PRÓLOGO

135 11 4
                                    

×××

Su cuerpo yace tirado entre el frío asfalto y las marcas de neumático quemado, su ducati diavel x more negra se encuentra a escasos metros de él, pero ahora tan solo es un montón de metal inservible, que dejan a la duda de que podría haber sido hace tan solo unos minutos atrás.

Sus ojos están abiertos, pero su mirada zarca está perdida y fija en algún lugar de la transitada carretera; y no puedo evitar preguntarme si está vivo o muerto. Su chaqueta de piel negra ha salido disparada a lo lejos y su sudadera ha quedado remangada hasta su tonificado pecho. Sus pantalones ajustados están rotos por los muslos y rodillas; una de sus bambas se ha perdido en la caída. Sus labios fríos, agrietados, ensangrentados y entre abiertos dan paso al frío aire invernal que llega a sus pulmones, y su pecho sube y baja débilmente en una respiración irregular.

Su tez, ha perdido su tono bronceado habitual y múltiples hematomas resaltan ahora sobre su clara y fría piel.

Me acerco, y me arrodillo frente a él, pero un líquido espeso y cálido baña mis rodillas descubiertas, cuando mi mano la limpia me doy cuenta de que es sangre, su sangre...pero... ¿Por qué esta tan espesa? Un charco de gasolina proveniente del motor de su destrozada moto, se mezcla con la sangre de sus heridas entreabiertas. Su melena azabache está desordenada, aunque esta vez no es porque él quisiera.

Lágrimas caen una tras otra de mis ojos, dejando un rastro agrio y salado por mi rostro. No podía, no quería creer lo que estaba viendo en este momento, mi hermano, la persona más valiosa de mi vida muriendo ante mis ojos, y yo...yo a pesar de querer...no podía hacer absolutamente nada para poder detenerlo.

Pero entonces, la sirena de emergencias suena a lo lejos, y la luz tenue de ésta ilumina la oscura escena.

James, parpadea por primera vez desde el accidente y una lágrima solitaria moja su temerosa mejilla. Su cuerpo se tensa, como si quisiera moverse, pero por más que lo intenta, no responde, no reacciona... y la frustración que siente es perceptible en sus grandes y oscuros ojos. Paso mi manga por su cara, secándole aquella lágrima desgarradora y le abrazo, aferrándome a su cuerpo, a él... como si eso pudiese impedir lo inevitable, dejando que mi ropa clara se tiña de mi propia sangre, su sangre... y mis lágrimas humedezcan su torso cubierto.

Y es hay, en esa fracción de segundo, mientras nuestros cuerpos están unidos mediante el abrazo, cuando siento su último suspiro escapar de sus labios y con él, su alma abandonar su cuerpo, dejándome completamente sola y vacía.

Fue entonces, con su cuerpo inerte entre mis brazos, cuando el miedo me invade. Mi mente se nubla y mis ojos se empañan. Mi alma se quiebra y el dolor se apodera de mi. Es por eso que estoy llorando. Lloro. Lloro como nunca antes lo había hecho, dejando que mis lágrimas salgan sin pausa y mi garganta escoza de tanto gritar... simplemente, intento sacar mi impotencia, mi dolor... ante la pérdida de mi gigante... de mi hermano.

De repente, despierto. Y es entonces, tras un mes después del accidente, cuando comprendo que se ha ido, que ya no se encuentra junto a mi... y que nunca jamás, podre recuperárlo...

×××

Latidos sin compases PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora