Siempre quiso mantenerme lejos, pero al final, su mundo de oscuridad termino por alcanzarme.
Las ventanas estallaron en mil pedazos, el ruido de cristales rompiéndose estaba en todos lados, cientos de balas atravesaban las paredes cada segundo, un olor putrefacto invadió mis fosas nasales e hizo picar mis ojos, me lance al suelo temblando de miedo, lo único que lograba escuchar era el sonido de las balas al ser disparadas y la voz de Levi gritando mi nombre.
–Maldición, Lev –susurre con terror, no entendía qué pasaba pero era obvio que Levi tenía mucho que ver. Respire hondo, pero me arrepentí al instante, mis pulmones comenzaron a fallar, y sentí que mi garganta se estrechaba impidiendo el paso del aire, me lleve una mano al cuello y me dije que debía salir de allí o de lo contrario moriría asfixiada.
Joder, ¿Qué diablos habían lanzado a la casa?
El primer día que Levi me trajo a este departamento me hizo hacer cien flexiones en medio de la sala vacía, luego me obligó a arrastrarme quinientas veces desde la habitación hasta el baño, como recordatorio que desde ese día la niña débil comenzaría a desaparecer, esa fue la única condición que me puso para que pudiera quedarme con la pocilga y desde entonces, cada cierto tiempo venía a comprobar que siguiera con los entrenamientos.
–La idea es que nunca llegue a alcanzarte mi mundo, Leha, pero si un día lo hace, debes estar preparada para huir, jamás intentes enfrentarte a él –eso lo había dicho un día lluvioso mientras me enseñaba capoeira. Recuerdo haber pensado que nunca dejaría que su oscuridad me alcanzara, que a pesar de lo dura que me había vuelto, y de las muertes que había presenciado, los calambres que se producían en mi estómago cuando tenía a Levi cerca y esas ganas inmensas de querer sacarlo de esta mierda eran un recordatorio de que aún sentía, de que todavía había algo bueno y puro en mi interior.
Pero dos años después aquí estaba, en mi pocilga, a punto de ser consumida por la oscuridad en la que un día me prometí nunca caer, y si, las ganas de llorar, patalear y decir que Lev era el culpable por haberme arrastrado a su mundo no faltaban, sin embargo, no podía engañarme, si había caído en este abismo sin retorno fue por decisión propia, por este amor enfermizo que sentía por Lev.
–¡Leha! ¡Maldita sea, Leha, no me hagas esto, responde! –el grito ahogado de Lev apenas llegó a mis oídos, y tuve que obligar a mis músculos a ponerse en movimiento porque mi garganta aún seguía cerrada y mis cuerdas vocales parecían estar derritiéndose por cada segundo que pasaba
Apenas toque el pasillo pude observar lo, estaba detrás del viejo sofá, sin camisa, transpirando de una manera para nada normal, su espalda estaba recargada a la pared, su pecho subía y bajaba de manera irregular y el resto de su cuerpo estaba bañado en sangre, mis ojos se abrieron de par en par y sentí como los ácidos de mi cuerpo comenzaron a quemarme por dentro, la bilis se abrió paso por mi garganta y entonces vomité. Mientras el líquido salía de mí, y las balas llovían, en lo único que podía pensar era que Lev estaba herido, y por el charco de sangre a su alrededor, era una herida bastante grave.
–Tranquila Leha, estoy aquí bonita –para cuando alce el rostro ya Levi estaba frente a mí, se encontraba en la misma posición que yo, su abdomen y pecho pegados al piso y utilizaba sus antebrazos como sostén, colocó un dedo en sus labios indicándome que no hablara e hizo un movimiento con la cabeza para que me arrastrara al baño.
El baño, era la única habitación del departamento que no tenía contacto con el exterior, estaba ubicado en el rincón más lejano del diminuto piso y sus paredes se comunicaban con la pocilga de al lado. Era el único lugar donde podíamos refugiarnos de las balas.
–Levi...por favor... dime...dime que estas bien –mi voz se quebró en una súplica apenas audible, mis ojos lo recorrieron de arriba abajo y me di cuenta que la sangre ahora estaba en todo su cuerpo.
