Sergio oyó pisadas acercándose y cogió la mano a su hermana, a la vez que le pedía silencio situando el dedo ante su boca y se situaba delante de ella. Cuando vio aparecer al joven extraño, la ocultó aún más tras de sí. No se fiaba de él y no dudó en demostrárselo con una fiera mirada.
—¿Qué quieres? —preguntó desafiante.
El desconocido rio.
—Vaya, pequeñajo, qué desconfiado eres. Sólo quería hablar con vosotros. Me llamo Leto, ¿y tú? —terminó de hablar mirándole a los ojos, con una amplia sonrisa en los labios.
—Sergio —respondió, sin bajar la guardia—. Ella es Verónica.
—Oh. Qué nombres tan bonitos —dijo—. Y comunes. Muy diferentes al mío... —masculló entre dientes, de forma que ni Sergio ni Verónica lograron entenderle.
Sergio continuó inmóvil, no daba señas de querer continuar esa conversación. Tras la sonrisa que Leto mantenía en su rostro intuía que quería decir algo; también veía cierto titubeo. Miró a su hermana. No parecía asustada, pero sus ojos demostraban que ella también desconfiaba del joven. Cuando volvió el rostro de nuevo, se encontró a Leto acuclillado, con la vista perdida. Sentía curiosidad por saber quién era ese chico y qué hacía en su casa precisamente ese día, en Nochebuena. Respiró hondo y se envalentonó para preguntárselo.
—¿Por qué estás aquí? Es Nochebuena. En Nochebuena la gente se reúne con su familia. ¿Quién eres? ¿Por qué mis padres se agitaron tanto al verte?
—Calma, enano. Qué preguntón eres —hizo una mueca que pretendía ser amistosa, pero Sergio siguió mirándole fijamente—. Está bien, poco a poco, ¿vale? —esperó una respuesta, pero al ver que no llegaba continuó hablando— Empezando por la última, se pusieron nerviosos: no esperaban verme; hacía mucho que no me pasaba por aquí... Y precisamente por eso vine: por eso estoy aquí.
—No es suficiente razón. Deberías estar con tu familia, ¡es Nochebuena! ¡Lo importante de la Navidad es estar con tus seres queridos!
El joven mostró una sonrisa condescendiente. Estaba claro que los padres no les habían contado nada a los niños. Sintió cierta satisfacción al saber que él sería quien les contase la verdad.
—¿Sabes? Resulta... que somos familia —dejó caer la última palabra, casi con indiferencia, pero observó con avidez los gestos de los niños. Sin embargo, no encontró lo que esperaba. Si bien Verónica había quedado un poco descolocada, Sergio apenas se inmutó.
—¿Ah, sí? Y entonces, ¿por qué nunca antes te habíamos visto? Conocemos a todos nuestros primos, nos reunimos todos los años el día de Reyes. Y tú nunca has estado en esas reuniones.
Tras estas palabras, el joven soltó una sonora carcajada. Sergio quedó estupefacto. No comprendía por qué se reía.
—No pillo la gracia. ¿De qué te ríes? ¡No he dicho ninguna tontería! —farfulló, confuso.
El joven continuó riendo. Poco a poco se fue calmando, y se decidió a hablar.
—Eres perspicaz, pequeñajo. No somos primos. ¿Quieres saber qué relación tenemos?
Sergio, incapaz de hablar, sólo asintió con la cabeza, levemente. Leto, satisfecho con la reacción del niño, paladeó esos instantes y se demoró en responder.
—Yo... Soy tu hermano, Sergio. Hola, hermanito.
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Las navidades de Sergio
Short StoryUn chico de una familia de clase baja vive la navidad. Una navidad que acabará cambiando completamente su vida.