El Rey De La Mafia

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En multimedia Caleb

Un vaso de vodka descansa en mi mano mientras que escucho como mis hombres hablan entre ellos. Por sus caras se que no me tienen buenas noticias y saben que no soy un hombre compresivo. Estoy sentado presidiendo una gran mesa de madera. Solo quince de mis hombres tienen el honor de estar sentado en ella y son mis hombres de mayor confianza. Desde que murió mi padre hace cinco años yo tomé el mando y gracias a mi, hoy por hoy mi apellido, Sokolov, es temido en la cuidad. Soy una persona que no le tiembla el pulso a la hora de matar, es más, disfruto haciéndolo. La gente dice de mi que soy una persona sin escrúpulos, un monstruo sin corazón, pero lo que soy es el rey de la mafia. Le doy el último trago a la copa y mientras la dejo en la mesa miro a uno de mis hombres, Dimitri, el cual esta sentado a mi lado izquierdo. El fue la mano derecha de mi padre y ahora es la mía. Le hago un gesto con mi mano para que hable.

— Son los Smirnov, lo han vuelto hacer — me levanto de mi silla mientras me agarro el puente de la nariz — Los han vuelto a coger vendiendo en nuestra zonas — miro por las grandes ventanas que dan las vistas al gran jardín de mi gran mansión.

Estos hijos de puta se piensan que por que fueron amigos de mi padre tendré benevolencia con ellos y están equivocados.

— Quiero que me traigáis al hijo de puta de Carlos Smirnov. Lo mataré y luego haré que toda la puta cuidad se entere para que sepan que con Caleb Sokolov no se juega — mi voz suena llena de ira.

Con veinte seis años me he ganado el respeto de todas las demás familia de la mafia, y lo he conseguido cumpliendo mis palabras y no dejando que nadie vaya por un paso por delante mio, siempre seré yo quien vaya por delante.

— ¿ Atacaremos por la noche? — miro hacia la voz que me ha echo la pregunta, Travis, uno de mis hombres más jóvenes y el que lleva más tiempo con nosotros, ya que mi padre lo acogió cuando solo tenía tres años después de una guerra entre familia.

La familia de Travis permanecía a la mafia italiana y después de que su familia muriese en manos de mi padre, este lo acogió y lo crío como un hijo más.

— Ellos se esperan que ataquemos por la noche por que siempre lo hacemos así — una sonrisa de pura maldad se me forma en el rostro — lo cogeremos desprevenidos, atacareis a primera hora de la mañana — observo la aprobación de mis hombres ante mi idea. Los Smirnov es una mafia pequeña que ante la mía no tendrá nada que hacer — traermelo vivo, quiero matarlo yo — solo de pensar en la idea de acabar con la vida del gordo de Carlos Smirnov logra que la adrenalina fluya por mis venas.

— Podéis retiraros — veo salir por la puerta a todos mis hombres pero antes de salir el último le digo — decirle a Morgana que venga — necesito liberar tensiones y que mejor que follarme a una de las putas de mi club.

Morgana es con la única que me gusta repetir, y es por la simple razón de que su boca es una aspiradora. Sus carnosos labios hacen maravillas en mi entrepierna. Cuando escucho la puerta abrirse y el sonido de los tacones en la madera se que es Morgana. Me doy la vuelta y la observo. Su pelo negro cae en cascadas por sus hombros y espalda, su cuerpo está cubierto con un diminuto vestido que deja ver sus perfectas curvas y tras el marcado escote puedo ver como asoman sus exuberantes pechos. Mis ojos se quedan más tiempo observando el movimiento de sus pechos al ritmo de su caminar. Sus ojos negros me miran con lujuria y se que quiere que le de un orgasmo follandomela duro y violento. Me siento en mi silla mientras la veo venir hacia mi con esos andares que volvería loco a cualquier hombre. Se posiciona en frente mía y empieza a darme caricias sobre mi torso cubierto por la camisa para después sentarse a horcajadas encima mío. Mala idea preciosa.

La aparto con brusquedad de mi, empujando con rudeza su cuerpo y haciendo que caiga al suelo. Alza la mirada para mirarme con tristeza, pero no me importa, solo quiero que su boca me dé placer. Entrelazo su pelo en mi mano y sin preámbulo acerco su cara a mi entrepierna. Ella se encarga de hacer todo el trabajo, tanto de desabrochar mi cinturón como de bajar mi bragueta para después liberar mi erección. Cierro los ojos y echo la cabeza para atrás cuando siento su húmeda lengua recorrer mi miembro. Un gruñido ronco sale de mi cuando siento como se lo introduce en su boca. Después de matar, mi pasión favorita son las mujeres. No hay mujer que no caiga rendida ante mi. El tener dinero, poder y ser atractivo ayuda a que haya estado con casi todas las mujeres de esta jodida ciudad. Con mi mano agarro con violencia el pelo de Morgana, pudiendo así llevar el ritmo que quiero, el cual es fuerte y rápido. Suelto un gruñido ronco y mis músculos se tensa cuando llego al orgasmo. Suelto su pelo y puedo escuchar como empieza a toser para poder recuperar la falta de oxígeno que le faltaba. Mientras que subo la bragueta de mi pantalón y abrocho el cinturón observo a Morgana, sus ojos están llorosos y su pintalabios rojo está esparcido por sus mejillas.

— Caleb yo... — aprieto mi mandíbula mientras me paso mi mano por mi pelo.

Ahora empezará con el rollo sentimental y ella mejor que nadie sabe que me pone de mal humor.

— Fuera — interrumpo sus palabras de forma brusca a lo que ella me mira con desagrado ante mi actitud chulesca.

Camina con sonoros pasos hacia la puerta la cual abre pero antes de salir tras ella logró escuchar como pronuncia en apenas un susurro que logró escuchar un "Gilipollas". Preciosa estas muerta. Me levanto de la silla  con furia para después acercarme hacia ella a grandes zancadas. Morgana cuando ve mi mirada fría y llena de rabia intenta salir del despacho, pero yo cierro la puerta ante de que pueda hacer su cometido.

— Tu cuerpo me pertenece, tu vida es mía y tu no eres nadie... Que nunca se te olvide — entrelazo con rudeza mis dedos alrededor de su débil cuello y el placer me invade rápidamente cuando veo como su piel se torna de color morada por la falta de oxígeno  — tu trabajo es complacerme — aflojo un poco el agarre en su cuello para así permitirle que un hilo de oxígeno entre en sus pulmones   — no sentir amor ni ninguna de esas gilipolleces por mi — acerco mis labios a su oído para después pronunciar con malicia las siguientes palabras — si vuelves a faltarme el respeto... Te mataré   — deshago el agarre en su cuello y con rapidez se lleva sus manos a esa zona mientras me mira con temor  — ahora largate de aquí — le doy la espalda mientras que escucho el sonido de la puerta siendo cerrada.

Se que Morgana quiere algo de mi que jamás conseguirá, sentimientos. El día que tenga sentimientos, ese día dejaré de ser el rey de la mafia. Estoy revisando el libro de finanzas cuando escucho mi móvil, una mueca de desagrado se me forma cuando veo de quien es la llamada.

— Dime — le doy un trajo a mi copa de vodka mientras escucho resoplar en la otra línea a mi hermano.

— ¿Estas loco? — incluso enfadado no causa miedo ni respeto, por eso mi padre me puso al frente a mi de la mafia, siendo a él a quien le pertenecía por ser el mayor.

— Si llamas para resolver esa duda te diré que si, que estoy loco — escucho maldecir a mi hermano en nuestro idioma natal, el ruso, y sé que está enfadado.

— Caleb no juegues conmigo. Has matado una familia para poderte quedar con sus negocios... ¿estas mal de la cabeza?  — me aprieto el puente de la nariz con mis dedos con frustración.

No me gusta que nadie cuestione mis métodos para conseguir lo que quiero y él lo esta haciendo.

— Intente comprarle el negocio pero él se negó. No me quedo más remedio que matarlos. Ahora esa zona es mía — un bufido desde la otra línea me hace sonreír con arrogancia.

Las zonas marcan el poder. Dinero, poder y alianzas es lo que obtienes por ser el dueño de casi toda la cuidad y solo se consigue haciéndote de zonas, ya sea por las buenas o por las malas.

— No sólo lo mataste a él, sino también a su mujer y a su hijo pequeño, solo por una mierda de zona. Mataste a un niño joder Caleb ¿ que está mal contigo? — hago mis manos en puños ante la rabia que siento por sus palabras — no tienes límites, eres una máquina de matar. Siento asco de llevar la misma sangre que tú — lanzo la copa contra la pared con furia, provocando que  los cristales y el líquido queden esparcidos por el suelo del despacho.

— No te vuelvas a meterte en mis asuntos, por que si vuelves hacerlo olvidaré que eres mi hermano — mi respiración es agitada y la rabia que siento solo hace que quiera matar a alguien.

—¿ es una amenaza? — puedo escuchar el miedo en su voz por que el mejor que nadie sabe que sería capaz de quitarle la vida.

— Más bien una advertencia. No vuelvas a meter tus narices en mis asuntos, si no me veré obligado a meter mis narices en los tuyos. Sigue disfrutando de tu mujer y de tus hijos, por que si me vuelves a tocar los cojones iré a por ellos — el silencio en la otra línea me hace saber que a captado mi advertencia — y Grisha sabes perfectamente que soy capaz de hacerlo así que no me hagas matar al único hermano que me queda con vida. — cuando cuelgo la rabia consume mi cuerpo.

Grisha siempre fue débil y con demasiados sentimientos. Él decidió alejarse de la mafia para llevar una vida común y aburrida junto a su mujer y sus dos hijos pero no para tocarme los cojones. Necesito quitarme el mal humor que Grisha me a levantado así que decido ir a los calabozos donde tengo a unos cuantos hombres encerrados y desquitarme con ellos. Son hombres que decidieron traicionarme, personas que trabajaban para mi y optaron por la traición y la deslealtad . No hay persona que haya traicionado a Caleb Sokolov y viva para contarlo.

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