Mitsumasa Kido se despertó inquieto después de escuchar una voz cerca de su oído. Se giró para ver a su esposa que empezaba a despertarse al notar que su esposo se movía a su lado.
-¿Qué pasó, cariño? – preguntó la mujer preocupada.
-Nada... un sueño, quizá – respondió el hombre sonriendo – vuelve a dormir.
La mujer se acomodó nuevamente en la cama, Kido se levantó y fue al lavabo para echarse agua en la cara. Pensó que su nerviosismo se debía al problema que tenía en puerta; la Fundación Graude ya no estaba dando tan buenos resultados y era posible que lo mejor fuera fusionarla o venderla al mejor postor. No le agradaba mucho la idea puesto que había trabajado arduamente en esa empresa y la tenía que abandonar así como así porque él ya no tenía las fuerzas para seguirla levantando y su único hijo tampoco sentía interés por ella. Mitsumasa sabía que lo mejor que podía hacer por la salud mental de su hijo y propia, era deshacerse de la fundación. Mientras pensaba eso, sintió que una sombra atravesaba el cuarto de baño, llamó a su esposa, pero no obtuvo respuesta. Intentó no hacerse ideas tontas y regresó a la cama.-¿Querido, irás al club de golf? – preguntó Natasha Kido al ver a su hijo en ropas informales.
-No, tengo trabajo – respondió Hyoga sonriendo antes de sentarse a la mesa -. ¿Dónde está papá?
-Todavía no está listo – dijo la mujer -. ¿Qué tipo de trabajo vas a hacer con esas fachas?
-No son fachas – explicó Hyoga pacientemente –, es el tipo de ropa que tengo que llevar la hospital. Los doctores con traje son los que sólo dan órdenes yo estoy en medio de la acción y las corbatas se atoran con los cables.
Natasha sonrió y le sirvió el té a su hijo que empezaba a comer apresuradamente el arroz con pescado.
-¿Y no hay alguna doctora o enfermera guapa por ahí? – preguntó la mujer mientras servía un tazón de arroz, pues escuchó que su esposo bajaba las escaleras.
-Seguro que sí pero estoy trabajando, mamá – dijo Hyoga riendo.
-A mí me gustaría mucho verte casado y poder cuidar nietos.
-Déjalo en paz, mujer – intervino el hombre recién llegado –, ya sabes que con él no podemos contar para que siga nuestros pasos.
-Lo dices por lo de la empresa – se defendió Hyoga frunciendo ligeramente el ceño.
-Y por mil cosas más – insistió Mitsumasa –. Eres el único heredero de todo esto y te da por estar vendando dedos.
-Entre otras cosas, por ejemplo – dijo Hyoga apurando su arroz.
El joven no soportaba que su padre no fuera capaz de perdonarlo por no seguir con el gran imperio Kido. A Hyoga nunca le había interesado mucho nada que tuviera que ver con negocios y estar encerrado en oficinas, odiaba los negocios, las finanzas, estar tratando con gente hipócrita y frívola y estarse cuidando siempre la espalda. Prefería estar haciendo cosas prácticas y viendo que su trabajo realmente daba resultados inmediatos, además de tratar con gente que le mostraba su agradecimiento y comprensión.
Antes de que su padre pudiera decir nada más, Hyoga se disculpó y se levantó para ir al trabajo. Mitsumasa murmuró un par de cosas más y Natasha defendió a su hijo de alguna forma muy poco convincente. Hyoga pasó de ellos y los ignoró.Hyoga iba en el metro un poco apretujado por la gente pero de cualquier forma se las había ingeniado para ir leyendo un artículo médico. Entonces escuchó cerca de él a una persona que hablaba por celular.
-Ya te dije que no quiero saber nada más – dijo con un tono bastante molesto - ¿Que qué voy a hacer? Es mi maldito problema, no soy un niño... no puedo hablar más, de acuerdo. Voy a colgar ahora.
Hyoga miró hacia abajo con curiosidad y se encontró con un jovencito un poco más bajo que él que metía violentamente el celular al bolsillo de su chamarra. Al notar la mirada de Hyoga, el joven le sonrió tímidamente mientras se sonrojaba.
-Lo siento, hablé muy fuerte – se disculpó y luego se quedó callado como si nada.
Hyoga esbozó una sonrisa y siguió con su artículo, aunque de vez en vez le echaba una mirada furtiva al chico a su lado que se detenía con fuerza de uno de los tubos del metro para no caer. Hyoga había visto muchos hombres, pero jamás se había sentido atraído por uno; por un instante eso lo asustó y trató de concentrarse más en el artículo, pero no podía evitar mirar de vez en cuando al joven y en un par de ocasiones lo había atrapado murmurando algo con enfado. El metro se detuvo y entre la salida y entrada de gente, el muchacho tuvo que pegarse más a Hyoga.
-Lo siento – dijo nuevamente aún más sonrojado.
-No hay problema – respondió sin evitar sonreír. Se lo pensó dos veces antes de volver a hablar –. ¿Tienes algún problema en qué te pueda ayudar? Es decir, no debería meterme en lo que no me llaman, pero quizá pueda ayudar.
Al ver la expresión del joven, Hyoga pensó que le gritaría acosador o algo así, pero el gesto del hombre empezó a suavizarse y negó ligeramente.
-Es mi culpa por hablar tan fuerte – dijo sonriendo –, no hay ningún problema... nada que no pueda resolver.
-Te escuchabas muy enfadado – aventuró Hyoga.
-Estoy harto es todo – respondió el otro encogiéndose de hombros –. Quisiera definitivamente desaparecer de aquí y que no pudiera encontrarme más.
-¿Algún acosador? Quizá podrías denunciarlo a la policía – sugirió Hyoga empezando a preocuparse.
El tren se detuvo otra vez y más gente volvió a entrar y salir, esta vez la distancia entre los dos era nula. Sus cuerpos estaban muy cerca y Hyoga tuvo que pasar un brazo por encima de los hombros del otro chico para no caer, de tal forma que el hombre quedaba completamente atrapado entre la pared y el cuerpo de Hyoga. Al notarlo, el chico volvió a sonrojarse y trató de evitar la mirada de Hyoga.
-No... no pasa nada – respondió tartamudeando –. Sólo me gustaría que entendieran cuando un "no" es un "no".
Hyoga esbozó una sonrisa y no pudo estar más de acuerdo con la afirmación del desconocido. Quizá podrían llevarse muy bien pues parecía que los dos estaban atrapados haciendo la voluntad de alguien más. Hyoga levantó la vista y se dio cuenta de que la siguiente era su parada. Le deseó suerte al joven para empezar a moverse hacia la salida. El tren se detuvo y Hyoga, junto con otras cincuenta personas abandonaron el vagón, entre ellas, el joven de antes que tropezó y cayó al suelo, de no ser porque Hyoga reaccionó rápido, hubiera sido arrollado por la multitud y ocasionado un problema.
-¿Estás bien? – preguntó Hyoga preocupado – Soy médico, no tienes que preocuparte.
-Sí, estoy bien – dijo el chico buscando un pañuelo entre sus cosas. Hyoga fue más rápido y se lo dio –. Gracias... lo siento.
-No tienes que disculparte de todo – bromeó Hyoga –. Ahora voy al hospital, si necesitas una revisión, puedes venir conmigo.
-Estoy bien – afirmó el chico.
-Por cierto, soy Hyoga Kido.
El joven observó la mano estirada de Hyoga y la tomó con un poco de inseguridad.
-Te has dado un buen golpe en las manos – dijo Hyoga viéndoselas -, ¿estás seguro que estás bien?
-Sí... estoy bien, gracias – respondió el chico –. Tengo que irme. Gracias.
-Trabajo en el hospital No.10, no dudes en aparecer por ahí si necesitas un doctor – dijo Hyoga medio en broma.
El chico lo miró con asombro y esbozó otra de sus tímidas sonrisas que hacían un juego perfecto con su mirada tan pura.
-Te devolveré tu pañuelo – dijo el chico.
Antes de que Hyoga pudiera decir algo más o siquiera preguntar su nombre, el joven se escabulló hábilmente entre la gente. Hyoga soltó un suspiro y se dio cuenta de que él también iba un poco atrasado. Era la primera vez que se sentía atraído de verdad por alguien. Hyoga no era ningún tipo de casanova y aunque muchas chicas y algunos chicos siempre lo habían perseguido, él era más bien un hombre tímido y centrado en su vida y trabajo, pero con ese muchacho sencillamente había captado toda su atención desde el primer segundo.

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Conoce a Shun Kurono
FanfictionLa Muerte decide pasearse por la tierra y elige al empresario Mitsumasa Kido. La Muerte no se espera que dentro de todos los sentimientos que descubrirá, encontrará el amor.