Capítulo cuatro

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Me detuve frente a la puerta sin realmente estar segura de tocar. Mierda. Estaba justo donde me había prometido a mí misma no regresar. Sabía que durante la semana encontraría un lugar para vivir cómodamente, pero necesitaba que ellos me ayudaran en ese momento. Igual, ¿por qué me ayudarían? He sido una persona horrible desde que me conocieron, no debí haberlos llamado.

Mientras seguía dudando de mí misma de la manera más patética posible, la puerta de su apartamento se abrió y tuve a Thomas cara a cara. La sonrisa que tenía se desvaneció y no podía evitar sentirme avergonzada, incómoda, su mirada me hizo querer que la tierra me tragara ahí mismo.

En ese momento sabía que Thomas me odiaba con todo su ser. La última vez que nos vimos fue en la boda de Brianna, ni siquiera nos dirigimos la palabra.

—Jenna —dijo y su prometida llegó a la puerta también.

Thomas se dio media vuelta y se fue a otra habitación.

—¡Lorianne! —exclamó ella, abrazándome, como si nada hubiera pasado y fuéramos amigas de años—. Amo como llevas el cabello... Pero bueno, pasa, pasa. Tom y yo acabamos de terminar de ver una película y... bueno, no te voy a mentir, está algo incómodo con tu presencia aquí.

Ella cerró la puerta detrás de mí.

—No pienso quedarme mucho tiempo, solo hasta que encuentre un lugar propio. 

—Tú tranquila.


Pero no lo estaba. Estaba demasiado preocupada, incómoda, avergonzada y nerviosa. Sí, todo a la vez. Chad seguía en mi cabeza y estaba cada vez más presente cuando miraba a Jenna y Thomas, sus amigos. Lo único que sabía con certeza en ese momento es que debía salir de ahí en cuanto pudiera y volver a mi relativa normalidad.

—¿Ya cenaste? —preguntó—. No cocinamos nada hoy, pero creo que tenemos algo de sopa y...

—Sí, cené antes de salir. Gracias.

—Entonces vamos, te mostraré dónde dormirás.


Jenna tomó una de mis maletas y me guió por el pasillo de su apartamento hasta llegar a una oficina que tenían al fondo del pasillo.

—Aquí solemos trabajar de vez en cuando —aclaró—, pero no te creas, preferimos el sofá de la sala de estar —añadió riendo.— Ese sofá es sofá-cama, entonces no debes preocuparte por dormir en el suelo o así. Deja y te muestro cómo funciona.

Mientras ella lo pasaba de sofá a cama, empezó a hablar un poco más de lo que pensé que hablaría, pero no la culpo.

—Entonces, ¿no has visto a Chad desde la boda de tu amiga?

—No —respondí—, de hecho no he sabido nada de él desde entonces. Supongo que eso es bueno, ¿no? —simulé una risa.

—Pues... sí. Es decir, él está bien. Feliz, diría yo.


Y mejor no hubiera dicho nada. Es decir, sí me importaba Chad. Todo lo que le dije en el estacionamiento aquella noche era cierto, él me importaba y sentía mucho haberme ido sin avisar, pero él estando con Ashley mientras los dos nos besábamos y dormíamos juntos y... Él la prefirió. Se fue a buscarla y tomó su decisión, entonces yo tomé la mía. Me dolió demasiado y, por nuestra última discusión, supe que él también había salido herido. Pero él decidió no querer volver a verme nunca más y lo respeté.

Supongo que hasta ese día.


—Lorianne.

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