Amor sin barreras (Klaine)

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 AMOR SIN BARRERAS

 Mi nombre es Blaine Anderson. Soy un chico de 24 años al que le gustan los deportes de riesgo, los animales, salir a correr a los parques, la literatura, el arte y la moda. No me considero un rebelde, pero no me conformo con lo que la sociedad estipula que es correcto. De ser así, yo no llevaría una vida casi como la de cualquier chico. El motivo es uno... soy sordo desde que nací. Bueno, dependiendo de la parte de la sociedad a la que le preguntes, hay otro motivo que añadir, mi homosexualidad.

 Vivo en un apartamento con Sam, mi mejor amigo, en la maravillosa ciudad de Nueva York. Él me acompaña en la mayor parte de mis locuras. Aprendió el lenguaje de signos para poder comunicarse conmigo. Lo único que no soporto de él es cuando nos enfadamos. Dice que no me puede gritar con las manos, por lo que se dedica a torturarme con la primera luz que encuentra... Si, está muy loco, pero lo amo por encima de todo... como amigo, no confundáis las cosas. Además, vivimos con dos perros, un dálmata de tres años llamado Pongo y una carlina de uno llamada Nala (vale, me gustan las películas de Disney, no es un delito ¿o si?). Los dos juntos son una locura, pero son un amor. El macho es muy educado y bueno, la pequeña es una revoltosa y la reina de la casa... para algo es la única chica.

 Los dos nos encontramos ahora corriendo por Central Park con Pongo, ya que Nala no es capaz de seguir nuestro ritmo, porque su raza tiene problemas de respiración y no puede correr tanto tiempo, se cansa pronto y no para de jadear. Luego la buscaremos y nos iremos los cuatro a jugar. De repente, el perro se separa de nosotros y corre hacia dos chicos que están sentados en el césped. Sam y yo nos dirigimos hacia allí para pedir disculpas... Bueno, lo hará mi amigo, a mí probablemente no me entiendan. Es raro, mi dálmata es muy obediente. De la enana me lo hubiera esperado, pero de él no. Sam comienza a hablar y veo que la chica responde, me siento impotente, me gustaría seguir la conversación. De repente mi mirada se cruza con la del chico... vale, mi mente se quedó en blanco un momento, ¿cuánto tiempo habrá pasado? Veo que el rubio sigue hablando, por lo que no preocupo. Toco el hombro a Sam para que se acuerde de mí, no estoy seguro, pero si está intentando ligar con la chica nos podemos quedar horas aquí. El me explica con señas que ellos son Rachel y Kurt y que son parte del elenco de actores del musical que fue a ver el otro día con Quinn, una chica que es amiga nuestra desde el instituto. Aprovechan los días que viene mi hermano a verme para hacer esas cosas, ya que yo no puedo ir. Me da rabia que no puedan hacerlo más veces por mi culpa. Sin embargo, no hay manera de convencerlos de que me dejen en casa y salgan ellos al teatro, cine o discoteca. Mi amigo vuelve a hablar con la morena, por lo que yo me dedico a observar al chico. De vez en cuando participa en la conversación, pero parece que le incomoda un poco. Veo que la chica saca de su bolso un papel y un boli, escribe algo y le da el papel a Sam. Perfecto, a vuelto a ligar, ¿no hay mujer que se le resista? Puede que sea un poco estúpido de mi parte preguntarlo cuando yo mismo tuve un crush con él cuando íbamos al instituto... pero eso es otra historia. Veo que Kurt me dice adiós con la mano por lo que entiendo que el rubio se está despidiendo. Pongo mi mejor sonrisa y repito el gesto del castaño. Seguimos con el paseo.

 Dos días después...

Estoy paseando con Pongo y Nala en este momento. Los llevo a los dos atados porque vamos a un parque a jugar. No es que se me vayan a escapar, ninguno de los dos se aleja mucho de mí, pero tengo miedo los coches. Los soltaré cuando lleguemos al destino, hasta entonces, no les queda otra que ir con correa. De repente, pongo comienza a tirar. No lo entiendo, Nala es la que hace esas cosas. Entonces lo veo, otra vez Kurt, cargado con una bolsa con comida. Me saluda con la mano y una sonrisa antes de acariciar a Pongo. Por supuesto, la enana no puede ser menos y se abalanza contra el chico para chuparlo y recibir sus mimos. Se incorpora y coge su teléfono y empieza a tocar la pantalla. De repente, me pasa el móvil y leo lo que ha escrito.

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