Ardiente

10 4 4
                                    

El sol ardía imponente en el cielo devorando la humedad de la árida tierra del oeste. Los cascos de los caballos retumbaban en el vacío como indicador de que nadie más pisaba la calle principal del pueblo.

Billy se extrañó de aquella circunstancia y temió que su larga caminata en busca de un lugar próspero le hubiese vuelto a llevar a un pueblo fantasma.

Escupió al suelo con la naturalidad de quien lleva toda la vida mascando tabaco y apremió a su caballo con un golpe ligero de espuelas, el animal resopló resignado y se dio al trote esperando complacer a su dueño. Sin embargo, de pronto, Billy tiró con fuerza de las bridas y le detuvo.

Bajó del caballo y se dirigió a un edificio polvoriento que sin duda hacía las veces de taberna y cruzó con decisión. Para su sorpresa había unos cuantos parroquianos refugiandose del sol. Se dirigió a la barra cuando una mujer le interceptó.

—¡Hola, forastero! ¿Quieres pasar el mejor rato de tu vida?—saludó con voz hipnótica.

Billy sonrió, agarró la mano que le tendía y siguió aquella sonrisa pícara escaleras arriba. Sus ojos eran felinos, su boca sensual y sus dientes afilados como agujas.

Reto VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora