Capítulo 2.

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Con mis maletas en mis manos y a punto de tomarme el micro contemplé el barrio donde me crie, sujeté mi cadena con fuerza y miré al cielo, sabía que donde estuviera él me protegería y que a partir de hoy todo estaría bien. Justo antes de partir miré hacia mi espalda esperanzada de que mi padre estuviera ahí para despedirme, apreté fuerte mis labios y con mis ojos cerrados me obligué a continuar.

Ya en mi asiento recordé la discusión que tuve con él cuando me descubrió huyendo. Como lo normal, se volvió violento pero mis agallas fueron más fuertes y lo detuve antes de que me forzara emocionalmente a quedarme, al final Joseph se rindió y tendido en sus rodillas me suplicó que no me fuera prometiendo que iba a ser mejor. Esa imagen dio un vuelco a mi corazón, por un momento dudé, tal vez después de todo aún existía el padre que era antes. Traté de hacerle entender porque lo hacía y si quería empezar a ser un buen padre tendría que darse cuenta de que éste no era un buen lugar para mí.

También se lo había prometido a Jason. Iría en busca de mi destino y lo haría también por él.

El micro partió y mi corazón vibró, suspiré acomodando mi cabeza en el asiento, con los ojos cerrados sonreí, libertad.

La instalación quedaba en Hawks, un pueblo en el condado de Dare, Carolina del Norte. Era famosa por entrenar a los marines más fuertes y en mi cabeza estaba completamente decidida a convertirme en uno de ellos. En mis manos observaba un folleto de la escuela de marines, al parecer el entrenamiento era más exigente y rudo, las clases teóricas se basaban en estrategias, idiomas, código Morse e historia de guerra en general.

Habían pasado ya una hora de viaje y aún quedaban siete más, cansada tomé mi abrigo y lo usé de almohada, lo coloqué junto a la ventanilla y cerré mis ojos por un momento, al abrirlos ya había recorrido más de la mitad del camino. El micro iba prácticamente vacío y desde el asiento trasero me sentía aislada del mundo, cosa que me agradaba, cogí una barra de cereal azucarada y tranquilamente curioseé el paisaje, todo era natural y tranquilo comparado con el feo panorama que ocupaba mi ciudad. Por primera vez en mi vida sentí paz.

Después de un largo tiempo se acercaba mi parada, como habíamos acordado, el gentil chofer me acercaría lo posiblemente cerca de la escuela. Al ayudarme con mis maletas me indicó el camino correcto y le agradecí cordialmente, el señor mayor me deseó suerte y continuó su camino. Con mis maletas a cuestas caminé por la ruta, luego de tres manzanas noté el enorme edificio, su campo de entrenamiento era inmenso y ya se podía notar a los estudiantes uniformados trotando con su tropa y cantando alguna canción humillante. Caminé hasta formar una fila con otros recién llegados, el coordinador pasaba lista y nos dirigía a un sitio predeterminado.

—Nombre recluta— exigió una voz gruesa.

—Stuart Señor, Amelia Stuart.

—muy bien Stuart, bienvenida a la escuela militar Roosevelt, aquí tienes tu uniforme, tu número asignado es el 102 y tu habitación 400B.

—gracias Señor.

Asintió seriamente y me alejé a mi habitación.

Cuando encontré la habitación 400B noté que no era la primera en llegar, una chica con rasgos asiáticos me observó seriamente.

—sabes que este no es un lugar para princesitas ¿verdad? — insinuó mirándome con una ceja arqueada.

Su ironía me tomó desprevenida, sabía que mi complexión física se notaba un poco debilucha pero internamente era más fuerte de lo que aparentaba. Eso creía yo.

— ¿sueles juzgar sin antes conocer a la persona? —Pregunté colocando mi maleta en una de las cuatro camas— ¡Cuidado! Te puedes tragar tus propias palabras— le guiñé un ojo sarcásticamente.

En La Mira© Saga DISPARA#1(Completa En DREAME)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora