La rueda de la fortuna

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-Vamos Diana, será divertido.- Dice Irene mientras agarra mis manos y me mira con cara de perrito mojado.- Por favor, nunca antes fuimos al circo y solo estarán aquí una semana.
Pongo los ojos en blanco, no soy muy fanática del circo. Mi padre solía llevarme cuando tenia siete años, los payasos mal pintados y las luces de colores parpadeantes me dejaron pesadillas por mucho tiempo.
Odio los payasos.
-Irene no quiero ir, pídele a tu novio que te lleve con el.
Irene me mira con el ceño fruncido
-Sabes muy bien que estoy peleada con el.- Cruza los brazos sobre su pecho.- Es un idiota, hablar con esa cabeza de escoba sabiendo que ella sueña con tenerlo en su cama como a todo el mundo.
Río antes su referencia hacia Vanesa, Irene y ella se odian desde jardín de niños. Cuando Vanesa me tiro al lodo y grito que era una niña horrible, Irene apareció y pego en todo el cabello de Vanesa pegamento con brillos, tuvieron que cortarselo por completo.
Somos mejores amigas desde entonces.
-Es que, no lo se, mira si nos secuestran.- Digo mirandola a los ojos, ella solo rie.
-Dejate de estupideces, es solo una función, ademas yo voy por la ruleta de la fortuna. Dicen que la mujer que esta bajo ese juego, puede decirte tu futuro.
-Dime que no crees en eso tu tambien, ya sabes tu futuro. Trabajaras en la empresa de tu madre y vivirás conmigo en una casa pequeña.
Me mira horrorizada.
-Primero nuestra casa sera enorme, segundo, no trabajare con esa mujer y tercero, alistate.- Me sonrie mostrando todos sus dientes.- Iremos al circo!.

