2: La calma

24 4 0
                                    

-Mel-

Mel se encontraba en la cubierta superior del barco, en uno de sus extremos, mirando el horizonte desde la barandilla. El Brisa Marina había zarpado hacía unas horas pero todavía no era ni mediodía.

A la joven le estaba encantando aquel barco, era enorme, tendría unas... ¿tres cubiertas? ¿Cuatro? Lo cierto es que Mel todavía no lo sabía con seguridad, ella lo prefería así. Le gustaba la idea de perderse por pasillos y habitaciones, buscar cada vez una ruta distinta para llegar a su destino, ese era su llamado "espíritu aventurero".

Mel se consideraba una persona creativa y distraída, le gustaba prestar atención a más cosas de las que podía, es por eso por lo que ella decía que le apasionaba tanto la fotografía. Su cámara le permitía recoger fragmentos de todo lo que iba viendo, y eso le daba la posibilidad de revivir sus momentos favoritos una y otra vez, por eso siempre viajaba con ella. La suya era una cámara de fotos instantánea de un color rosa brillante, su color favorito.

Todos sus ahorros se invertían en polaroids, pero a Mel no le molestaba, ella daba el dinero a cambio y lo daba a gusto, sus fotos eran lo más importante de su vida, su posesión más preciada. Todos los momentos importantes que iba viviendo los fotografiaba, tanto sus buenos como sus malos recuerdos, y no pensaba perderlos bajo ningún concepto.

Mel era consciente de la importancia de mantener los recuerdos, por eso sentía compasión por el hombre que ocupaba el camarote contiguo al suyo. La joven de momento solo había coincidido una vez con su "vecino", pero el hombre ya despertaba su simpatía.

Al salir de su habitación, Mel se había encontrado con un guardia que estaba discutiendo con el hombre que ocupaba la habitación colindante, aunque no era su intención, la joven interceptó fragmentos de la conversación: al parecer, el hombre había perdido su posesión más preciada, su diario, el guardia le decía que eso era imposible, que el barco acababa de zarpar y todos estarían demasiado ocupados organizando sus camarotes como para robar un simple diario. No hace falta decir que Mel pensaba que eso no era más que una excusa, poco le había faltado para saltar y decirle al guardia que hiciera su trabajo, que si ese hombre reclamaba sería por algo, pero prefirió no hacerlo, por mucho que quisiera ayudar, no quería ganarse enemigos entre la gente que debía protegerlos, ni que la trataran como sospechosa del robo, tenía sentido, ¿no?

Sea como fuere, Mel se había ido, ella quería investigar el barco, quería fotografiar cosas, así que fue a la cubierta principal, a fotografiar el horizonte.

De pronto algo llamó su atención, una pareja acababa de llegar a aquel extremo del Brisa Marina. La pareja estaba formada por un hombre y una mujer, Mel calculó que deberían tener alrededor de treinta años y que, a juzgar por la cercanía entre ambos, debía de tratarse de un matrimonio. Instantáneamente quiso fotografiarlos.

Ambos tenían una piel clara y bronceada, el hombre tenía el pelo moreno y liso, más corto por los lados y con un flequillo tipo tupé, pero muy despeinado, como si no hubiera tenido tiempo para prepararse, una desaliñada barba incipiente confirmaba esta teoría. Su ropa consistía en una camiseta roja de tirantes, unas bermudas negras y unas zapatillas del mismo color tipo converse; la mujer, en cambio tenía el cabello rubio y liso y le llegaba hasta el final de la cara, al comienzo del cuello, su flequillo le tapaba el ojo, pero ella se lo apartaba con la mano delicadamente. Su atuendo estaba formado por una camiseta azul claro de tirantes, unos pantalones cortos blancos y unas sandalias del mismo color. Mel se acercó a ellos.

-Disculpad- dijo la joven amablemente.

La pareja se giró para verla de frente.

-No he podido evitar fijarme en vosotros, estudio fotografía, ¿sabéis? Y me he dado cuenta de que el paisaje por el que estamos pasando actualmente os favorece un montón, ¿os importaría que os echara un par de fotos? Os daré una, son instantáneas, ¿qué me decís?

