DISCLAIMER: Los personajes y lugares le pertenecen a Akira Toriyama.
[...]
No pasaba del mediodía. A esa hora, todos los niños de su edad entrenaban, fuera por juego, el mandato de sus padres o el instinto bélico que caracterizaba a su raza. Todos, menos ella.
Estaba sentada en una roca, con la cabeza apoyada en sus rodillas, viendo a dos adolescentes reñir fieramente. ¿Cómo podían actuar con tanta violencia? Era la pregunta jamás emitida por sus labios, una incógnita que prefería guardar en su soledad, a menos que quisiera una golpiza por su imprudencia. Porque ni siquiera tenía el físico para defenderse. Ésa era ella: la tímida y famélica Gine. El bicho raro saiyajin.
Un tirón en su cabello llamó su atención, para luego sentir que alguien la empujaba. Era un idiota de su vecindario, apenas de siete años como ella, pero tan fuerte como tres infantes saiyajin juntos.
—¡Muévete, estúpida! —le increpó, arrebatándole su lugar en la roca.
La brusca acción del niño fue suficiente para lanzar a Gine a la arena, hiriendo su cuerpo. Nadie se inmutó ante la escena y tampoco intentaron ayudarla. Era normal que los más jóvenes probaran su valía como futuros guerreros, sin importar el género o la edad. La supervivencia del más fuerte, sobre los débiles. Una ley que, tarde o temprano, debía asimilar a la fuerza.
Un hilo de sangre manchó el suelo y Gine se asustó un poco: el impacto lastimó su nariz. Haciendo acopio de su orgullo, la niña saiyajin se incorporó y miró de reojo a su agresor, que reía con sus compañeros. Lo veía abatido, humillado, pidiéndole clemencia por los golpes que ella misma le propinaba. Pero como todas las veces, aquello se limitaba a su imaginación. Le temía a su inusual lado perverso, cada vez que la maltrataban. Odiaba las injusticias; sin embargo, no era una mala persona. Jamás podría hacerle daño a alguien.
Ignoró su ingenuo plan de venganza y trató de limpiar sus heridas, antes de entrar a su casa. No quería que sus padres la vieran así, o la castigarían. Por cobarde, por ser un estorbo, una vergüenza.
—Por débil... —murmuró para sí.
[...]
El viento soplaba con fuerza en el terreno desértico de Vejita. Había elegido ese lugar alejado de la ciudad para despedir a sus padres, fallecidos en acción luego de una purga espantosa. Por lo que oyó, defendieron a su equipo hasta el final, ya que sus contrincantes eran muy fuertes.
Apenas contaba con diez años y, tan concreto como era, sintió el enorme peso de la soledad. Aunque no era una novedad: incluso en casa la desatendían. Sabía lo que era valerse sola, durante los viajes de sus padres al espacio; cuidarse de los saiyajin mayores que aprovecharían su desamparo para fastidiarla y sobre todo, contener su debilidad o alguna mala reacción, por si esto ocurría.
—Lamento no ser lo que esperaban —dijo, derramando lágrimas en silencio.
Gine se dio aquel lujo en su sitio privado. Al contrario de lo que muchos pensaban, no le incomodaba tener un alma sensible y generosa; e irónicamente, esa rara cualidad le otorgaba las fuerzas para continuar.
La adolescente se agachó ante unas rocas acomodadas a su gusto y sembró unos tallos coloridos que había encontrado no muy lejos de allí. De sus terminaciones, colgaban unos brotes semejantes a flores carmesí y se preguntó cómo pudieron existir todo este tiempo, con tan poca agua. Eran excéntricas, como ella.
Su habitual sonrisa regresó a su rostro, mezclándose con el llanto que estaba secándose. No era una guerrera por naturaleza. Le apenaba que sus padres jamás supieran cuánto los quería, pero haría lo que fuera posible por honrar su memoria. Se mantendría firme en aquella selva de violencia. Sobreviviría, como siempre lo había hecho.
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Supervivencia
FanfictionEn la violenta sociedad de Vejita, un saiyajin debía ser fuerte y poderoso. ¿Los "débiles" merecían una oportunidad? ¡Por supuesto! Gine lucharía por sobrevivir; se ganaría el respeto de los suyos, sin renunciar a su gentil naturaleza...