Capítulo 3 👠 El negocio.

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Estados Unidos, Los Ángeles. Agosto.

— ¿Lista? —me preguntó Jesse, dándome una mirada maligna y divertida.

Lo miré de arriba hacia abajo con desdén. Lucía elegante con un traje azul oscuro y el pelo recogido, y también peligroso al dejar en evidencia las perforaciones en sus orejas y tatuajes. Se veía bien, no podía negarlo, pero yo también me veía bien con un vestido esmeralda y el pelo recogido.

— Siempre estoy lista, bombón —murmuré, sonriéndole con vanidad.

Él sonrió, tomando mi mano y llevándome hacia el interior de la mansión en la que nos encontrábamos. Uno de los atractivos del negocio era aparentar cosas que no eran realidad.

El interior del lugar era magnifico. Lucía como un palacio lleno de brillos y objetos caros. Muy caros. Podía sentir el dinero que costaba todo, y mis ojos no bastaban para admirar cada objeto que quería tener.

Cruzamos el umbral de la puerta, como una pareja común y corriente. Pero en realidad no éramos una pareja común y corriente porque nos veíamos mejor que muchos de los presentes.

En medio de las personas, Jesse me alcanzó una copa de champagne, y le sonreí, sin dejar de contemplar los alrededores. La anticipación se sentía como un ligero hormigueo que recorría todo mi cuerpo, y no podía dejar de estar atenta a todo lo que sucedía.

La fiesta tenía una vibra emocionante, y nadie parecía estar pasando un mal momento. La música comenzaba a elevarse y más allá de que me encantaría estar allí por una cuestión de placer, debía enfrentar mi deber.

Percibí mi humor cambiar por un instante; ver esa gente rica y pretenciosa, me recordaba un poco a mi antigua vida. Aquella de la que hui... «Cuanto más corres para alejarte, más te acercas. ¿Por qué tan solo no te resignas?» canturreó mi conciencia con certeza, e inmediatamente la aplaqué con alcohol.

— ¿Cómo es tu apellido hoy en día? —me preguntó Jesse, en un suave susurro. A medio camino de mi análisis sobre el campo a trabajar, lo miré sobre mi hombro.

—Depp, Summer Depp —respondí, y vi como arrugaba su expresión con confusión.

— ¿Cómo Johnny? —preguntó, y yo asentí.

— Lo amaba en Edward manos de tijera —expliqué, volviendo a mi trabajo, y no pasó desapercibido la forma en que puso los ojos en blanco.

Él lo odiaba, igual que a la película.

Contemplando la habitación cuidadosamente, me detuve en una amplia espalda. Había trabajo físico ahí y podía notarlo. El traje negro y el cabello oscuro fue lo primero que pude identificar de George Rousseau. Pero lo que me ayudó a identificarlo no fue esas simples características. Él estaba completamente rodeado por personas, sobre todo de mujeres, y parecía tener un cartel fluorescente en su frente que indicaba que era el gran protagonista de la noche.

Y, verdaderamente, lo sería.

En un momento, él se giró para observar el panorama y yo pude tener una mejor visión de él. Ya no había videos, revistas, ni fotos. Estábamos cara a cara. Y era todo un lujo tenerlo tan cerca, y no solo por el poder que irradiaba su persona sino también por aquel magnético atractivo que poseía. Y nada tenía que ver el dinero... bueno, quizás sí, si es que no pasó por el bisturí pero ninguna de toda la información que teníamos decía algo sobre eso.

Su rostro tenía rasgos cincelados y precisos; mandíbula fuerte rodeada de una fina y prolija barba, pómulos esculpidos por el mismo Miguel Ángel y labios gruesos totalmente pecaminosos. Pero, tras aquella apariencia de seriedad y pulcritud, podía ver el cansancio y la incomodidad de estar rodeado de tantas personas, sobre todo de mujeres actuando como colegialas frente a sus esposos.

Crónicas de una estafadora [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora