Ighner, diosa de las ilusiones, citó a sus hermanos Dahrna e Ihnun en el desierto. Allí, Ighner explicó a sus hermanos como había sido engañada por Zares, quien le había jurado amor eterno, y como en un arrebato lo había asesinado. Entre lágrimas, pactó con sus hermanos en convertir el corazón de su amado en la más terrible maldición para los mortales, si ella sufría siendo una deidad, ellos deberían de padecer también.
Fue así como Dahrna, con el poder de los sueños, tomó la estrella más brillante del cielo. Y con su gran martillo comenzó a golpearla, forjando en ella la maravilla y fantasía, que dejó una estela de polvo cósmico a su alrededor. A éste se unió Ihnun, dios de las mentiras, quien continuó golpeando la luminosa esfera en el centro, añadiendo a su vez veneno de serpiente, el cual cambió el color de la estrella a un rojo carmesí.
Al haber terminado con su parte, los hermanos se apartaron y dejaron que Ighner fundiera el corazón en el centro del astro, templando a la estrella con esperanza, convirtiéndola así en una bella ave. Y así, los hermanos ascendieron la maldición a los cielos, y bañaron el mundo terrenal con él, condenándolos así con la maldición de las promesas rotas.
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