El dia

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Avanzaba lento, con prisa, pero sin fuerzas. Tenía los brazos adormecidos y las piernas adoloridas. Era un niño, tan solo una pequeña criatura que cargaba a otro en brazos. Lo sentía por ellos. Sin embargo no podía hacer nada, el tiempo se agotaba.

Conté grano a grano los pocos que quedaban en cuenta regresiva.

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Se secó el sudor de la sucia frente en sus hombros. Me impresionaba que aún pudiera ver adelante con todo ese polvo en el rostro y sobre las pestañas. Llevaba días sin lavarse alguna parte del cuerpo, lo sabía sin ver su pasado.

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Comenzaba a costarle respirar. Surgió una curiosidad en mi de ver el momento en que inició esa caminata. Pero nada bueno nacía de mi curiosidad. Espiar en su pasado no ayudaba en mi labor.

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Sus rodillas flaquearon y golpearon fuerte contra el suelo. Aún así no soltó al crío que llevaba en brazos, soportó en silencio el dolor y se consoló a sí mismo para retomar el camino. Pobre niño, ellos no tienen la culpa, ellos no deberían de nacer en este mundo. Lo mejor era llevarlos conmigo , tan solo espera, os salvaré.

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El crío estaba despierto, más se mantenía en silencio, como si fuese posible tal sereno comportamiento en alguien de su edad. Al menos, no para los humanos. Quizás se debía a mi presencia.  Acerque mi índice a la boca e hice shh para luego tratar de sonreírle. Pero el crío comenzó a berrear.

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El mayor comenzó a agitar sus brazos, tratando de calmarle. Ya ya, decía. Pero el crío lloraba aún con más ganas. Ya ya, volvió a repetir para después darle un beso sobre su frentecilla. Ya ya, repitió y el crío comenzó a tranquilizarse.

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El niño apoyo al crío contra su pecho. Y crío dejo de llorar. Como disculpas sople sobre el reloj, otorgándole 10 segundos más. Tan sólo diez segundos para ti niño, el mundo se detendrá para ti.

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Nuevamente el niño cayó y nuevamente el niño se levantó. El crío lloro porque el mayor no pudo evitar que el impacto también le afectará y nuevamente el niño le consoló. Ya ya, decía nuevamente con su delgada e inaudible voz. El cansancio era evidente.

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Le costaba más caminar. Sus pasos cada vez eran más lentos, cada vez levantaba menos las piernas y arrastraba los pies.

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Una lágrima se resbaló por su mejilla.  Una varias que seguramente resbaló lo noche anterior o quizás la mañna misma, tenía el recorrido grabado entre la suciedad de su rostro. Cuanto sufriendo.

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Me aproxime un poco más a ellos. Manteniendo la mirada en sus pequeños hombros y su espalda encorvada. Podía ver el leve subir y bajar que hacía.

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Era un niño delgado. De manos pequeñas como cualquier otro, unos costos brazos, cortas piernas, y una pequeña cabeza. Seres tan delicados, que pecado dejarles conocer este mundo, hacerles vivir esta vida. Tan efímera  y ruin.

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Sus ropas estaban desgastadas y llenas de barro seco. Solo el manto que cubría al crío estaba algo decente. Solo el crío estaba algo decente. Decente para el criterio humano.

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Fije mi vista en su cabecilla que tenía el pelo alborotado. Escuche sus pensamientos, eran intentos de palabras de motivación para el crío. Pensé, tu los necesitas más.

El día en que la muerte dio vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora