PHSYCHO ©

IV

Jared despertó, parpadeo unos segundos en lo que despertaba un poco mejor, se estiró para deshacerse de la pereza y fue directo a la sala, prendió el televisor y se dirigió a la cocina para servirse algo para desayunar mientras escuchaba las noticias.
Posibles tormentas, política y conflictos entre paises eran las noticias que se comunicaba a traves del televisor mientras se servía cereal en un bol y vertía la leche, no le prestaba mucha atención a lo que se notificada, pues su concentración estaba puesta en su desayuno, hasta que hubo una en particular que capto su atención por completo

, que por raro que sonará, le erizo los pelos de la nuca.

"Vaya vaya, pero parece que Esta mañana hallaron el cuerpo desmembrado de una chica alrededor de entre a los 18 y 24 años, en un callejón cerca del bar Thanatos..."—segundos después, pasaron una foto de la víctima, en cuanto la vio se quedó atónito.—
"..parece ser que se llamaba Kahori Lane, gracias a una identificación que cargaba en el bolsillo izquierdo..."
— Sintió pena y a la vez lástima por el catastrófico final de la chica, en todo lo que debió haber sufrió antes de morir y en la indignación por la falta de seguridad en las calles y el poco empezó que le lo a ese tipo de situación. Mientras mostraba mas atención al televisor, su rostro se le hizo familiar hasta que de sopetón recordó haberla visto la noche anterior en el bar.
La chica que le armó broncon a Mía.
Un escalofrío recorrió toda su columna vertebral.

Tuvo un mal presentimiento. ¿Habría podido Mía hacer semejante...? No.

Negó rotundamente, ella era incapaz de matar con intención y menos de hacer atrocidades como descuartizar a un ser humano, ella no era asi, solo un monstruo despiadado.
Entonces recordó la escena del bar, cuando le susurraba algo a la chica en el oído y ella se petrificó de miedo.
¿Que fue lo que le dijo para causarle tanto pánico a aquella chica?
No, no, no.
Como podía culparla de asesinato intencional.
Quizá solo era paranoia suya.

Termino de desayunar y salió a distraerse para quitarse esa absurda idea de la cabeza.

Decidió salir con sus antiguos amigos a recorrer y a charlar sobre como les había ido después de todo ese tiempo.
El día paso volando y cuando cayó en la cuenta,nel reloj ya marcaba las 7:35 p.m. ya había oscurecido casi por completo.

Mientras caminaba hacia su casa, alcanzo a ver a Mía a lo lejos.
Llevaba unas toscas botas de motero negras, el cabello ahora de un color negro azabache a la que la rafaga de viento había alborotado y una chaqueta de cuero negra.
Era extraño verla vestir de colores oscuros dos días consecutivos, ya que la forma en que iba vestida no era para nada como solía vestirse ella, no era para nada su estilo.

Por lo regular siempre procuraba usar colores encendidos, llamativos, coloridos, usualmente rosas, ya que "odiaba" los colores bajo o oscuros, todo lo gótico o lo rockero ya que decía que colores como esos, apagados y aburridos jamas le harían justicia a lo increíble, perfecta y brillante que era como persona tanto física como mentalmente, por consecuente no lo oscuro y mucho menos del color negro.
Claro, pero eso era hace tres años.
Algo definitivamente andaba mal en ella desde la vez del bar, algo estaba sucediendo, así que decidió seguirla sin que ella lo notará.
Aunque la verdad era distintos.
Justo cuando pasaban cerca de un callejón oscuro, un tipo armado, con un pasamontañas negro salió de entre las sobras y le apunto con el arma en la cabeza.

—¡Dame todo lo que tengas, zorra—
Se limito a observarlo con diversión y gracia

—No creo que te convenga jalar el gatillo, dulzura...—Respondió mientras negaba suavemente y daba unos suaves chasquidos de lengua en señal de desaprobación.

—¡No me digas lo que tengo o no que hacer hija de puta!—Levanto un enorme puño, dispuesto a golpear a la chica, Jared no estaba dispuesto a ver semejante atrocidad y justo cuando estaba decidido a salir de su escondite para defenderla, ella detuvo el puño con su mano, y la apretó.
Se apretaba, se escuchaba el sonido de sus huesos haciéndose trizas.
El hombre lanzo un grito desgarrador de dolor.

—JODER, ¡¿COMO...COMO MIERDA HICISTE ESO?!

— Sugeriría que te la cortes, esa mano ya no te va a servir para nada.— Miraba la mano, como si la estuviera examinando.— ni siquiera creo que funcione para consolar a tu amiguito.—Como si estuviera entretenida con aquello  divertida y en un tono de doctor, agrego: —Si, definitivamente yo creo que la van a tener que amputar...— Curvo un sonrisa burlona, disfrutaba con su dolor., parecía saborear cada segundo viendo la escena.

—Me las vas a pagar...—Busco el arma y antes de poder tomarla siquiera, en un movimiento ágil, casi sobrehumano, ella saco una navaja y la clavo justo su otra mano con el pavimento, ella entonces tomo la pistola entre sus manos y empezó a jugar con ella.

— Que objeto tan mas mono, ¿No lo crees?.— Soltó con un tono de sarcasmo frívolo y macabro.— Y pensar que con esta cosa tan...pequeña puedes arrebatar tantas vidas. Lamentablemente temo decirte que tú no habrías podido.—

—Pudrete perra.—Río, y disparo en la pierna del maleante.

—Pero que grosero eres cariño. ¿Sabes? Te contare un secreto. —Se acerca lentamente a su oído.—Ya me estoy pudriendo.

— Estas mal de la cabeza, eres una maldita psicópata.— Tras decir aquella palabra, como si ya no pudiera dar suficiente terror, su mirada se ensombreció, como le hubiera hecho recordar algo.

A mi una vez me juzgaron de una manera muy injusta.—El rencor era evidente en su pálido rostro.— Y aun sigo odiando que lo hagan.—disparo otra bala contra su pierna. Entonces, hizo un mohín, aparentando pena.—Espero de todo corazón que no tengas novia o esposa, por que si no van a extrañar esto.— Apunto hacia sus bolas y disparo. Los gritos del hombre se escuchaban por toda la cuadra solitaria, todo aquello era horrible, lo que veían sus ojos era la escena mas sanguinaria que había visto y estaba en estado de shock.

Aventó el arma y se agachó, sonrió, saco su navaja de la mano donde la había clavado y dijo:

—Nos vemos en el infierno, sweety.

Entonces clavo su navaja directo a el corazón del hombre.