2._ TAN LEJOS COMO PUEDA

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Tres meses. Ese es el tiempo que Z pasóen el hospital antes de poder volver a casa. Habían sido necesarias varias cirugías y sin embargo, siempre pensó que no sirvieron paranada.

- ¿Estás listo?- Preguntó John.

- Claro- Dijo Z. Sin ninguna emoción.Con cuidado se levantó de la silla de ruedas y llegó hasta lasalida. Tenía que tener cuidado de que no le diera mucho el sol enla piel.

Ni John ni él dijeron nada, pero lasmiradas de horror de la gente con la que se cruzaban eran evidentes,y molestas.

Debido al tiempo que pasó bajo losrescoldos y las llamas hasta que pudieron sacarlo, el traje ignífugohabía acabado por derretirse, y se había pegado a su piel.

La peor parte, el pecho y uno de losbrazos, la cara y el cuello.

De hecho la piel de su brazo habíatenido que ser retirada quirúrgicamente porque le habríaimposibilitado volver a estirar el brazo nunca más.

Los injertos de piel no habíanresultado bien y la mitad de su cara era como un pegote de plásticomedio derretido.

Z. recordaba perfectamente el momentoen que el médico le dijo que jamás podría volver a ser bombero.Que aquello se había acabado para siempre. Estaba jubilado, con 32años. Su vida, había acabado.

Probablemente lo más duro de todoaquello fuese enfrentarse a su propio reflejo en el espejo. Evitabamirar cualquier superficie reflectante.

John condujo en silencio hasta su casa.Siempre habían vivido cerca, desde que estaban en la academia yalquilaron aquellas pequeñas casas baratas en el mismo vecindario.

- Molly ha preparado un almuerzo,espero que no te importe-. Comentó John, con prudencia.

- No. No quiero ver a nadie.

- Venga, Z, es Molly. Puedes mantenerlaapartada del hospital quizá, si hablas con las enfermeras, peroDios... ¿en qué momento has pensado que vas a poder alejarla de tien casa? Nunca has podido y menos ahora.

- Antes no era un puto monstruo.

- Mierda, Z. Eres tú, eres el mismo.Sí, eso se ve... mal, pero joder, nosotros te queremos, siempre lohemos hecho y no va a cambiar porque tengas cicatrices.

- ¿Cicatrices?- Rió Z con ironía. -Ojalá esto fuesen cicatrices. No tengo cara, John, la piel de micuello, pecho y brazo es prácticamente una amalgama, una masainforme sobre lo que queda de músculo y huesos. Soy un monstruo,aunque intentes hacer como que no, sabes muy bien lo que tenemosentre manos.

John suspiró amargamente. No era laprimera vez que hablaban de esto, pero Z no pensaba dejarse convencerpor los intentos de su mejor amigo por negar la realidad.

De todos modos, era cierto. Molly nohabía podido visitarle en el hospital porque pidió a las enfermerasque le restringiesen las visitas cuando le llevaron finalmente aplanta. Ella no le había visto realmente.

La piel aún estaba muy roja, y dolíacomo el infierno cuando se acercaba la hora de tomar su medicación.Si alguna vez se le podía haber considerado atractivo, desde luegoaquella época había pasado de largo para no volver.

- Bien, dejemos que me vea y salgahuyendo por sí sola- Murmuró Z.

- Basta de esa mierda, Z. De verdad,ella no saldrá corriendo.

- ¿Quieres apostar?

- No pienso quedarme tu dinero, ellaestá ahí y seguirá estando.

Z bufó como única respuesta.

FiredancerWhere stories live. Discover now