Cuando ____(t/n) Krushnic conoce a Dean Winchester todo su mundo se tambalea.
La joven no puede evitarlo al igual que Dean no puede evitarla a ella, pero ambos saben que son desastrosos.
¿Las dos personas más retorcidas y rotas enamoradas la una de...
Me observo en el espejo, debajo de mis ojos y detrás del maquillaje se encuentran unas ojeras gigantescas que para mi suerte no son difíciles de ocultar. Cass aparece detrás de mí sujetando mi mano
-¿Estas lista?- le doy una mirada volviendo a vernos en el espejo
-Si dijera que sí... ¿me sentiría más segura?- el hombre de ojos azules sonríe finamente
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-Claro que no.- asiento con una fina sonrisa en mis labios moviéndome para tomar mi cartera
-Ya lo sabes, no vuelvas más de las once y nada de chicos.- Charlie está en el sillón guiñándome un ojo, suelto una risita mientras me encamino a la puerta
-Creo que deberían venir, sería como volver a cuando éramos adolescentes.- ambos me miran negando
-Esta es tu noche cariño, aprovéchala.- Cass me da un último empujoncito haciéndome salir por la puerta.
Bajo las escaleras nerviosa viendo como mi vestido se mueve al compás de mí andar y estoy nerviosa como si tuviese 17 años nuevamente pero esta vez todo será diferente, eso esperaba.
Salgo encontrándome con un hombre rubio de ojos color esmeralda sonriéndome, tiene los brazos cruzados sobre el pecho y está apoyado sobre su negro corcel, en este caso el Impala.
-Buenas noches.- Dean me da una mirada de arriba abajo procediendo a abrir la puerta del auto, entro sentándome del lado del acompañante, éste se apoya en el borde de la puerta antes de cerrarla
-Como luces ahora estoy seguro de que podrías hacer caer todo los ángeles del cielo.- me da una sonrisa inclinando su cabeza mis mejillas se vuelven rojizas, camina por delante del auto subiéndose a mi lado y rápidamente poniéndolo en marcha.
-Todo un conquistador Dean.- pronuncio sarcásticamente mientras mis mejillas se vuelven rojizas, camina por delante del auto subiéndose a mi lado y rápidamente poniéndolo en marcha.
El viaje transcurre en silencio pero no incomodo, por momentos la expresion del hombre es seria y distante,
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por momentos nos observamos y sonreímos, y de alguna manera natural nuestras manos se encuentran a medio camino entrelazadas como si fuera cosa de todos los días.
