Ant... ¿Ese?... ¿Ese tipo es Christopher?

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- Ant... ¿Ese?... ¿Ese tipo es Christopher? - Sentí como el frío se intensificaba, era el momento indicado para empezar a preguntarme porqué todo lo malo me pasaría a mí, cómo era posible que además de tener que hacer un curso de verano tuviera que hacerlo junto al muchacho que me volvía loco con el solo hecho de existir, cómo sería estar junto a él todo el maldito tiempo.

- Al parecer todo el grado va perdiendo inglés- Antonia comentó en un tono que sólo ella sabía hacer, tan arrogante, ofendida y adorable a la vez, sacándome de mi molestia por un segundo, eso era lo que extrañaría de Antonia, que fuera la única persona a la que le podía hablar, la única que me conocía, que me entendía, la única que podría molestarme sabiendo quién me gustaba.

Me acerqué sonriendo y con mi índice toqué con delicadeza su mejilla: suave y tersa, en aquel momento ya sabía que no me convendría tenerla molesta conmigo -Esperaremos a que todos entren ¿verdad?- articule mi oración con una voz temblorosa y expectante ante la respuesta de la rubia quien sin dudarlo tan sólo un segundo, negó enérgica mientras sonreía saliendo del auto dejándome sobre el asiento del conductor con mí cara de sufrimiento máximo, sabía que no podía amarla más, siempre haciéndome enfrentar mis miedos.

- Antonia, ¡No! Por favor, en serio no lo hagas, no quiero entrar tan rápido, te lo ruego. - Su risa tan desafiante ya me hacía notar que no había posibilidad de retroceder, si no quería ser el espectáculo del lugar llegando a rastras tal vez regañado por Antonia debía bajar antes de que fuera tarde.

- ¿Sabes?... Te odio- tomé mi móvil y baje del auto antes de que ella llegara para abrir mi puerta, caminamos entre risas hacia la gran puerta de vidrio del lugar en el que estudiábamos y de alguna forma rara me sentí tan aliviado de no ver a Christopher que alcance a olvidarme de su existencia tan sólo por un segundo.

Pasamos un extenso pasillo que no perdía un solo centímetro de espacio, el suelo el blanco y brillante, le daba un aspecto aún más frio a aquel lugar que poco agradable visual tenia, pues todas las paredes parecían estar cubiertas por filas interminables de casilleros grises; un tono claro y pulcro, prácticamente inmaculados, tanto orden y frialdad que parecían casi macabros.

Al llegar el ambiente era el mismo de clase de hacía ya algunos días, los típicos grupos de muchachos y muchachas, chicos sobre algunos puestos hablando en pequeños círculos sobre las viejas que se habían devorado, las victimas que ya tenían para el curso de verano y quien sería la más puta o tal vez la más difícil.

En el escritorio del profesor estaba Fernanda; una chica de cabello largo y de un color negro que marcaba sus delicadas y féminas facciones, alrededor como si fuesen una gran manada de lobos hambrientos de sexo, estaban todos los de su círculo social, Christopher con esa forma de ser; sobre el escritorio con la mano de Fernanda sobre su pierna y sobre ésta la de él, podía ver cómo le acariciaba con suavidad la mano mientras reían y hablaban sin parar, junto a ellos estaba Mateo, un clon de cabello oscuro de Christopher, igual de encantador pero siempre con esa expresión de desinterés en su rostro, parecía no estar cómodo en aquel lugar y lo noté por la forma en la que me miró.

Jamás podría pensar que alguno de ellos supiera de mi existencia, pero en un segundo sentí que fui el foco de atención y no sólo de ellos; al caminar y ver los ojos de Mateo con ese tono perfecto clavados en mi rostro olvidé cómo actuar, me lleve un puesto por delante y estruendo fue épico, Antonia giró sorprendida y sentí la mirada de todos sobre mí, que patético momento, lo que menos quería era sobre salir en esa jungla de personas.

- Tenga cuidado señor Alexander, no quiero que no se pueda graduar por incapacidad física, solo me interesa que no se pueda graduar por mi materia. - Comento Alberto, el profesor de inglés quien de alguna forma me salvo de la humillación pública.

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⏰ Última actualización: Jul 23, 2017 ⏰

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