La carretera está vacía y no puede haber cosa peor. Esperaba encontrarme con un tráfico del demonio para así, por lo menos, tardar un poco más en llegar a casa.
Hoy cumplíamos exactamente 10 años de casarnos, y eso me ponía triste. Ya no lloraba como hace dos años, pero aún tenía ese vacío dentro de mi. Todavía podía sentir a diario que algo me faltaba, o más bien, alguien.
Bajé lentamente del auto y me encontré con un escenario vacío. Eran las 11:00 de la noche, casi de madrugada. No era sorpresa que ya nadie saliera a estas horas.
Caminé lento, dejando que mi mente volara. Hace 10 años tomé tu mano, y te juré amor eterno frente al altar. Tenías un hermoso vestido blanco y yo vestía un bonito traje negro. Habíamos celebrado hasta el día siguiente. La noche se nos fue en medio de la gente y la fiesta. Por supuesto, en ese momento ni siquiera me cruzó por la cabeza que el día de hoy te encontrarías tan lejos de mi.
También recordé el día en que nos dieron la triste noticia de que no podrías tener hijos. Lloraste como nunca, y odié desde lo más profundo de mi alma verte así. Dos meses después, adoptamos una cachorra. Cómo eras fan de todas y cada una de las películas de Disney, le pusimos como nombre "Reina". Jugabamos a diario con ella. A la fecha, te extraña... Le gusta dormir del que era tú lado de la cama.
Cuando menos me doy cuenta, ya he cruzado todas las lápidas que tenía que cruzar. Estoy aquí, delante de ti, y no tengo ni la más remota idea de que decir.
–Hola– inútilmente, espero una respuesta –Hoy son 10 años cariño... No... No puedo creerlo, ha pasado tanto tiempo y yo...– Sin poder más, suelto el ramo de flores que llevo entre los brazos y caigo de rodillas frente a ti –Yo no dejo de pensar ni en un momento en ti. Oh Dios, me haces tanta falta cariño... Te extraño tanto...
El nudo que se ha formado en mi garganta no me deja seguir hablando. Hace 4 años que te fuiste. Y, ¡Joder, me odio tanto! ¿Por qué tú y no yo? El imbécil que iba conduciendo era yo, tú no merecías morir...
Me lamento tanto como puedo, porque sé que mañana debo lucir como si fuera feliz para ir al trabajo. Porque nadie debe saber que aún no te supero, y que probablemente nunca lo hago.
Lentamente me levanto. Echo una última mirada al lugar en donde yacen los restos de lo que solías ser y después hago mi camino de regreso al coche
Cuando llego a casa, Reina está echada en la entrada esperando por mí. Cenamos juntos y nos vamos a la cama. Siento el vacío en mí, y justo cuando estoy a punto de echarme a llorar, Reina se acurruca a mi lado. La perrita comienza a aullar, y luego llora. Como si supiese que hoy es un día triste para mí, como si tratase de decirme que ella está aquí.
La atraigo hacia mi y la envuelvo en mis brazos.
–También la extraño Reina, también la extraño...
Y sin más, con la perrita abrazada a mí, me quedo dormido.
