Todo aquello que es Park Ji Min roza lo etéreo. Curiosas palabras, especialmente habiendo provenido de los labios de un ángel de la guarda.
Park Ji Min, el de los ojos avellana y mirada llena de inocencia, el de sonrisa tan brillante que deja al sol en vergüenza, el de voz tan melodiosa que consume la mente y apacigua el alma.
Él, el de dibujos cicatrizados en sus muñecas y cuyas lágrimas podrían dar origen a las flores más hermosas.
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Ser un ángel de la guarda no es tarea simple, especialmente cuando la ira intenta consumirlo al presenciar el paulatino destrozo la vida de su protegido por culpa de gente que nunca podría verlo como el verdadero ser magistral que es, ni siquiera Ji Min mismo nota su majestuosa realidad.
"Ji Min, si tan solo pudieras verte a través de mis ojos, ¿podrías notar que tu sola existencia es la genuina definición de arte?"
Uno de los pasatiempos más adorados de Jung Kook es tomar su mano mientras duerme... O al menos lo intenta. A veces, cuando el valor toma posesión de él, besa cada una de las cicatrices y trazos en las muñecas de Ji Min mientras los cuenta a tiempo lento uno por uno.
A veces el número aumenta, a veces es estable, pero nunca disminuye.
Ocasionalmente Ji Min se despierta en medio de la noche por motivos anónimos y, a pesar de ser continuamente el mismo final, Jung Kook se aferra a la vana ilusión de que, tal vez, con algo de suerte, lo haya sentido y por fin logre verle después de tanto, incluso a costa de que eso significa romper las reglas.
Constantemente Ji Min le habla mientras gotas de lluvia resbalan de sus ojos en sus noches más oscuras; suelta gritos silenciosos pidiendo clemencia, rogando por la paz eterna para su alma en desasosiego.
Y él no lo sabe, pero su ángel siempre está a su lado, escuchando cada una de sus plegarias y llora de impotencia junto a él mientras intenta acariciar con sus dedos las suaves mejillas de su ahijado para quitar cada gota de dolor que rebasa de dentro suyo. Llora mientras intenta arrancarle aquellos objetos afilados de sus pequeñas manos, pero solo logra atravesarlos y no le queda más que sufrir mientras él traza líneas en su cuerpo y pétalos de flores carmesíes resbalan de sus heridas.
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