Visita inesperada

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Sergio había llegado ya a su calle. Vivía en un barrio pobre y con mal aspecto, aunque estaba cerca del centro. Era una vergüenza el estado en el que estaba dada su cercanía. La mayoría de las casas tenían grietas en las fachadas, pero las deshabitadas —que no eran pocas— más aún. Éstas además no tenían puertas ni contraventanas: algunas habían volado, otras habían sido robadas.

Cuando estaba entrando al desarreglado jardín, se dio cuenta del ruido que se oía en el interior de la casa. Oía varias risas y una voz grave intentando hacerse oír por encima de ellas. Los abuelos debían de haber llegado antes que él. Se apresuró a entrar para poder darles un abrazo y que viesen cómo había cambiado desde el año pasado: había crecido mucho.

— ¡Ya estoy en casa!— gritó al abrir la puerta—.

Entró a la sala de estar y encontró a toda su familia reunida: sus padres, su hermanita Verónica, sus abuelos... Y otra persona más. Se detuvo en el marco de la puerta, no sabía quién era el otro. Era un joven de unos dieciocho años, de complexión atlética y muy alto. Sus rasgos le sonaban, pero no sabía de qué...

— ¿¡Sergio!? ¿Eres tú? —le preguntó su abuelo—. ¡Cuánto has crecido! ¡Ven a darle un abrazo a tus abuelos!

Sergio se acercó a él, pero sin dejar de mirar al intruso. Su cara le hacía sentir una extraña sensación de proximidad. Cuando su abuelo lo abrazó y lo levantó del suelo, decidió dejarlo pasar. Sus padres seguramente se lo presentarían pronto y si realmente lo conocía, ya se daría cuenta. Cuando su abuelo le dejó en el suelo, le dio dos besos a su abuela y se sentó en mitad de ellos. Se sentía tan feliz estando con ellos después de tanto tiempo sin verlos...

Un rato después, se percató de que su hermana le estaba haciendo gestos para que se acercase. Verónica nunca quería hablar con él a solas. La vio dirigirse a su habitación y la siguió.

— Ese chico llegó poco después de que salieses —le dijo cuando llegaron al dormitorio—. Es raro. Mamá y papá se sorprendieron al verlo y se encerraron en su habitación poco después. Susurraron durante un buen rato antes de salir. Estaban nerviosos. Le dijeron que podía quedarse a cenar con la familia. No ha dicho nada desde entonces, sólo está de pie.

— ¿Dijeron con la familia? Qué raro. ¿Y lleva todo el rato ahí quieto?

—Sí. Cuando llegaron los abuelos se puso un poco nervioso, pero tampoco dijo nada. Mamá le dijo algo a la abuela al oído y después la abuela le dijo algo al abuelo. ¿Quién será?

—No sé, Vero. Pero esto es muy raro...

Las navidades de SergioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora