Una luz tenue calienta mi rostro. Gruño.
— Vaya, mira quien despertó. Ya era hora novata.
Ya había oído esa voz antes. Un flash penetró mi mente en ese instante:
— Ahí están... ¡Atrapadlas!
Cientos de agentes se arrojaron sobre nosotras. Lo último que recuerdo antes de que me sedaran fue una Anaïs intentando explicar que todo se trataba de un error.
Tras agredir a un guardia y apropiarme de su equipo, mi imagen no era tan fiable como para dar credibilidad.
— ¿Dónde estamos? — le pregunto a la reina de la simpatía.
— Aula de aislamiento — responde tratando de escabullirse de las cadenas que la retienen en el fondo de la habitación. — Y como seguramente tendré que aguantarte durante semanas aquí dentro novata, ya que no puedo acabar contigo, ¿cómo has acabado en la putrefacta cárcel del condado?
Doy gracias a dios, si es que lo hay, por tener a dicha psicópata lo suficientemente lejos como para poder seguir respirando.
— Tal vez debería empezar yo el cuestionario, dado que me encuentro encerrada en cuatro indestructibles paredes por tu culpa.
Aun con la poca luminosidad de la estancia, consigo percatarme del asombro de su rostro. Por esto intuyo que soy la primera que le hace frente en mucho tiempo.
— ¿Quién fue el pobre desgraciado con el que acabaste?
— Das por hecho que está muerto.
— Oh vamos, cada centímetro de ti está cubierto de sangre. Fuera quien fuera, está muerto.
Un silencio incómodo nos acompañó durante un par de minutos.
— Hice lo que debí hacer hace mucho tiempo — contestó.
Con dicha respuesta no es de extrañar que se tratara de algo personal.
— Mi turno novata. Tras muchas horas observándote inconciente, hay una cosa que no me queda del todo claro. Apareciste en el momento equivocado para encontrarte con la persona equivocada. No aprovechaste el revuelo para dar una simple ojeada, como intentaste explicar, tú huías de algo.
Tragué saliva. ¿Será una secuaz de Alessio? Sea como sea no quería averiguarlo.
Me miraba tan fijamente que por un momento pensé que lograría entrar en mi mente.
— Todos tenemos un pasado.
De esta forma concluyo su duda, aunque me da que mi nueva amiga no está del todo conforme.
Pasan horas y en la sucia cámara no se escucha ni un alma. De vez en cuando cruzamos alguna que otra mirada, hasta que saca una foto de su mono de reclusa.
Siento la intriga adueñarse de mi cuerpo. ¿Quién sería el de la fotografía? ¿El personaje que mató?
— Era mi hija. — dijo tirando la imagen hacia mi lado correspondiente de la habitación.
Debo plantearme seriamente la idea de que mi compañera pueda leer mi mente.
Observo la fotografía. En ella está una hermosa joven, de unos 16 años calculo. Incluso tienen un parecido muy notable.
— La tuve muy jovencita. Mi tesoro fue la razón por la cual mi familia me renegó. La vergüenza que les causaba el qué podría decir la gente era más poderosa que la sangre que nos une.
El corazón se me encoge. Quién lo hubiera dicho, tenemos más cosas en común de las que me gustaría admitir. No puedo evitar pensar como esta mi pequeña ahora.
— Algo me dice que el homicidio cometido tiene algo que ver con ella. — suelto finalmente.
El silencio nos vuelve a acompañar.
— Al final resulta que no vas a ser tan idiota como pensaba — habló tras echar un suspiro.
No pude evitar reir. Tal vez porque entiendo su reacción. Sé lo que es tener un pequeño ser vivo que depende de ti. Por eso estoy donde estoy. Solo y exclusivamente por mi hija pasaría toda una vida huyendo, toda una vida siendo mil personas diferentes, toda una vida alejada de lo que más quiero en este mundo con tal de que ella esté a salvo. Eso es lo único que importa.
Le devuelvo la fotografía.
— Me puedes llamar Meri — comento buscando su mirada.
— ¿Y de dónde viene tu nombre ficticio, novata? — preguntó.
— De Meredith. — le respondo sin remordimiento alguno.
— Como bien dijiste antes, todos tenemos un pasado. Yo me muero por saber más del tuyo. Por otra parte, puedes llamarme Isobel.
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Sauve-moi, cuidador
ActionLa protagonista de esta historia, Anaïs, al contrario de lo que el mundo cree, se dejó atrapar por los "buenos". Sí, la mala de la historia dejó que la cogieran, con el fin de pudrirse el resto de su vida en una cárcel de mala muerte situada a miles...