Continuación del Capitulo n°2

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Incluyendo lo impaciente que estoy por encontrarme de nuevo con Juan Luis.

—Venga, Texas —dice Evelyn arrancándome de mi ensoñación—. Vamos a decirle hola.

Noto un golpecito en el hombro, me vuelvo y veo que Carl está detrás de mí. Tiene la sonrisa de quien acaba de echar un polvo, pero yo sé que no es por eso. Sencillamente está aturdido ante la posibilidad de hallarse cerca de Londoño.

Bueno, yo también.

La gente se ha movido y oculta a mi hombre. Todavía no lo he visto de cara, solo de perfil, y ahora mismo ni eso. Evelyn va delante y se abre paso a pesar de que tiene que detenerse de vez en cuando a saludar a sus invitados. Mientras continuamos caminando un hombre de pecho prominente, vestido con una chaqueta de cuadros, se aparta y nos deja ver nuevamente a Juan Luis.

Me parece incluso más impresionante que hace cuatro años. La impetuosidad de la juventud ha sido sustituida por la confianza que aporta la madurez. Es Jasón, es Hércules, es Perseo, una figura tan fuerte, bella y heroica que sin duda debe tener sangre de dioses en las venas. De lo contrario ¿cómo podría existir en este mundo un ser tan exquisito? Su rostro es un conjunto de líneas marcadas y ángulos que dan la impresión de haber sido esculpidos por la luz y la sombra. Lo dotan de una belleza de rasgos clásicos y al mismo tiempo único en su especie. Su pelo negro absorbe la luz igual que el ala de un cuervo, pero es mucho menos suave. Se diría que lo tiene revuelto por el viento, como si hubiera pasado el día en el mar.

Un cabello contrasta con el pantalón cortado a medida y la impecable camisa blanca, lo que le confiere un aspecto de informal elegancia. No sorprende que sea capaz de sentirse igual de cómodo en un escenario o en una reunión de accionistas.

Sus peculiares ojos llaman mi atención. Parecen tensos, peligrosos y llenos de oscuras promesas. Pero lo más importante es que me observan. Me siguen a medida que me acerco a él.

Experimento una extraña sensación de déjà vu cuando cruzo el salón sintiéndome plenamente consciente de mi cuerpo, de mi postura, de cada uno de mis pasos. Es absurdo, pero me siento como si estuviera desfilando de nuevo.

Mantengo la vista al frente y evito mirarlo a los ojos. Me incomoda el nerviosismo que parece haberse apoderado de mí y tener la sensación de que es capaz de ver bajo la armadura que llevo encima de mi pequeño vestido negro.

Un paso y después otro.

No puedo evitarlo y lo miro. Nuestros ojos se encuentran, y siento como si me faltara el aire. Mi vieja fantasía se está haciendo realidad y me siento completamente perdida. La sensación de déjà vu se desvanece y solo queda este preciso instante, eléctrico y poderoso. Sensual.

Es como si estuviera flotando, pero no, estoy aquí, con el suelo bajo los pies, rodeada de paredes y con los ojos de Juan Luis Londoño clavados en los míos. Veo ardor y propósito. Después no veo sino un deseo salvaje y primitivo, tan intenso que temo que me haga añicos con su empuje.

Carl me coge por el codo y me ayuda a mantener el equilibrio. Solo entonces me doy cuenta de que he trastabillado.

—¿Te encuentras bien?

—Son los zapatos nuevos, gracias.

Vuelvo a mirar a Londoño, pero sus ojos se han vuelto inexpresivos. Su boca es una delgada línea. Fuera lo que fuese —y no dejo de preguntarme qué demonios habrá podido ser—, el momento ha pasado.

Cuando llegamos junto a él estoy casi convencida de que ha sido una jugarreta de mi imaginación.

A duras penas oigo las palabras de Evelyn cuando presenta a Carl. Soy la siguiente. Carl me pone la mano en el hombro y me empuja suavemente hacia delante. La noto sudada y pegajosa en mi piel desnuda y tengo que hacer un esfuerzo para no quitármela de encima.

—Juli es la nueva ayudante de Carl —dice Evelyn.

Extiendo la mano.

—Julia Fairchild. Es un placer.

No menciono que ya nos conocemos. No me parece el momento adecuado para recordarle que en una ocasión desfilé ante él en traje de baño.

Londoño me saluda con un frío «señorita Fairchild...» y hace caso omiso de la mano que le tiendo.

Siento un nudo en el estómago, y no sé si es por los nervios, por la decepción o por enfado. Londoño mira a Carl y a Evelyn, pero evita claramente mis ojos.

—Disculpadme, pero debo atender un asunto urgente —les dice antes de desaparecer entre la multitud con la misma facilidad con la que un mago se desvanece en una nube de humo.

—Pero ¿qué demonios...? —pregunta Carl.

Por una vez Evelyn no dice palabra y se limita a mirarme con perplejidad mientras sus expresivos labios se fruncen en una mueca.

De todas maneras no necesito palabras para saber lo que está pensando. Puedo ver claramente que se pregunta lo mismo que yo: ¿qué ha ocurrido?

Y algo más importante aún: ¿qué demonios he hecho mal?

DESATAME #FanficMaluma#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora