8. Problemas.

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Jean's POV.

Marco y yo seguíamos besándonos sentados en la fuente, como amantes apasionados que creen que el mundo solo son ellos dos. La verdad es que mi mundo se limitaba a Marco y a mi hija. Nada más. Le quería tanto que no podía siquiera imaginar como había podido vivir estos meses sin verlo, sin tocarlo, sin sentirlo. Le había hecho daño, mucho daño, y eso me hería. ¿Cómo pude ser tan estúpido de lastimar a la persona que más amo en este mundo? ¿Cómo pude siquiera comenzar a negarme a ese bebé que crecía dentro de mi esposo? Ahora comprendía lo tonto que fui, y ahora agradezco que el perdone aquella necedad que cometí. Estaba en mi mundo, embelesado con cada sonrisa que Marco me regalaba, cuando de pronto noté una corriente de aire frío que me heló la sangre. Tal vez solo fue un efecto meteorológico, pero...algo me decía que las cosas estaban apunto de cambiar. La calle se sumó en un silencio sepulcral. ¿Acaso era que ya estaba así y al estar ensimismado con Marco no me había dado cuenta? No, juraría que antes había oído risas de niños que pasaban el rato jugando a la pelota o al escondite. Ahora, lo único que llenaba mis oídos era el repiqueteo de las gotas de agua que caían de la fuente y a un dulce Marco repitiendo mi nombre varias veces al ver como mi actitud cambiaba de forma tan repentina.
- Jean, ¿pasa algo? Jean. Jean, ¿te encuentras bien?
Salí un poco del estado de malestar en el que había entrado pero...aún sentía algo en mi corazón que me decía que todo estaba apunto de cambiar.
- Perdona. No...no es nada.-  traté de convencerme a mí mismo. - Volvamos a casa.-  dije decidido. Pero...cuando me levanté y traté de ayudar a Marco a hacerlo un temblor sacudió el suelo bajo nuestros pies. El sentimiento premonitorio que había tenido no me había engañado, estabamos en medio de graves problemas y estaba seguro de que los autores de estos eran aquellos seres monstruosos que vivían más allá de los muros.
- Marco, ¿crees que podrás correr?
- N-no lo sé, Jean... ¿Qué está pasando...? Tengo miedo...
Juraría que Marco estaba por echarse a llorar. Sus ojos me miraban horrorizados y brillantes, como los de un niño al que se le acaba de quitar un caramelo. No quería dejarlo solo, pero mi prioridad ahora era que Marco estuviera en un lugar seguro. Posé mis manos sobre sus hombros, para después pasarlas a sus mejillas, acariciándolas con los dedos y limpiando las lágrimas que ya comenzaban a caerle.
- No te preocupes, si no puedes correr, yo me encargo.
Corrí hacia una casa cercana, suplicándole a la dueña de esta que me prestara uno de sus caballos. Al ver el escudo en mi chaqueta, accedió encantada, me agradeció que luchara por la libertad de la humanidad y me deseó suerte. Llevé al imponente corcel negro hasta donde estaba Marco y lo ayudé a subir a él. Después subí con él, tomando las riendas del caballo. - Agárrate bien a mí.- le ordené, sintiendo como sus brazos rodeaban mi abdomen. Sentía el temblor en estos, así que desenlacé un momento el agarre y besé su mano: -Todo irá bien, te lo prometo.- Tras esto, puse al caballo a galope tendido. Si hubiera sido otra situación habría disfrutado del hermoso ritmo del potente animal, pero ahora, tenía otras cosas de las que preocuparme. Llegué casi por inercia hasta el hostal de Mikasa. Allí Marco no estaría solo y eso me haría sentir mejor. Bajé a Marco del caballo y aporreé la puerta, que cedió al instante. Mikasa me ahorró las explicaciones: - No hace falta que digas nada. Sé lo que está pasando. Marco estará seguro aquí.-  Le agradecí con un gesto de la cabeza y besé a Marco, pero su pregunta de después me impresionó bastante: - ¿Tú no tienes miedo, Jean?-  Me quedé pensativo durante un instante: -Pues la verdad, sí, tengo miedo. Muchísimo, pero...este es mi deber. Proteger el mundo. Tal vez no sea un héroe pero, este mundo es el único que conozco y en él estáis mi hijo y tú, por tanto, no puedo permitirme perderlo a manos de semejantes bestias.-  Mikasa nos observó emocionada: - Puedes irte tranquilo, lo dejas en buenas manos.-  Volví a agradecerle y subí corriendo de nuevo al caballo.
- Jean, ¿volverás...?
- Lo haré, te lo prometo, mi vida.
Dicho esto, puse de nuevo al caballo a galopar hasta el cuartel, donde Erwin, Levi, Eren y Armin me esperaban alarmados. Me anticipé al tomar la primera palabra: - ¿Algún informe de la situación?-  - Dos titanes clase 15 intentan derribar el muro. Un grupo de niños han quedado atrapados tras unas rocas que han caído de este.- me informó Erwin.
- Eren, Levi, encargáos de esos bichos, Armin, Erwin, venid conmigo, tengo un plan para sacar a esos críos.
Como si mis palabras fueran ordenes, la situación se manejó así. Cuando llegamos al lugar, había un par de los niños llorando, aterrorizados. - Jean, es absurdo. Nosotros tres no podemos con todas esas rocas. Deberíamos llamar a alguien.- propuso Armin.
- No, eso no es lo correcto. Supondría poner a más gente en peligro. Hacedme caso cuando digo que tengo una idea. No es necesario mover todas esas rocas, si no que solo una, esa en concreto. Conseguiremos un agujero lo suficientemente grande para que quepa yo y no se derrumben más. No será dificil sacar a esos niños uno a uno desde dentro. Vamos, ayudadme.
Juntos, logramos quitar la roca, aunque nos costó debido a su tamaño. Después me escabullí por el agujero. Había unos siete niños, de no más de siete u ocho años. Un par de niñitas se abrazaron a mí, como si fuera un héroe.
-Tranquilos, pronto estaréis en casa. Aquí detrás del muro no corréis ningún peligro. Más soldados acabarán con esas bestias enseguida.
Sentía bastante más empatía con los niños que en otras ocasiones en las que he tratado con ellos. Supongo que era el instinto paternal que había aflorado en mí desde que Marco estaba en estado. Poco a poco mientras sacaba uno a uno a los niños, me informaron de que Eren y Levi habían acabado con esos dos monstruos pesados. La misión salía de acuerdo a lo previsto. Los niños ya estaban fuera pero cuando fui a salir yo...las rocas se derrumbaron, dejándome atrapado en estás y con un pie encajado bajo una. - ¡Jean!-  exclamó Armin.
- Tranquilos, creo que solo me lo he roto. Si conseguís levantar un poco esa roca para que saque el pie, puedo quitar unas cuantas para salir.
La piedra era enorme y me había hecho añicos el tobillo, pero tenía que aguantar, prometí a Marco que iba a volver, y así sería. Erwin y Armin sacaron todos sus esfuerzos para levantarla hasta que el pie pasara através del hueco. Poco a poco quite un par de rocas pequeñas de un costado, logrando salir junto a mis compañeros.
- Menos mal, Jean.- dijo Erwin. - Aún no comprendo como puedes lograr tener esa gran fuerza de voluntad, enserio.-
- Es sencillo, no soy yo quién me da la fuerza, si no cierta persona que me da la felicidad.- dije sonriendo de forma boba y enamorada.

Una vida a tu lado (JeanxMarco) ©.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora