Aferrarse al rencor hace más daño al rencoroso que a cualquier otra persona. Es como tomar una cuchilla de afeitar y pasarla sobre tu muñeca; tu eres el que acabará sangrando.
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Aferrarse al rencor hace más daño al rencoroso que a cualquier otra persona. Es como tomar una cuchilla de afeitar y pasarla sobre tu muñeca; tu eres el que acabará sangrando.