Capitulo IV

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Yo veo algo diferente en él. En su presencia, su mirada y su forma de expresarse,es raro, diferente. Yo sé que él guarda algo en su corazón. Debe tener un gran secreto, además, se ve que no es de muchos amigos.
Voy a intentar acercarme a él, y si me lo permite, volverme su amiga, para. Que tenga con quien desahogarse y no se envenene con sus propias palabras. Yo voy a intentar que esos ojos verdes puedan brillar, que su sonrisa siempre esté
presente y que su corazón nunca se llene de esos sentimientos que nos evita ser felices. Algún día esa mirada brillará como el sol en verano, y su sonrisa será como la luna que ilumina la oscura noche. Así será, lo prometo.

JUEVES 29, OCTUBRE 2007

Realmente no tengo ni idea de qué hacer con mi vida en estos momentos. A veces pienso que ella solo llegó a complicármela, pero, también pienso en mi hermana, en lo que ella quería para mí. Yo sé que debo pensar en mí y dejar atrás lo que le
pasó a mi hermanita adorada, que, de hecho su nombre era Ha…
Un golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos.
-¡¿quién es!?-dije, asegurándome de que se alcanzara a escuchar.

-Thomas, soy yo, Liz.

-¿Liz? ¡Ah Liz! Ya voy.
Todo estaba desordenado, hasta yo. Me eché perfume y medio me arregle el cabello, Bajé y abrí la puerta.

-Hola-dije tratando de calmar mis sentimientos.

-Hola, Thomas ¿así que esta es tu casa?

-Pues, no es mía, pero aquí he estado viviendo.

-Bueno y… ¿tus padres?-preguntó Liz con curiosidad.

-¿Ellos? Pues no viven en esta ciudad-dije con temor-bueno, sigue. Voy a
preparar algo de café. ¿Quieres?

-Claro, Thomas. Yo te esperaré aquí-dijo brindándome un hermosa sonrisa.

-Si quieres, puedes prender la tv.

-Gracias, Thomas. Eres muy amable.

Aunque estaba un poco nervioso, me sentía bien con ella. La pequeña casa estaba invadida del rico aroma del café y alcanzaba a escuchar cómo Liz se reía mirando la televisión. Yo sonreía con solo escucharla. Serví el café en dos pequeñas tacitas.

-Volví-dije con cierto entusiasmo.

-Genial-dijo Liz tratando de calmar su respiración y su risa-deberías verte este programa conmigo.
-Dale, pero, espérame un segundo.

-¿Qué vas a hacer?
-Voy a traer algo para que comamos.

-No, gracias, siéntate aquí, conmigo.-dijo poniendo un cojín en sus piernas.

Me senté y nos la pasamos viendo tv toda la tarde y más o menos a las 5:30 pm ella se fue a su casa

Panico, una historia sin final felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora