Genos

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"Quiero imaginar que tú aún estás..."

Pasea por la oscura y derruida ciudad Z, que aún no se mal recupera del ataque del último kaiijin, ocurrido hace unos meses. Desde ese día, prefirió ocultarse en el día y salir sólo en cuanto entra la noche.

Algunos de sus compañeros suelen visitarlo, a pesar de su negativa a ver a alguien; todo le trae ajenjos recuerdos.

Claro, tampoco la caminata taciturna le sienta de maravilla, hasta es peor: siempre termina en el mismo lugar.

Ve el departamento donde vivía, completamente feliz.

Siente el dolor azuzarse por visionar una radiante sonrisa de aquel que alguna vez amó... corrección, amará.

El espadachín se coloca mudo a un lado de él.

-Desgraciado, se fue sin darme la revancha.- exhala humo de la pipa que lleva- ... supongo que tú estás peor.-

-Te eh visto en televisión, Sonic. Sé dónde hallarte.-

-Claro, claro... ¡Eh idiota, nos vemos en el Infierno!- soltó como despedida al edificio y desapareció.

Él también decidió marcharse, le falta sendero a recorrer.

¿Infierno? No, él no podría estar en un lugar como ese. Él merece el Cielo. Él merecía seguir en este mundo.

Las sirenas sonaron anunciando la amenaza nivel "desconocido", representado con el color escarlata: la terrible Nada.

Más de la mitad de Ciudad Z se había reducido a polvo, sin dar tiempo a la evacuación.

El terrible olor a sangre le llenó las narices a Saitama, quien apenas se inmutó al ver la desolada provincia; Genos hacía un reconocimiento minucioso, buscando vida alrededor. De pronto, un rayo negro le atravesó el estómago, dejándole inútil para la pelea. El calvo lo tomó en brazos para correr a esconderle rápidamente; lo depósito a orillas de un bosque, aquel en el que solían perderse a disfrutar del uno del otro.

-No, quiero ir con usted.- pidió asustado; tenía un mal presentimiento.

-Bonita forma de celebrar nuestro aniversario ¿No, Genos?- preguntó con una gran sonrisa.

Demonios, brillaba tanto como el mismo Sol.

-No cambie el tema ¡Quiero ir!-

-De ninguna manera. Usted se queda aquí esperándome.-

-¡Pero...!-

Un dulce beso le impidió alegar; resignado, tuvo que aceptar lo que le pedían.

-Vuelva, por favor.-

-¿Acaso no recuerdas que tienes por esposo al hombre más fuerte del mundo, sin mencionar el más guapo? ¡Acabo con los villanos de un solo golpe!- dijo haciendo una pose de pelea.

-Sin mencionar que es calvo.-

Ambos se vieron y estallaron en risas ante los comentarios lanzados. –Hasta pronto, simor.-

Y no hizo más que observarle irse, con el "corazón" hecho nudo.

"¿Cuánto tiempo debo soportar este dolor?" Otra vez siente el impulso de destruir todo lo que se encuentre a su alcance.

Lo único que puede hacer es oír y monitorear el corazón de su esposo; se altera al notar el pulso acelerado, la adrenalina que inunda las venas del héroe de blanco y amarillo y el sonido de una explosión.

SaturnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora