1955
Aurelio Caruso
"Aurelio, me he ganado la vida con mi esfuerzo, si quieres vivir de mi fortuna también tienes que apestar a escamas de pescado"
Palabras que había escuchado desde que recordaba, tanto como el sabor amargo del café y lo acido de las hojas del naranjal que crecía en su patio. Don Caruso se marchaba dejándolo con las palabras en la boca; ni siquiera el pobre hombre se había enterado de que Aurelio ya hablaba. A decir verdad había tardado bastante, incluso al nacer Don Caruso ordeno al doctor a dar más nalgadas a Aurelio para escucharlo al menos mirar, pero él solo miraba con ojos abiertos sin pestañar. Thomas Caruso rio a carcajadas al ver las gotas de sudor de Don Caruso ese día.
Decir que la familia Caruso estaba tan acomodada podía ser insensato, en aquel pueblo de calles de tierra, Don Caruso controlaba todo el negocio de pesca desde que tenían memoria, sin embargo a pesar de tanta riqueza que parecía tener, Don Caruso seguía trabajando con el mismo esmero. Su madre, una bella mujer pasaba horas enteras en la casa de dos pisos esperando a Don Caruso y a Aurelio para comenzar con su día, aunque esto no lo hacía una mujer acongojada, al contrario, acompañaba a Aurelio de vez en cuando a quitar aquel olor tan característico con una buena restregada en la bañera.
— No deberías tratar con esos aceitosos animales como tu padre.
Pero sonreía al recordar a su esposo convencerla de ir a los muelles por la noche a sentenciarle su amor a escondidas años atrás.
Sin embargo Aurelio soñaba con navegar, quería llegar más allá, a aquellas islas que creía que existían y no eran más que una simple fantasía por no haber leído tan siquiera un libro.
— Aurelio Caruso, el dulce niño millonario que aspira forjar una fortuna como lo hizo su padre.
Deliraba a viva voz mientras Aurelio salía de la bañera como si fuera otro. Doña Caruso al ver a Isabel; sonrió mientras Aurelio ya tarde cubría con sus dos manos lo que pudo.
— ¡Madre!
Por lo visto Aurelio no se había apenado por que lo vieran en cueros, más bien por su tamaño desventajado comparado por supuesto con el de su mejor amigo Antonio Carletti. Varias veces se había reído a carcajadas al bañarse por las tardes en el rio, pero se esmeraba en recordarle que su padre había tenido el mismo problema; hasta que le presentaron a la burra favorita de los campesinos del pueblo. En ese entonces Antonio y Aurelio, creían que el animal tenía poderes mágicos.
Milagros Holand era una mujer tan insoportable y vieja que Aurelio se escondía tras las escaleras para no tener que verla tan de cerca, pero traía noticias importantes que siempre Doña Caruso estaba dispuesta a escuchar. Holand miraba a Aurelio desde lejos haciendo una mueca para después mirar a Doña Caruso.
— Don Caruso se ha perdido en altamar, sus hombres llegaron en un bote al amanecer.
Lo siento tanto...
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Aurelio Caruso
عاطفيةHe de entender que todo lo que veáis aquí te parecería un fiel invento para honrar la rutina, pero la verdad... la única verdad, es que no insistiría en negarte tus intensiones, si no lo supiera claramente... Tanto Aurelio Caruso, como Isabel Sánc...