Uno

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No importaba cuantas veces me haya sentido como idiota, no importaba cuantas veces había llorado por las noches hasta quedarme dormida, no importaba cuantas veces me había infringido dolor yo mismo, no importaba porque lo único que importaba era que no era perfecta.

Sentí como un golpe con algo duro me sacaba de mis pensamientos, parpadee un par de veces y miré a mi madre con una sartén en mano, con eso me había golpeado.

-¿Qué me decías?- Cuestione en voz baja, sabía que comenzaría a regañarme.

-¿Qué? Ni siquiera para poner atención sirves, ya olvídalo tú no sirves para nada.- Escupió con molestia para después darse la vuelta e irse de nuevo a la cocina.

Apreté mis labios dando un fuerte suspiro esperando que mis lágrimas no salieron, no por ahora. Una vez lo conseguí tome mis cosas de la mesa y murmuré un "Me voy a la escuela", no obtuve respuesta como siempre.

En el transcurso para llegar a la universidad, sentía como me dolía el pecho, sentía que con tan solo respirar me quebraba por dentro.

Una vez dentro de las instalaciones me dirigí a mi salón, tiré mi mochila y me senté a esperar los demás alumnos, entre ellos llegó una de las compañeras con las que me hablo.

-¿Qué te paso en la frente?- Cuestiono Michelle con voz preocupada.

Maldita sea lo que me faltaba, ni siquiera me había fijado donde me había golpeado mi madre.

-¿Hm? Nada, me estaba quedando dormida y azoto mi cabeza en el pupitre.- Dije restándole importancia, ella hizo como que me creyó y se sentó junto a mí.

Las horas de clases pasaron hasta que llegó la hora de salida, me despedí de mis compañeros y caminando me dirigí hasta casa, en el camino comencé a recordar cómo es mi día a día. "No sirves para nada" "¿Algún día serás perfecto?" "¡Todo lo haces mal, joder!" Cerré mis ojos intentando aguantar las lágrimas que luchaban por salir.

Antes no entendía el porque del que me trataran así pero entonces una tarde me enteré. 

Ellos ni siquiera se dieron cuenta mi presencia en la casa, aunque eso es de todos los días.

-No entiendo porqué tratan así a Bella.- Escuché decir a Emma.

-¿Cómo quieres que la tratemos? ¿Bien? Eso jamás.- Exclamó con enojo mi papá.

-Eso es cierto Emma, ¿Cómo esperas que la tratemos bien si por si culpa nuestra hija mayor arruino su vida?- Escupió con odio mi madre.

-Pero ella no tiene la culpa, ¿lo saben?- Defendió.

-¿Qué no? Ella es el producto de eso, ella es la única culpable.- Gruñó nuevamente mi madre. -Ella solo sirve para arruinar todo.-

-Por eso se merece nuestro odio, ya, ya, deja eso Emma, mejor dinos como vas en la universidad.- Sentenció mi padre.

Volví a la realidad y sentí mi cara mojada y las personas mirarme raro, toqué mi cara y me di cuenta de que estaba llorando. Se qué mi rostro y seguí caminando hacia mi casa.

Yo sabía que algo andaba mal, sabía que por algo me odiaban, pero no pensé que fuera por algo que ni siquiera era culpa mía. Desde siempre yo supe que mis padres eran mis abuelos, y que mi madre era la mayor de sus hijos, yo sabía todo eso.

Iba sumida en mis pensamientos, pero también solo había uno que rondaba por ahí morir. Pensaba en ello todo el tiempo, y cada día se hacía más grande el querer hacerlo.

Nuevamente iba sumida en mis pensamientos que no me fije en nada, no hasta que escuché el sonido de un clac son, al voltear me fije en un carro que venía directo a mí, no supe que hacer mis piernas no respondieron, solo atiné a cerrar los ojos. 

Perfecta imperfecciónWhere stories live. Discover now