Sentí un cuerpo retorcerse a mi lado, mis ojos se abrieron de par en par y vi a Euge abrazada a sus piernas, con su mirada triste y pensativa, sin lagrimas pero con los ojos rojos que indicaban que ya no le quedaban más por sacar. Mi cabeza ardía y no estaba segura de si quería volver a sentir eso otra vez.
-¿Estás bien?-Pregunte mirando a mi amiga, ella se abalanzó sobre mí y me abrazo.
Tras veinte minutos de estar abrazadas en silencio le pregunte si quería hablar de ello y me dijo que no, se levanto y prometió volver cuando se sintiera mejor.
-Mañana tengo que ir al medico mañana ¿Crees que puedas...?
-¿Acompañarte?-Cuestione.-Por supuesto, debo trabajar pero veré como hacer.
-Es por la mañana, a las siete, antes de que tengas que ir.
-Oh, genial ¿Crees que tardemos menos de dos horas?-Asintió mientras salía de la habitación en silencio.
-¿Lali?-Dijo luego de un momento.-¿Sabes que te quiero no?
-Si, claro que si.
-Pues, no quiero que olvides eso... Que te amo mucho.-Asentí.
-También yo ¿Qué...?
-Nada, solo quería que lo sepas.
Estaba extrañada de lo que decía, pero decidí omitirlo, aveces ella solamente decía cosas sin sentido o remarcaba que me quería, sobre todo cuando estaba triste.
El teléfono sonó minutos después, atendí con mi voz más ronca de lo normal y con mi jaqueca creciendo a cada lado.
-¿Hola?
-Lali, soy Peter, necesito que vengas a mi casa, debemos hablar.
-De acuerdo.-Solamente dije y me recosté de nuevo.
Tarde algunos segundos en lograr levantarme y vestirme, Euge estaba mirando la televisión en la sala con un cuaderno a su lado, bese su mejilla y le prometí regresar pronto.
-¿Estarás bien o prefieres que me quede?
-Sí, creo que solo veré Friends un rato y ya.-
-De acuerdo.
Salí de la casa con la intención de volver rápido y me tome un taxi hacía la casa de Peter, temía que pudiese llegar a despedirme o algo por el estilo.
En cuanto llegué y golpeé la puerta los nervios comenzaron a apoderarse de mí, abrió con bastante seriedad y soberbia en su rostro, ni un atisbo de sonrisa se escapo de él.
-Hola.-Dije dudosa, él abrió la puerta para que entrara.
-Quiero hablar contigo, siéntate.
-¿Está todo bien?
-En realidad no, sabes que te di una oportunidad de que trabajes conmigo y me ayudaste demasiado esta semana con el manuscrito que has descubierto, pero la realidad es que el estado deplorable en que el que te encontré anoche, drogada y ebria, me hacen dudar de mi decisión de unirte a mi equipo.
-Yo... No estaba en el trabajo, no es justo que...-
-Está bien, pero no sé a que extremo puede llegar esto. Así que debes decidir que es más importante para ti.
-No puedes pedirme que cambie mi estilo de vida, yo soy responsable en el trabajo, no bebo los días de semana y jamás llegue en mal estado.
-Pero ha sido solo tu primera semana.-
-Esta bien, esta bien, dejaré todo esto. Solamente quise relajarme un poco luego de trabajar el sábado.
-No trabajaste el sábado.
-Si lo hice, estoy limpiando la casa de una señora que paga por día. Lo necesito.
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Acabo de empezar.-Aseguré, sin saber por qué debería decirlo.-
-Bien, bueno...
-¿Cómo sabes qué estaba...?
-Llevé a Euge a casa luego de que se quedo dormida, cuando estuve ahí un chico te traía en sus hombros y tu hablabas de unicornios asesinos, me dijo que estabas ebria y que te habías drogado, no me parece el tipo de comportamiento que quiero en un empleado mío.-Asentí.-Pero no te lo digo solo como tu jefe, te lo digo como persona... Quiero que estés bien, quiero lo mejor para ti.-Tomó mis manos.-¿Intentarás hacerlo?
-Si.
-Algo más.
-Dime.-Dije con la cabeza gacha, avergonzada del discurso que me estaba dando.
-Quiero que vayas a alcohólicos anónimos y a narcóticos anónimos.
-Peter, yo no tengo un problema con la bebida, solo lo hago cuando estoy en una fiesta pero en verdad no soy adicta ni nada.-Él me miro por unos segundos.-Por favor, no me obligues.
-Bien, pensaré en eso. Ya que estás aquí ¿Me ayudas? Tengo algunos trabajos que revisar.
-Si no tengo problema.-
Cuatro horas y muchos cafés después ambos estabamos exhaustos, bostece sin querer y Peter río.
-Vamos, te llevaré a casa.-Asentí y me deje guiar hasta la salida, prestando atención a la casa de Peter, siempre ordenada y lujosa, luciendo tan elegante como su dueño.
Quisiera llegar a este nivel algún día, aunque este tan lejos de mi alcance como ganar la lotería para alguien que jamás compra boletos.
El teléfono de Peter suena en medio del camino, y detiene el auto por completo, abre sus ojos quedando completamente en shock.
-¿Qué? Por favor mamá, di que es broma. No ¡No! ¿Me escuchas? No puede ser, tiene que haber un error.
-¿Qué sucede?-Pregunte.
-Dios santo.
Giro el auto y comenzó a andar a toda velocidad, no me atreví a cuestionar lo que sucedía pero apreté su mano, haciéndole saber que no estaba solo.
Se detuvo en el hospital.
-¿Paso algo a tu madre?-Cuestiono, él me miro y solo ahí note las lágrimas que brotaban en sus ojos.
-No, es Euge.-Mi corazón se detuvo. en ese preciso instante.
-¿Qué paso con ella?
Y no necesité respuestas, lo vi en sus ojos.
ESTÁS LEYENDO
El último beso
RomanceUn escritor. Una baterista. Un amor confuso. Personalidades muy diferentes, visiones disparejas y sentimientos encontrados.