Arco III: La Profecía del Anticristo.

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Regresaron a la Gran Sala de la Justicia Divina, días después del nacimiento de Timothy. Katherine jamás supo que sucedió la noche de su parto, ni quienes la ayudaron, solo se despertó con su niño entre sus brazos, sin recuerdo alguno.

La Gran Sala estaba llena del conglomerado de ángeles una vez más, pero estos se encontraban conmocionados por lo ocurrido en la tierra, todos los que estaban ahí miraban con decepción a los dos ángeles enviados para acabar con el hijo del mal.

Traían sus alas gachas, símbolo de deber incumplido y aceptación de castigo. Noa sabía que debía salvar a Gadiel de aquello, hablaría con Él para que le permitiera seguir viviendo.

El Arcángel Miguel los miraba con un deje de molestia grabada en su expresión.

Se arrodillaron ante Él, demostrando su vergüenza.

—Siervos míos. —Tronó en las cabezas del conglomerado de ángeles la celestial voz del Todopoderoso—. Gadiel y Noa fueron enviados a la tierra para destruir al profeta del mal. —Aquellas palabras cayeron con peso sobre los hombros de ambos ángeles. En especial, en los de Noa.

—Nuestro Señor, tengo que expresarle que Gadiel fue justo, fue valeroso, quien cometió el error fui yo —rogó ella con su cabeza gacha.

Gadiel por otro lado, solo gruñó:

—Yo acepté su decisión, por ende también soy culpable.

—Ambos ángeles han cumplido con éxito la misión que les encomendé —finalmente, Él intervino mientras todo el conglomerado de ángeles y los interpelados hacían muecas de confusión—. Como Señor del bien, no puedo permitirme pensar en acabar con una vida. Puedo hacerlo, cuando es debido. Pero en este caso no. He enviado al ángel Gadiel para que combatiera la maldad que se acercaba a la madre del Anticristo. Y he enviado al ángel Noa, para que sanara a su madre y protegiera la vida del pequeño.

Todos, incluso el Arcángel Miguel se encontraban estupefactos ante las palabras telepáticas de Él.

—El mal tendrá que seguir esperando para obtener a su hijo, heredero y final de todo cuanto conocemos. El niño ha sido salvado de la oscuridad gracias a la bondad del ángel Noa y a la valentía del ángel Gadiel. En paz, siervos míos. En paz.

Gadiel y Noa se miraron a los ojos sin podérselo creer.

El regocijo de su buen obrar los llenó a ambos.

Gadiel procedió a abrazar a Noa.

— Gracias, gracias por ser tan bondadosa. —Noa negó con la cabeza.

—Gracias a los dos, Gadiel. Gracias a los dos.

Y luego de esas palabras, todos y cada uno de los ángeles procedieron a salir de la Gran Sala de la Justicia Divina, puesto que la Profecía del Anticristo había sido erradicada por muchos milenios más.

La Profecía del AnticristoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora