Uno

3 2 0
                                    


–Vamos preciosura solo tienes que inhalarlo –tres hombres me miraban con evidente atracción, negué haciéndome la inocente ¿yo? ¿inhalar un cigarrillo? Imbéciles, me fumo una caja en media hora.

–Por favor, veras que no sabe tan mal –el más alto de todos se sentó a mi lado, mientras los otros dos seguían de pie, observandome como si yo fuera el pedazo de carne más suculento que habían visto en años.

Estaba segura que eran un trío de viejos, el más joven debía rondar los cuarenta y tanto y seguramente los tres estaban casados, imagine a sus esposas, sentadas en el sofá más grande, con el padre nuestro en la boca y las lágrimas empañando sus ojos, otro fin de semana de angustia, otro fin de semana en donde su enamorado corazón lo único que deseaba era que sus maridos llegaran a casa. Desgraciadamente, esta vez no podría ser. Se quedarían esperándolos y jamás los verían volver. 

Pobres.

Tome el cigarrillo entre mis dedos, hice que mi mano temblara conscientemente y pensé en la forma en que Lev disfrutaría acabar con ellos cuando los tres soltaron una sonrisa burlona. Es que casi podía escuchar sus pensamientos, los desgraciados como ellos eran todos iguales, por lo tanto, tenían la misma basura podrida en la mente. Di una primera inhalada y fingí ahogarme, tosí, y ellos comenzaron a carcajearse.

–¡Hey! ¿A dónde vas? –él que parecía estar menos ebrio fue el primero en echarse a correr detrás de mí cuando deje caer el cigarrillo y comencé a alejarme de ellos con prisa, aparentemente asustada– regresa, te prometo que también vas a disfrutar...–su grito se escuchó lejano y fue entonces que desvié mi vista hacia atrás.

–Maldición –susurre disminuyendo el paso, los había dejado bastante lejos, si seguía corriendo de esa manera iba a perderlos y junto con ellos a Levi. No quería perderlo hoy, lo necesitaba.

Tardaron más de lo esperado en aparecer en mi campo de visión, y aunque seguían algo lejos, me asegure de que los tres se percataran de mi entrada al callejón, pude escuchar sus carcajadas y sonreí con malicia, conocían, al igual que yo, que ese lugar no tenía salida, lo que no se imaginaban es que solo serían ellos los único que no saldrían. La sonrisa sombría de Lev al verme cruzar me hizo sentir segura, el filoso cuchillo en su mano izquierda provoco que mi corazón diera un salto de emoción, faltaba poco para estar con él. Solo debía cortar tres cabezas y podría sentirlo piel a piel.

–¿Qué es eso? –las alarmas se encendieron cuando dos bolsas de polvo blanco aterrizaron junto a mis pies, sabía lo que significaba pero no quería creerlo, no podía aceptarlo.

–Sabes exactamente lo que es Leha, es parte de tu pago –negué cuando me tendió un cigarrillo y tuve que contener las ganas de escupirle la cara cuando se lo llevó a la boca, ignorándome.

–No fue lo que acordamos Levi –murmuré cerrando los ojos, la mandíbula me temblaba y junto a ella mi voz, odiaba ser tan débil ante él, tenía tres cadáveres tras de mí y lo único que me hacía temblar era que su asesino no cumpliera su palabra de pasar la noche conmigo.

–Leha...-el tono que utilizo para pronunciar mi nombre dolió, parecía estar fastidiado, harto de mi– por favor no empieces con sentimentalismos, entiende de una vez por todas que eres mi hermana, todo fue un error –apreté los puños con fuerza, podía sentir como mis uñas se enterraban en mis palmas– no volverás a estar en mi cama, tampoco yo en la tuya, que te quede claro –la respiración comenzó a fallarme, saltaría sobre él y le arrancaría los ojos ahora mismo–. No soy el mismo chico que te salvó de Rafael, ahora soy como el, solo te buscaré cuando te necesite, entiéndelo de una vez.

En los tres años que tenía trabajando para mi hermano, había recibido todo tipo de humillaciones, humillaciones que me habían convertido en lo que ahora soy, humillaciones que lograron crear una coraza contra los sentimientos hacia los demás, ningún sentimiento salía de mí, ningún sentimiento entraba a mí. Después que Levi me rescato de la casa de nuestro padre y lo vi clavarle un tiro en la cien, mi vida cambió por completo, mi hermano se encargó de que dejara de ser la niña débil que se dejaba abusar y pasará a ser la mujer abusadora, aprovechadora, y mal intencionada que hoy día soy. Sin embargo, con Lev siempre había sido diferente, él siempre fue mi excepción, y hasta hace unos meses, creí ser la suya. Esta, sin duda, era una humillación que no esperaba.

Levi & LehaWhere stories live. Discover now