No obtuve respuesta de su parte, solo se limitó a arrastrarse hasta una de las paredes y con algo de esfuerzo recostarse en ella, yo lo seguí, y para cuando me di cuenta estaba sobre sus piernas, Lev me acunaba como si de una nena de cinco años se tratara e intentaba calmar mi llanto descontrolado.
–Esto se trata de mi, Leha, tú vas a estar bien, lo prometo –susurro en mi oído y solo pude hundir más mi rostro en la curva de su cuello, quería gritarle, culparlo de todo, golpearlo, besarlo, hacerle saber que si lo amaba, lo amaba de la manera más enfermiza que se puede llegar a amar a alguien y que no me importaba morir hoy con él. Pero solo pude abrazarlo y llorar, llorar porque estaba segura de que no tendría un mañana, y si lo tenía, Levi no estaría en él.
La mujer dura, malintencionada y aprovechadora desapareció en segundos, sacando a flote a la niña débil que intente esconder durante tanto tiempo.
Tarde una eternidad en atreverme a abrir los ojos, las risas y voces a mi alrededor hacían que deseara seguir desmayada por mucho más tiempo, el olor a sangre había ganado terreno sobre el putrefacto químico que invadió mi departamento y los recuerdos, solo me empujaban a un abismo de tortura donde lo único que quería hacer era echarme a llorar. Cuando por fin me digne a alzar los párpados, la imagen de Levi siendo torturado fue lo primero que llegó a mí.
Estábamos en la sala de estar de mi departamento, que en ese momento si hacia honor a la palabra pocilga, Levi, estaba frente a mí, de rodillas, mientras dos hombres sostenían sus brazos mientras otro, trazaba con una navaja figuras abstractas en su pecho, un horrible parcho repleto de sangre le cubría una parte del abdomen, apreté la mandíbula en un intento de contener las lágrimas y me obligue a fijar la vista en su rostro, varias heridas me hicieron saber que la navaja también había hecho de las suyas allí, y quise gritarles que sus malditas manos no eran dignas de marcar tan perfecta obra de arte, pero la mirada torturada de Lev me dejo sin aire. Esos malditos lo estaban cortando a pedazos, y él se estaba dejando vencer.
¿Cuánto tiempo estuve dormida? ¿Qué habían hecho con mi Lev?
–Oh, pero si la niña consentida ya despertó –una voz grave y masculina se alzó sobre las demás haciéndoles callar y poner toda su atención en mí, los ojos de Levi encontraron los míos y deje ir las lágrimas cuando una débil sonrisa se formó en sus labios- dime, Leha, ¿disfrutas el espectáculo? –un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando los labios de aquel hombre rozaron mi oído desde atrás, podía sentirlo a mi espalda, pero no me atreví a voltear, mi vista siguió fija en Lev.
-Aléjate de ella, jodido cobarde –Levi escupió cada palabra cargada de amenaza, y por un momento quise sonreír porque mi Lev había regresado, sin embargo, una carcajada retumbó en todo la habitación y pude sentir el filo de una navaja recorrer mis hombros desnudos, todo mi cuerpo tembló de miedo– ¡Skinner! ¡Maldito infeliz, tenemos un trato! ¡Si le pones un dedo encima, te matare, maldito, te mato! –Lev forcejeo contra quienes lo sostenían y gritó maldiciones y amenazas a todos los que allí se encontraban, las carcajadas estallaron y dos puñaladas fueron a dar a su abdomen haciéndolo callar, más lágrimas brotaron de mis ojos mientras el nombre Skinner se abría paso en mi memoria.
–Mierda Levi, acabas de arruinar la sorpresa –las náuseas regresaron y el asco reemplazo cualquier sentimiento en mi interior cuando un moreno bastante alto apareció en mi campo de visión con la mirada cargada de burla– Skinner, soy Tom Skinner, nos conocimos ayer en el muelle, es un verdadero gusto volver a verte.
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Levi & Leha
Short StoryY su abismo de oscuridad me consumió, al infierno me arrastró con él y no se imagina cuanto se lo agradezco. Su maldad, me llevó a conocer el cielo.