Capítulo 4

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Mayo 18, 2016

LUIS ÁNGEL POV:

Llegué tarde a mi casa. Después de que Fernanda me narrara la historia a medio contar de las brujas, me trajo a la puerta de mi hogar. Los mareos aparecieron, pero esta vez fueron menos intensos que antes. Decidí esperar afuera hasta que se fueran los efectos.

Al cabo de unos minutos ya estaba recompuesto. Me llené de oxígeno y abrí la puerta.

—¿Dónde estabas, jovencito? —me recibió mi madre con los brazos cruzados—. Ya son más de las 7:00 PM. No me avisaste que ibas a llegar a esta hora —ahora se le escuchaba molesta.

Para no alimentar más su preocupación no le contaré lo del intento de robo de esta tarde. Se pondría peor. Además, no me hicieron nada. Claro, porque no pudieron.

—Lo siento, mamá. Es que nos dejaron un trabajo de literatura y tuve que avanzarlo con Fernanda en su casa —mentí—. Discúlpame por no avisarte.

—Nos tenías a tu padre y a mí muy preocupados, Luis Ángel. Te voy a pedir que para la próxima nos avises. Para eso tienes un celular.

—Sí, mamá —reí apenado rascándome la cabeza—. La próxima vez los llamaré. Es que el trabajo surgió de improviso. Teníamos que terminarlo sí o sí.

—¡Ay, hijo!, ¿si quiera comiste algo?

—Sí, almorcé en su casa, aunque ahorita me prepararé algo: tengo más hambre.

—Está bien. Yo ya me voy a dormir. He tenido un día largo. Adiós, mi vida —se acercó a mí y depositó un dulce beso en mi frente antes de perderse en el pasillo.

—Adiós, mamá.

Cuando llegué a la sala, mis hermanos se encontraban en la mesa del comedor haciendo sus tareas. Gianfranco pintaba sus libros de arte, bueno, estaba haciendo su mejor intento. Y Julio Cesar ya estaba acabando su tarea de matemáticas. Él es tan bueno con los números que al final del día yo le termino rogando para que resuelva los ejercicios que yo no puedo.

Después de cenar algo ligero, me dirigí a darme una ducha de agua helada. Había sido un día agotador, un duchazo me relajaría y me ayudaría bastante a asimilar todo lo que había ocurrido hoy.

Giré la perilla del agua fría y me puse debajo de la ducha. Mi cuerpo se estremeció al sentir el contacto del agua helada sobre mi piel. Como alguna vez escuché en la serie El Último Maestro del Aire, el agua es el mejor elemento de la naturaleza: te ayuda a que tus emociones y pensamientos fluyan como el cauce de un río. Cerré mis ojos y me dejé llevar.

En mi mente se repetían una y otra vez las escenas de esta tarde: los ladrones intentando hacerme daño y el sujeto desabrochando sus pantalones. Recordar aquello afectaba la paz y tranquilidad que sentía bajo el agua.

No conseguía borrar las caras de esos infelices. Sin embargo, apareció él, les dio una paliza, me ayudó a pararme del suelo y luego me aprisionó contra su cálido cuerpo. Su suave mano se deslizaba sobre la piel de mi cara mientras que empezaba a acortar la distancia entre nosotros. Estaba a escasos centímetros de mis labios, pero se alejó de mí al ver que podía hacer levitar las navajas. Su mirada de terror paralizó mi corazón. Nunca le haría daño, sin embargo, sucedió. Las navajas se incrustaron en su cuerpo. Corrí hacia él, pero alguien me detuvo. Al girarme vi a Fernanda, quien señalaba mis manos: estaban cubiertas de sangre. Me asusté demasiado: creí que era la sangre de él. Volteé a mirarlo, pero él ya no estaba.

Ahora estaba al costado de Fernanda. Mi familia también estaba ahí, al igual que Danna, Pamela y toda la escuela. Me señalaban y no sabía el porqué. Todos me gritaban "asesino, tú lo hiciste", "brujo", "escoria", "engendro de Satán". Me moría de miedo, no sabía qué hacer. Hui de ellos, pero comenzaron a perseguirme con antorchas en las manos. Cuando me detuve por el cansancio, el pelinegro apareció en frente de mí, con una sonrisa malévola, y sin previo aviso me apuñaló en el estómago.

Las 7 Maravillas: El Comienzo (#1 DE LA SAGA HERENCIAS OCULTAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora