Te estas bajando del autobús, agarrándote fuertemente a la barandilla para no caerte, las piernas te tiemblan cual gelatina. Coges tus maletas, una rosa y la otra azul. Te da miedo mirar hacia arriba y encontrarte con tu padre, no sabes cómo es, ni que aspecto tiene, lo que te hace temblar mucho más. Relájate Bethany. Para y respira. Ahora ten un poco de valor del que tienes escondido dentro de ti y levanta la cabeza, como tu madre te ha dicho toda la vida. Miras de izquierda a derecha, observando a cada persona. Una pareja joven y sonriente no dejan de mirarte. Pero también hay un chico que te ha fichado más de una vez. Te sonrojas y colocas un mechón de pelo detrás de la oreja. Sigues mirando. Un señor trajeado, para tu gusto también joven, no para de teclear en su móvil, nervioso. Una señora mayor se encuentra a su lado, esperando a algún nietecito. No te da tiempo para seguir observando a cada persona que espera impaciente la llegada de alguien cuando tu móvil empieza a sonar. Es Carls, tu padre. Tardas unos segundos en responder pero finalmente atiendes la llamada.
-Bethany, soy Carls, lo siento mucho estoy en una reunión importante y no he podido ir a buscarte. He mandado al chofer, tiene que estar allí ya. Te espera con un Mercedes negro, no es difícil reconocer. En seguida salgo para casa y te recibo allí. ¿Todo bien?
Empiezas a balbucear, te has quedado atónita. Él lo ve tan fácil.
-Eh, sí, sí, vale.
-De acuerdo, adiós – no te da tiempo ni a contestar, te ha colgado.
Guardas el móvil en tu bolso negro, fue el último regalo que te hizo tu madre y le tienes mucho cariño. Coges tus maletas, indignada, mirando al suelo como de costumbre, cuando te chocas con alguien. Tu maleta rosa acaba de caer al suelo. Suspiras y levantas la cabeza.
-Ten más cuidado rubia – te dice el chico que antes te había fichado.
Le miras con una sonrisa irónica, coges la maleta del suelo y le vuelves a mirar, otra vez con esa sonrisa.
-No soy rubia – le guiñas un ojo y continuas tu camino.
-¡Eh! ¡Rubia! Te dejas esto – te giras rápidamente, y el chico te acaba de alcanzar con solo dos zancadas.
-¿El qué? – respondes muy borde.
-Mi número de teléfono – dice mostrando una sonrisa pícara. – Por cierto, me llamo Cameron.
Te acaba de ofrecer un papel con un número de teléfono. El suyo. Un chico guapísimo te acaba de pedir que le llames. ¡Bethany responde!
Coges el papel, con la misma sonrisa que antes, te das la vuelta continuando tu camino, y ante su mirada tiras el papel para atrás, dejando que caiga en el suelo, como si no te hubiese llamado la atención ese chico. Cameron está flipando, eres la primera chica que se le resiste y se siente molesto, creo que le habías gustado Bethany. A ti es que todo te da igual.
Llegas a la salida, y ahí está el Mercedes negro. Te acercas y un hombre mayor, con el pelo blanquecino te recibe sonrientemente. ¡Anda! Tú también has sonreído Bethany. Creo que este hombre te ha producido un calor familiar. Sin decirte nada coge tus maletas, las guarda en el espacioso maletero y te abre la puerta del lujoso coche. Tú te metes y le haces un ligero movimiento con la cabeza a modo de agradecimiento y el hombre mayor vuelve a sonreír.
Conduce durante más de media hora entre casas enormes, mansiones y también las maravillosas playas de California.
-Es la primera vez que veo el mar – confiesas al conductor.
-No será la última vez que lo veas.
Miras al retrovisor, donde se refleja los ojos del señor, unos ojos con muchas arrugas, lo que significa que durante su vida ha reído mucho. Las arrugas en la piel de las personas son sus historias.
Finalmente se para en la puerta de una enorme casa, con un recibidor con escaleras y una puerta enorme. Te bajas del coche e inspiras fuertemente dejando que el aire salga lentamente por tu boca. El chofer ya está a tu lado con tus dos maletas. Vas a coger una de ellas cuando él te lo impide y sale a andar delante de ti.
Estás alucinando, el sitio es increíble, una parcela enorme como todas las que ibas viendo de camino. Está situada a primera línea de playa, y es a eso a lo que se refería el conductor antes. Llegáis a la puerta y antes de que puedas llamar, esta se abre y te encuentras con un hombre joven comparado con los de su misma edad, el pelo rubio y ligeramente largo, tiene una sonrisa demasiado forzada, y al contrario que el conductor, ninguna arruga. Es Carls, tu padre. Te da dos besos y te anima a pasar. Miras la casa por dentro. Cierrate la boca Bethany. Acostumbrada a vivir en una casa de no más de veinte metros cuadrados esto es demasiado para ti. Carls te dirige al salón donde un chico de tu edad con el pelo marrón, largo y ojos azules está sentado en el amplio sofá en forma de L que compone el salón. A su lado una niña rubia mueve los pies en el aire, impaciente. Te recuerda a ti de pequeña y sin darte cuenta sonríes. Carls se sienta a su lado, y te hace un gesto para que te coloques en el sofá de enfrente. Tienes seis ojos mirándote fijamente. Miras con ternura a la pequeñina, es la única que no te hace sentir incomoda. Carls carraspea, obligándote a mirarle.
-Bethany, él es mi hijo Nash, tiene tu misma edad y ella es mi pequeñina, Cristin. En esta última semana hemos habilitado una habitación para ti, aunque solo tiene una cama y un tocador, preferimos que tú la vayas decorando como quieras. – su voz no es la misma que la de la llamada de hoy, o la de la otra vez. Suena diferente. Como si sientiese cariño, incluso, por ti.
Asientes, bajando la mirada.
-Estarás cansada de todo el viaje, deja que Cristin te acompañe a tu habitación. Está muy emocionada de que tú estés aquí. Bueno, ella y todos. – le miras, sabes que lo ha hecho por compasión – De verdad te lo digo – parece que ha leído tus pensamientos Bethany. – Y ya mañana hablamos de todo, ¿vale? – muestra una ligera sonrisa.
Cristin se baja del sofá de un salto y tú coges tu bolso que descansa sobre el suelo de madera. Sigues a la pequeña hasta la recepción donde se encuentran tus maletas. Coges una y haciendo malabares intentas coger la otra, pero Nash ya se ha adelantado a ti. Sin decir nadie palabra, sigues a los hermanos por las escaleras hasta la tercera planta, al final del pasillo. Durante ese trayecto vas observando las puertas de las habitaciones. La que está justo en frente de la tuya es la de Cristin, lo sabes por la cantidad de dibujos de princesas colgados en la puerta y la que está justo antes de ti es la de Nash, básicamente por el cartelito con su nombre.
Primero pasa Cristin que abre la puerta, seguida de Nash dejando la maleta azul y después entras tú, con la cabeza gacha como de costumbre. Y cuando levantas la mirada te encuentras con una habitación enorme. Es más grande que tu casa Bethany. La cama es increíble. Acostumbrada a dormir en un sofá cama, esto es el paraíso. Dejas el bolso tirado y lo primero que haces es tumbarte sobre la cama cuando te das cuenta de que Nash y Cristin siguen ahí.
-Gracias por ayudarme – dices sin mirarles.
Cristin se acerca a ti, y sin tú esperarlo, te da un abrazo. Esta niña es adorable. La miras, ahora sonriendo. Quizás no sea tan malo vivir aquí. Aunque sea lo que sea prefieres estar con tu madre.
-Sabemos por todo lo que has pasado, y por eso mismo vamos a estar aquí para lo que sea. No nos conocemos pero vamos a hacer todo lo posible para que te sientas como en casa – dice Nash – además, somos hermanos. - esto último te ha sobrepasado. No entiendes como ellos lo ven con tanta facilidad y tú no quieres admitir que eres la hija de ese hombre que abandonó a tu madre.
ESTÁS LEYENDO
Déjame hacerte feliz. (Cameron Dallas)
FanfictionTodo principio tiene su fin. Toda historia bonita, su parte mala. ¿El responsable de esto? El karma. Ese que puede hacer que las cosas vayan de mejor a peor, o incluso de peor a mejor. Este último es nuestro caso. La vida de una pobre chica, viviend...