III: Teenagers

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" they said all teenagers scare "

A veces un simple adolescente como él, como todos los de ahí, sólo querían observar el cielo y preguntarse qué iba a ser de su vida cuándo saliera de esa mierda. Seguro que iniciaría con sus estudios nuevamente, elegiría una carrera, obtendría un empleo, tendría una casa y familia propia, justo como sus hermanos mayores.
Sonaba como un mero cliché, pero tal vez la vida ya era un cliché en sí misma. Naces, vives y mueres. Todo igual, en todos, siempre.

Sabía que él no podría tener eso, y no sería un cliché. Era bueno, ¿cierto? No seguir patrones era lo que él quería.

Oyó un gritó a lo lejos, la voz muy familiar... Estaba demasiado cansado, no había dormido una noche entera porque no dejaba de pensar en las pequeñas píldoras que se le escaparon a ____ de la manga la tarde pasada.

—¡Suéltame, maldito imbécil!–la voz tronó en sus oídos y despertó a sus demonios.

« Vaya, la loca de tu novia si merece estar en éste manicomio » habló la madura.

—Esto no es un manicomio.–susurró, mirando a la dirección de ____

« Claro que no, si es la casa de campo de los abuelos » carcajeó la nueva.

Kendall volteó los ojos y se enfocó en la escena. Un enfermero que le sacaba al menos dos cabezas de altura a la morena la sostenía de manera poco delicada por el brazo causando que ella se retorciera bajo su toque, pero lo que llamó su atención no fue ese agarre, sino en donde estaba posada su otra mano. Le estaba tocando los pechos.

« Bueno, al menos ya sabemos que es tan puta como te lo dijimos, pequeño engreído. Date la vuelta antes de que Thompson te vea, estás en terreno prohibido. » habló la madura.

Kendall se quedó ahí, medio sentado. Le estaba tocando los pechos y ella estaba luchando, tenía que ayudarla.

« Ayúdala, Kendall. Ella te necesita. Sé un maldito hombre. » le dijo con impaciencia la pacífica.

Y Kendall lo hizo, deseó haber tenido un cigarrillo al menos para dejar que la nicotina le diera ese valor, pero es que no la necesitaba. Iba a salvarla, porque ella lo merecía.

A medida que se acercaban podía oír cómo Thompson, le gritaba insultos y rugía maldiciones al viento.

—¡Maldita puta! Te quedarás quieta o te juro por mis huevos que no saldrás nunca de aquí. —hizo una pausa y le lamió la oreja– Al menos no virgen.

Kendall estaba a cinco pasos de ellos, pero Thompson estaba de espaldas.

—Oye, Thompson. –dijo con voz ronca–Necesito más somníferos, tráelos y deja a la niña.

Thompson se giró, lo miró burlón y aflojó el agarre en los pechos de ella.

—No me importaría compartir, Schmidt. –le dijo mientras le dedicaba una sonrisa.

Kendall casi vomita en ese momento, estaba nervioso.

« Si supiera que ni siquiera se te para... » susurró la madura.

Everything Is Blue |Kendall Schmidt|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora