Pasados algunos días de mi episodio de adolescente dolida, platicaba con mi hija mientras preparaba la cena. Bueno, siendo sincera yo le platicaba a ella, pero me miraba tan atenta que sé que me entendía, balbuceaba algunas cosas y yo decidía responder.
—Ti— pronunció. Cada día decía más palabras
—Sí amor, ya te expliqué varias veces que hoy no vamos a salir—
—Doo— me miraba tranquila
—Te amo hermosa— Dejé un beso en su frente y seguí cocinando. La tenía sentada en una silla para bebé al lado mío.
—Mo— la miré y sonreí, moría de ganas por platicar con ella, quizá debía esperar unos meses... o años.
—Oye princesa ¿te gustaría que tuviéramos un perrito?— de pronto la idea llegó a mí, quizá eso la estimulaba un poco.
—¿Ito?—
—Sí bebé, perrito... guau guau— Fer me miraba confundida
—Supongo que me hace falta llevarte a conocer el mundo— suspiré.
—Do— me respondió.
Ambas cenamos, Fernanda una papilla de frutas y yo un poco de pasta. Luego nos fuimos a dormir, esta vez la bebé se quedó sola en su habitación y regresé a la mía, con planes de dormir así de ahí en delante.
Puse un poco de música en mi reproductor y me coloqué los audífonos, me sentía repentinamente bien, era extraño, sólo esperaba no tener un bajón de energía después de la euforia.
Me quedé profundamente dormida, desperté con un poco de dolor de cabeza, quizá por la música toda la noche. Revisé a mi hija y aún dormía. Me preparé un café y decidí ir a buscar una guardaría para ella, no muy convencida, sin embargo sabía que debía socializar y quizá era el lugar perfecto.
Después de una intensa búsqueda y un análisis detenido de las opciones opté por una que si bien no me quedaba cerca, parecía ser la mejor opción, mi hija estaría bien atendida ahí.
Al día siguiente muy temprano la llevé, le pedí que por favor no llorara aunque las lágrimas brotaron en automático cuando la vi detrás de los cristales del edificio. Gracias a eso debía disciplinarme, mínimo para levantarme y llevarla.
Llegué más temprano de lo habitual a la oficina, Alonso me siguió mientras yo saludaba a los demás empleados. Al llegar a mi oficina entró detrás de mí.
—Ahora ¿qué pasó?—
—Eh...— lo miré desconcertada —¿qué pasó de qué?—
—¿qué haces aquí tan temprano?— su mirada me tensaba
—Es mi empresa— dudé —Puedo llegar temprano ¿no?—
—Sí— escupió rápidamente —bueno, no es normal— lo miraba atenta.
—Bueno, pues acostúmbrate— me quité la chaqueta y la coloqué en el respaldo de mi asiento.
—¿y eso?—
—Fernanda entra a la guardería a las 7:30 a.m.— respondí seria.
—Fernanda... sí, claro, tu hija, bien—. caminó un poco —me voy—
—Claro, nos vemos—
Preparé un poco de café para seguir mi jornada laboral, sabía que sería pesada pues tenía tiempo que llegaba entre nueve y diez de la mañana. Al mediodía ya no aguanté más y decidí llamar a Julieta.
—¿Camila?—
—Jul, supongo que es muy extraño que te llame— traté de disculparme mientras garabateaba con una pluma sobre hojas de prueba de impresión.
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Te perdí y te encontré
RomanceCamila pierde a quien más ama tras una complicación en el hospital, será cuestión suya aprender a sobreponerse de ello y encontrar a alguien más, alguien destinada para ella.