Tenía que salir de ahí, no podía seguir solucionándolo todo provocándome vómitos. Cuando estaba triste, vomitaba. Cuando estaba enfadada, vomitaba. Cuando necesitaba olvidar algo, vomitaba. Lo utilizaba para desahogarme. Quería adelgazar, pero tras varios años siendo bulímica, me di cuenta de que no podía seguir así. Había cumplido recientemente los quince años, y ya me sentía capacitada para superarlo todo. No sabía cómo salir, pero quería hacerlo. O de lo contrario, acabaría mal. Y así fue. Puse todo mi empeño en no vomitar más. Busqué otras formas de desahogarme. Pero al poco tiempo, por motivos de desamor, recaí. Llegó un día en el que vomité tanto que empecé a sentir que la garganta me molestaba. Me faltaba el aire y acabé en el hospital. Mentí a mis padres y les dije que no había vomitado voluntariamente. Que fue porque me encontraba realmente mal. Al verme allí tan mal, supe que esa iba a ser la última vez que lo hiciera.
Me sentía inferior a las demás chicas. Creía que mi mala suerte con los chicos se debía a mi físico. Estaba cansada de estar siempre hundida y mal. Quería seguir siendo la chica alegre que era años atrás. Así que le eché valor. Empecé a quererme a mí misma. Si no me quería yo, quién iba a hacerlo?. Las cosas parecían ir bien. El chico ya no me insultaba. Es más, nos hicimos amigos. Me pidió perdón por todo.