[3] - Final

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Resultó un largo invierno por varias razones, muchas de las cuales hicieron a Lee Jihoon sentirse agradecido.

Hasta el momento su vida había girado en torno a un sitio específico y a un comportamiento específico. Callar, ser siempre sigiloso, no dejar que nadie se enteré que estaba vivo. Entonces conoció a Seungcheol y entendió aquello que lo hacía humano.

Descubrió que existía.

Otra revelación continuó a aquel descubrimiento: Si Lee Jihoon en realidad existía, no necesitaba ocultarse.

Ya sea vagando por las calles sin rumbo, durmiendo en refugios de autobuses o alimentándose de lo que podía robar en puestos callejeros, ésa era su nueva vida. Como Jihoon nunca se enfermaba, casi se había habituado a no llevar ropa alguna y caminar descalzo sobre la nieve. Iba cubierto sólo cuando quería ser visto, ayudaba a la gente que quería, dormía cuando quería, comía lo que se le antojaba, viajaba en autobús de noche, bebía soju en las terrazas de los edificios hasta olvidar su nombre.

Por otro lado, también dejó de preocuparse en descubrir la causa y el origen de su condición, sólo vivió ése tiempo de su juventud aceptandose a sí mismo.
Porque si él no se aceptaba, entonces nadie más lo haría. El peso en su corazón se aflojó en cuanto comprendió que no quería ser visible después de todo, lo que quería era sentirse vivo y ser recordado.

En conclusión, ése invierno no fue largo porque haya sido triste, Seungcheol le regaló una nueva vida, una vida como ser humano. Y aún era un humano joven e inquieto, con mucho que descubrir. Fue confuso empezar a develarse como humano siendo casi un adulto, porque seguía sintiendose niño.

'Eres alguien increíble, y estás vivo, Lee Jihoon' se dijo. Guantes color pardo flotaban frente al espejo de un baño público, finos y claros mechones de cabello cayeron sobre el lavabo, se aseguró de cortar tanto la parte delantera como los costados, ¿por qué se volvió de ése color? No lo entendía. Tomó la gruesa chaqueta a sus pies y se envolvió por completo en ella.

Los días eran cada vez más calurosos, pronto el invierno llegaría a su fin, la primavera se percibe densa en el aire junto con los deseos de volver a casa.

No era mala idea. Sólo para asegurarse, pasaría por casa de Seungcheol a saludar y agradecerle, no tenía que quedarse con él demasiado tiempo, a lo sumo aceptarle un café o un plato de abundante comida.

¿Lo recordaba?

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que volvió a su casa. No. Ésa ya no era su casa sino la de Seungcheol. Las luces nocturnas se revelaban como firmes y ondulantes constelaciones hechas de nostalgia mientras recorría el vecindario en donde creció a pie y transitó en silencio el sendero hacia la casa. Su corazón crepitó como leña seca y casi corre apenas divisa la fachada iluminada tenuemente.

De pronto, el deseo de ver a Seungcheol se hizo difícil de soportar, anhelaba estar con él, abrazarle y oír su voz. Tener una discusión, contarle que había visto la ciudad desde la Torre Nam, contarle que vagó sin rumbo, contarle que estaba vivo. Quería ver a Seungcheol tanto que de sus ojos brotaron calientes lágrimas de expectación y júbilo.

Amaba su hogar, siempre lo había amado.

Y ahora que se amaba a sí mismo, estaba listo para amar a alguien más.

No se equivocó en buscar dentro de una maceta bajo la galería trasera la pequeña llave que abría la única puerta hacia la cocina. Todo estaba oscuro, ni un sólo sonido dentro de la densa negrura en la cual solía a merodear. Avanzó por la sala buscando una manta u otra cosa con cual pueda cubrir su cuerpo.

Aliento Plateado [JiCheol] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora