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Cuando comenzó a abrir los ojos, pasó una mano por el lado contrario al que él se hallaba, sólo para darse cuenta que, como todos los días, no había nadie ahí. Ya era una costumbre encontrar el otro lugar vacío, sin embargo, aún guardaba esa mínima esperanza de despertar tal y como había dormido la noche anterior, abrazado a Jiyoung.

Más lamentablemente, veía muy difícil que eso sucediera.

Con la mirada fija en el techo, su sonrisa apareció en su mente, y tan sólo de pensarlo, hizo sonreír a Seok Jin también. Ésta se borro al instante, cuando con decepción su imaginación empezó a jugarle cruel, enviando ilustraciones a su cerebro en donde la chica a la cual amaba, tomaba la mano de ese otro hombre, mostrándole su sonrisa a alguien que no fuese él, deleitándole con su melodiosa voz cada que pronunciaba alguna palabra. 

Aquello en su cabeza le hizo apretar en puños las sábanas blancas en las que se encontraba todavía enredado, ¿Qué podía hacer? Así es, nada.

Sin darle más vueltas, listo o no tan listo para comenzar su día, luego de desperezarse hizo lo que comúnmente hacía todas las mañanas antes de ir a clases. Ya preparado, tomó su mochila de la sala de estar y salió rumbo a la universidad.

Ese día de mediados de marzo era agradable, no hacía calor pero tampoco frío, y los rayos del sol se sentían bien sobre la piel conjunto la brisa matutina, podía sentirlo gracias a la camiseta de manga corta que había optado por usar.

En el camino iba revisando su teléfono, no tenía ninguna llamada perdida ni mensajes no leídos, lo cual era un alivio. Al vivir aún en casa de sus padres, su madre solía molestarse cuando no llegaba a dormir, bien sabía por qué, y esa era la razón principal de su enfado.

A pesar de que entendía que su hijo se había enamorado y contra eso nadie podía, su madre creía que lo había hecho de la persona equivocada. A menudo pensaba que su Seok Jin, un joven educado, con muchas metas por cumplir y que cada día se esforzaba por ello, merecía a alguien que le entregara su amor entero sólo a él, no la mitad de este.

Y era probable que tuviese razón.

—¡Seokjin! –Aquella voz llamó su atención.

Por los pasillos de la escuela, antes de llegar a su casillero para poder coger los libros que usaría, Bae Eunha corría para alcanzar a su amigo. Se acercó a él ya más lentamente cuando vio que este se había detenido.

—¿Por qué tienes que caminar tan rápido? –Preguntó con la respiración agitada, poniendo las manos sobre sus rodillas.

—Por qué soy mucho más alto que tú y mis piernas son más largas.

Posó su mano derecha sobre la cabeza de ella y despeinó su castaño cabello, dándose cuenta enseguida del error que había cometido cuando vio su expresión y ese brillo en los ojos de la chica. Él conocía de sobra los sentimientos que Eunha tenía hacia él, no hacía ese tipo de cosas intencionalmente. No quería ilusionarla, pues sería muy injusto, su corazón ya le pertenecía a alguien más.

Por eso, se sentía mal cada vez que se desahogaba con ella acerca de su situación amorosa... con su prima. No obstante, admiraba que aún con todos esos sentimientos guardados, ella le sonreía y siempre le aconsejaba sabiamente.

La chica era bonita, sí. De piel un tanto bronceada, menudita y tenía un rostro adorable con mejillas regordetas y ojos enormes color avellana, lo cual ocasionaba que tuviera ese tipo de acciones hacia ella, pero más claramente, la veía como una hermana menor.

—¡Ugh! No me despeines. –Dijo dándole un leve golpe a su mano y acomodando su cabello.

Sabía fingir muy bien, por supuesto. Después de todo, también estudiaba actuación. Solía hacer ese tipo de comentarios simulando desagrado cuando Jin hacía algo que en realidad le gustaba. Ella nunca confesaría lo que sentía y el nunca confesaría que lo sabía. Su amistad era importante para ambos.

don't go/ k. seokjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora