero ya faltaba poco para que mi vida cambiara, meses tal vez o días.




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