Arco II: Anticristo nacido.

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Noa y Gadiel se infiltraron como humanos en el vecindario donde vivía Katherine Sorento, madre del profeta del pecado. Habían seguido todos sus pasos, todo lo que hacía en los días venideros. No salía mucho de casa, ya que estaba a punto de dar a luz, pero cuando lo hacía se movía con sorprendente agilidad. Esto debido a que traía una fuerza sobrenatural creciendo en su vientre. Noa se compadeció de la mujer, se compadeció porque podía leer en sus ojos cuando la joven caminaba, la felicidad que aquel ser le brindaba aún estando en su útero. Una felicidad maternal, un regocijo y conexión entre madre e hijo.

Estaba de más decir que el ímpetu con el que Noa había iniciado dicha misión se estaba viendo doblegada por otra clase de sentimientos. Gadiel por el contrario, estaba concentrado en su misión. Había averiguado un montón de cosas sobre Katherine. El padre del bebé había resultado ser a escondidas de Katherine un adorador del demonio. Para suerte de Katherine, el hombre había sido asesinado días después de que la joven se enterara de que iba a ser madre. Suerte para una joven como ella, que tenía toda una vida por delante y este episodio sería borrado de su memoria gracias a la deidad Noa.

Era un miércoles cuando de la casa de Katherine Sorento se escuchó un grito desgarrador que heló la sangre de los ángeles. Probablemente sus vecinos habían escuchado ligeramente, en cambio Gadiel y Noa poseían un oído muy desarrollado que les permitía oír a largas distancias.

No se demoraron en salir de la pequeña casa que habían alquilado para auxiliar a la joven madre. Las alas de Gadiel titilaban sin parar, esto debido a que una horda de ciervos del mal se encontraban en camino para recibir al hijo del pecado, el Anticristo.

—¡Debemos apresurarnos Noa! —le habló por primera vez en todo el transcurso de los días. Jamás se habían dirigido palabra alguna, Noa carcomiéndose sobre su deber como ángel sanadora y Gadiel concentrado en su objetivo como ángel guerrero—. Demonios estarán por venir con prontitud, tenemos que destruir al Anticristo y salvar a la madre.

A la pequeña y vieja casa entraron ambos ángeles, subiendo hasta el segundo piso con una velocidad abismal. La habitación donde provenían los gritos despedía un halo de luz color rojo. Gadiel rompió la puerta de un ligero empujón y ambos entraron al recinto. Frente a ellos, se encontraba Katherine Sorento luchando por su vida encerrada en un círculo infernal y retorciéndose en medio de gritos ensordecedores.

Noa actuó con rapidez derrapando sobre el suelo de madera empolvada y alejando a Katherine del círculo. Acarició su rostro y apartó su cabello mientras Katherine ponía los ojos en blanco, víctima de un trance oscuro.

—Aquí estoy, linda. Aquí estoy. —Noa depositó su mano helada sobre la frente de la mujer recibiendo un gemido por respuesta—. Calma, mantén la calma ahora, hija de Nuestro Señor. Estás con el bien, estarás para el bien —sentenció Noa acariciando y permitiendo que la labor de parto siguiera.

Gadiel entonces entró en acción cuando la primera horda de demonios se abrió paso dentro de la habitación. Seres metamórficos y espeluznantes viniendo de todas las direcciones. Para suerte de Noa y Katherine, Gadiel era uno de los mejores guerreros del ejército de Miguel.

Noa entonces dejó con cuidado la cabeza de Katherine sobre el suelo y se posicionó para extraer al Anticristo de sus entrañas.

Con el esfuerzo sobrehumano de la hipnotizada Katherine, el Anticristo nació.

Un bebé fue lo que recibió en sus brazos Noa, un bebé llorando a vivo pulmón, su rostro de querubín sin rastros de maldad, hermoso, espléndido. Lucía normal, lucía con un niño sano.

—Timothy —declaró en susurros Katherine hacia la nada, con sus ojos idos y su respiración errática—. Timothy.

Noa tembló con el bebé en brazos. Gadiel por otro lado había acabado con dicha horda con asombrosa maestría. Con un par de cortes de guerra, Gadiel se acercó a donde se encontraba Noa y miró al bebé depositado en sus brazos.

Levantó su espada y de manera asertiva la dirigió para decapitar al niño.

—¡No! —bramó Noa apartándose segundos antes de que Gadiel acabara con la vida de la criatura—. ¡Es un bebé, Gadiel! ¡¿Es qué no tienes corazón?!

La mirada fulminante que le dirigió el ángel guerrero la hizo temblar una vez más, aferrándose al pequeño Timothy.

—Esta misión ha sido encomendada por Él, Noa. Confió en nosotros. —Su voz sonaba odiosamente mordaz—. ¡¿Cómo te atreves a interceder por el hijo del pecado?! ¡Hágase la voluntad de Nuestro Señor!

Timothy volvió a lloriquear en los brazos de Noa. Katherine yacía inconsciente por el estupor sentido.

—Es un bebé. ¿No entiendes eso? —La mirada dolorida que le lanzó Noa llegó hasta las puntas de los dedos de Gadiel—. ¿Cómo puedes estar tranquilo con la idea de matar a un bebé?

Gadiel se irguió con furia.

—¡Su vida pone en peligro todo por lo que Él ha luchado! ¡Es un bebé que a la larga destruirá este mundo! ¡Nos destruirá a todos! —Sus gruñidos y miradas aterrorizaban a Noa. Dio un paso en su dirección.

—No te me acerques más, Gadiel. No vas a lastimar a este niño, no te lo voy a permitir, tendrás que matarme. —Los ojos de Gadiel se convirtieron en rendijas, un análisis en su cabeza poderoso.

—No puedo matarte, no puedo lastimar a una sanadora, va contra todas las leyes bajo las cuales nos regimos—repuso con lentitud—. Noa, ¿te das cuenta de lo que estás haciendo? ¡Estás poniendo en peligro todo! ¡Todo!

—Solo hago mi trabajo, defiendo una vida, salvo a un ser inocente. Ese es mi deber.

Los pequeños lloriqueos de Timmy se acentuaron en la habitación y los demonios no aparecieron después de eso. Aquellos sollozos pertenecían al Anticristo nacido, pero para Noa era solo un niño que merecía una oportunidad.

La Profecía del AnticristoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora