Estaba yo en el carro conversando con ese hombre que decía ser mi padre, intente hablarle pero él no me respondía. Llegó el momento que me hablo por primera vez y me dijo:
-Ya estamos por llegar.
En ese instante me di cuenta que existía un muro invisible que nos dividía.
De un momento a otro pasamos del campo a la ciudad.
Al ver los enormes edificios me sentí como una hormiga, nunca pensé que fueran tan altos.
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También vi a una mujer con su bebe en brazos y pidiendo comida mientras que las demás personas bien vestidas pasaban como si aquella mujer con su bebé no existiera, yo no entendía porque pasaba algo así.
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En el campo no pasaba eso sí alguien necesitaba algo siempre se apoyaban entre sí como hermanos aunque no lo fueran, porque en este lugar a que se le llama "ciudad" existe tantas diferencias.
Estuve mucho tiempo observando los alrededores de la gran ciudad, todos los carros intentaban pasar por un angosto camino pintado de negro con líneas amarillas y blancas.
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Veía niños saliendo de los colegios junto con sus madres, sin darme cuenta comenzaron a caer lágrimas de mis ojos y varios sentimientos me atacaron, como: nostalgia, amor, tristeza y soledad. Quería gritar por la desesperación de la incertidumbre pero no podía.
Algo que me sorprendió bastante fue ver a un joven quitarle algo a un anciano y que después comenzará a correr, en mi mente me preguntaba: ¿Qué está pasando en esta ciudad de locos?
¿Como las personas dejan la tranquilidad y amabilidad del campo por venir aqui?
¿Como aquellas personas puede permitir algo así?
De pronto el carro empezó a avanzar.
Intente sacar mi mano por la ventana del auto. -No saques tu brazo, es peligroso - me dice él. La segunda palabra que me dice en toda la mañana.