-¿En serio? Eso sería perfecto, ¿qué me dices, Adam?- preguntó la mujer a su pareja.

-¿Una foto gratuita para celebrar nuestra luna de miel? Sería genial, adelante... - Adam se interrumpió. -Disculpa, creo que antes deberíamos presentarnos, yo soy Adam, y esta de aquí es mi mujer, Penny. Y tú, ¿tienes un nombre o quieres que te llame "La fotógrafa"?

Mel esbozó una sonrisa.

-Me llamo Mel, encantada. Habéis dicho que estáis de luna de miel, ¿verdad? Ahora si que quiero echaros esas fotos.

La fotógrafa les indicó a la pareja que se pusieran como estaban antes, de espaldas a ella, mirando el mar por el horizonte, con el Sol sobre sus cabezas, y echó las fotos, en unos segundos Mel ya tenía las dos polaroids con la fotografía impresa.

-Tomad una copia- dijo dándole una de las fotos a Adam y Penny. -Me alegro mucho por vosotros.

-Mark-

Era el fin. Para cualquiera con la fortuna que Mark había conseguido perder un diario sería algo insignificante, pero, cuando se trataba de él, la cosa cambiaba.

A sus 35 años, Mark había vivido más cosas que la mayoría de personas de su edad: era el dueño de una empresa muy importante, tenía el control sobre más cosas de las que querría y, a veces, había tenido que lidiar con problemas poco comunes y con soluciones poco éticas. Todo eso, junto con sus emociones y sentimientos más sinceros, era lo que se podía encontrar cualquiera que leyera su diario.

Era inconcebible que lo hubiera perdido, nunca se separaba de él. Mark recordaba perfectamente ir a su camarote de la tercera cubierta, dejar sus maletas (con el diario encima) al lado de la puerta para poder abrirla y al darse la vuelta para recogerlas, su posesión más preciada había desaparecido. ¿Cómo era eso siquiera posible?

Rápidamente se dio cuenta de todo lo que estaba en juego, no estaba dispuesto a que nadie descubriera lo que allí escribía, así que llamó a un guardia instantáneamente. Alguien debía encontrar ese diario, y él solo jamás lo conseguiría.

-En que puedo ayudarle, señor- dijo el guardia.

-Alguien me ha robado mi posesión más preciada, y quiero que se me devuelva.

El guardia se quedó atónito.

-Me temo que eso no es posible, verás, el barco ha zarpado hace unos minutos, todos los pasajeros se encuentran organizándose en sus camarotes, no creo que nadie...

Mark se estaba poniendo rojo de la ira, el guardia debió notarlo, así que se calló.

-No quisiera sonar descortés, pero si le digo que me han robado es porque así ha sido- dijo Mark tratando de parecer calmado. -Verás, antes de abrir la puerta de mi habitación he dejado mi diario encima de las maletas, y al abrir la puerta el diario había desaparecido.

El guardia pareció tranquilizarse un poco, ¿un diario? ¿Eso era todo? ¿Tanto revuelo por un diario?

-Permíteme preguntarle señor que, si el diario era su posesión más preciada, ¿por qué lo llevaba en la mano?

Algo se rompió dentro de Mark, su ira había alcanzado niveles insospechados, ¿acaso le estaba culpado del robo de su preciado diario?

-¿Dónde quiere que lo deje? ¿En una maleta? Una maleta tiene, por lo general, mas valor, nadie robaría un diario si puede robar una maleta- dijo Mark con desdén.

El guardia estuvo tentado a recordarle el destino que había sufrido el dichoso diario, pero en lugar de eso, se comprometió a hacer todo lo posible y se marchó.

En ese momento Mark se percató de que no había estado solo mientras hablaba con el guardia, había alguien más en aquel pasillo, alguien había estado detrás de él todo el rato ¿el ladrón tal vez? Si es así, ¿por qué el guardia no le había avisado? Siguiendo esa corazonada, y con la ira a flor de piel, se giró para ver quién más sabía lo de su pérdida, pero, lamentablemente, allí no había nadie, no en ese momento, lo único que encontró fue una polaroid en blanco tirada en el suelo.

Cumpleaños en el marWhere stories live. Discover now