Caminamos por más de una hora, mis pies ya no dan para más. Irene en cambio no puede ocultar su emoción, así aprovechando esa emoción le pedí que me cargue en su espalda.
-Oh por dios.- Dice arrojandome en el suelo.-  Mira Di, ahí esta!.
Y si, ahí estaba. La enorme ruleta de la fortuna enfrente de nuestros ojos. Irene corre mientras me levanto del suelo y trato de alcanzarla.
Un hombre de extraño bigote frena nuestro paso.
-Niñas, necesitan entradas para este juego.
-No vinimos al juego, vinimos a ver a la mujer de la rueda.- Suelta Irene con entusiasmo.
El hombre rie y me observa. Duda unos segundos y vuelve a correrse.
-Por ser su primera vez, pueden entrar pero tengan mucho cuidado con Minerva.
Irene toma mi manos y luego de decirle gracias a ese hombre me arrastra hacia la pequeña tienda debajo de la ruleta. Me giro para ver de nuevo a ese hombre pero me sorprendo al ver que ya no esta.
Entramos a la tienda. El aroma es muy fuerte, hay muchas flores por todos lados y también cuadros colgando de las "paredes", mujeres haciendo poses raras congeladas en pequeñas estatuas, paso mis dedos por estas y una voz un tanto aguda hace que por poco tire una de estas.
-Querida, ten más cuidado.- Una mujer de pelo negro y un trapo rosa en la cabeza me mira con sus hermosos ojos celestes.- Esta es la estatua más preciada de mis hijas, no se que haría si se rompe, me mataran.
Irene me mira y toma mi mano con fuerza antes de sentarnos frente a esta.
-Nosotras...- Comienzo a decir.
-Estan aquí para saber su futuro, los e cariño.
-Las cartas le dijeron eso?.- Pregunta Irene con sorpresa.
-No.- Confieza.- Pero porque otra cosa vendrían.
Irene se encoje en su silla, la mujer llamada Minerva saca una pequeña caja de abajo de la mesa y saca de estas un pequeño maso de cartas gastadas, las reparte en la mesa y nos mira.
-Cada una tome tres.- Nos indica.
-Como sabremos cuales son esas tres?.- Pregunto.
-Se sentirán calientes en sus palmas.
Irene comienza, levanta dos del medio y una de la esquina, llevo mi mano a las cartas, sin mucha fe.
Extrañamente, la mujer estaba en lo cierto, las cartas se sienten heladas y solo dos se me hacen calientes al tacto.
La miro.
-Usted dijo que tendrían que ser tres.
-El destino no siempre hace que acierte querida.- Me sonríe y da vuelva las cartas de Irene.- Oh hermosa niña, veo que estas enamorada y que ese amor no es para nada correspondido. Pero no es del chico al que llaman, Tadeo.
Irene abre sus ojos la miro sin entender. Tadeo es el novio de Irene, han estado juntos por 2 años.
-Y quien es el otro chico?.- Pregunta Irene con poca voz.
-París.
Irene se pone palida, París y Irene siempre han tenido esa típica onda de secundaria antes de que Tadeo se le declarara y ella aceptara encantada. No puede estar enamorada de el o eso creo.
-Veo que también estas pasando por una noticia muy sorpresiva pero muy alegre.- Dice tocando las otras dos cartas.- Un embarazo, querida, las decisiones deben tomarse de a dos.
Irene nunca estuvo tan palida.
Embarazo, la madre de Irene se entero hace dos días que estaba embarazada del padre de Irene. Ella reacciono mal, ya que ellos, no están casados.
-Algo más?.- Pregunto por Irene, ya un poco asustada.
Minerva duda y niega con la cabeza. Siguen mis cartas.
Me mira asombrada.
-Tu destino esta aquí.
La miro sin entender.
-Un momento, a ella le dijo varias cosas y a mi solo cuatro palabras.- Me río, ella se mantiene seria.- ¿A qué se refiere con eso?.
-Tu destino es el circo, aquí encontraras lo que buscas.
Tomo la mano de Irene y me levanto junto a ella.
-Bueno, fue muy divertido pero debemos irnos.- Saco unos billetes de mi bolsillo y los pongo en la mesa.- Un placer conocerla, Minerva.
-El placer es mio, Diana.
Salimos de la ahí, Irene sigue pálida mientras sostiene mi mano con pocas fuerzas, no dice ni una palabra, lo cual es raro de Irene.
-Ti distini is il circi.- Imito la voz de Minerva.- Claro, seré la mujer de madera, apenas puedo estirar los brazos.
Miro a Irene.
-Oh vamos, no iras a creerle. París es muy lindo y todo pero tienes a Tadeo.- Sigue sin mirarme.- Y lo de tu madre, capas se entero por ahí, llevan aquí bastante tiempo. El pueblo es pequeño.
-El pueblo es pequeño.- Repite.
Miro el cielo, esta completamente nublado, lloverá en cualquier momento.
Giro mi vista y veo una enorme carpa extendida. No puedo creer que diré esto.
-Entremos a la función.
Irene gira a verme sin decir nada.
Corro hasta la entrada y pido dos boletos.
-Tal vez sea divertido.- Digo poco convencida.- Quizás ni hay payasos.
Sonríe sin gracia y mira el suelo.
Un hombre pasa con muchas bolsas de manies y dulces, pido dos copos de nieve. Uno rosa y azul.
-Mira Irene, a ti te gusta el azul.- Sacudo el paquete delante de ella sin ningún resultado.- Bueno, más para mi, ojala no me haga encima con tanto azúcar.
Las luces de apagan, la luz roja aparece.
Al igual que mis nervios.
Repito en mi mente que esto es por Irene y para que le vuelva el alma al cuerpo, sujeto su mano. Una mujer aparece, pelo blanco y labios pintados de rojo, sus cejas pintadas y pestañas largas. Hermosa es aunque su maquillaje sea exagerado.
-Damas y caballeros.- Su voz suena por toda la carpa.- Bienvenidos al circo de Venus.
Mis manos sudan.
Mierda, Irene debo amarte mucho.

El circo de Miss VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora