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El ambiente era todo tranquilidad, no había nada que perturbara el claro silencio que en él había.
Una niña pequeña, de quizá unos ocho años de edad, estaba plácidamente acostada de una manera extraña, en el suelo con los pies subidos al descansa brazos del sillón más cercano; en una de sus manos, sostenía un cuaderno pequeño, mientras que en la otra tenía un lápiz, ya bastante gastado por cierto.

El viento era el único que hacía presencia en aquella habitación.
En eso, un grito lejano irrumpe en el silencio del lugar seguido de un portazo descuidado.
La niña baja inmediatamente los pies del sillón y se reincorpora en sí misma, sentándose en el suelo—¿Takeshi? ¿eres tú?— pregunta con cierta inseguridad, sin embargo, no hubo respuesta. Volvió a repetir la misma pregunta, pero el silencio era lo únicos que oía.

Al no obtener respuesta, se levanta de su lugar en el suelo y comienza a caminar a través de la habitación hasta cruzarla por completo y llegar al otro extremo; se asomó por la entrada de esta a la sala del comedor.
Ahí estaba, de rodillas sobre el asiento de una silla depositando una caja de cartón toda maltratada en la mesa, su hermano mellizo Takeshi.
—¡Onii-chan! ¿no oyes que te estoy llamando? ¿qué es lo que tienes allí?

Su hermano la volteó a ver precipitadamente— ¿Eh? ¡ah! hola Sachi, no te había escuchado.

— ¿Qué tienes allí?

—Nada— cerró la caja de golpe, y trataba de negar su existencia. Su hermana lo miró con ojos interrogantes—¿Cómo que nada? anda, déjame ver.
—No.
—¡Que me dejes ver!— se abalanzó sobre la caja, derribando a su hermano. De un momento a otro estaban los dos mellizos, tendidos casi completamente sobre la superficie del comedor, ella tratando de ver lo que había dentro de la caja y él impidiendo que lo hiciera.
Entonces, la caja cayó al suelo. Los dos se quedaron inmóviles en las posiciones en que estaban.
De la caja, emanó un chillido agudo y débil.

—¿Ahora qué trajiste a la casa?— preguntó la niña mientras se bajaba de la mesa y se acomodaba el pelo.
Su hermano la miró fijamente—No le digas a mamá. Sachiko entonces se acercó y abrió la caja.

En el interior, había un roedor, pequeño, un ratón para ser exactos. Estaba enroscado en sí mismo, hecho un ovillo.
Sachiko ya sabía muy bien que era costumbre de su hermano llevar siempre animales perdidos o heridos a la casa, así que el asunto no le sorprendió mucho realmente. —¿Dónde lo has encontrado?— dijo curiosa.
—En el desagüe, creo que aun es muy pequeño para que esté rondando solo por la calle.— respondió Takeshi sin inmutarse.

— Y lo trajiste a casa.— se cruzó de brazos.

— ¿Qué querías que hiciera? ¿dejarlo allí?

—Yo no dije nada de eso. Huh... Bueno, tú te harás cargo de él ¿no es cierto?

—Sabes que tú no debes meterte en esto— levantó la caja del piso, sacándole luego la lengua a su hermana.

— ¡¿Y eso por qué?!

— ¡Por dudar de mí!

— Cabeza de chorlito.

Takeshi subió las escaleras hasta su habitación y Sachi regresó a la sala de estar, donde había estado en un principio. Volvió a acomodarse esta vez entre los cojines de uno de los sillones, y continuó escribiendo; algo que a Sachiko le gustaba hacer era escribir versos, que luego disfrutaba cantando y grabando en su teclado de juguete.

La madre de ambos siempre les decía que debían tratarse con mas respeto y que debían tenerse mas cariño por el hecho de ser hermanos, sin embargo, los mellizos no creían en el afecto mutuo y mucho menos en una relación de amistad.
Siempre decían, que cuando fueran grandes, no se casarían ni tendrían hijos, eso era un hecho para ellos.

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Si ... Una nueva historia jeje

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2017 ⏰

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